En general nos besamos poco. También es verdad que hay gente que besa mal, sin contener la pasión, a impulsos descontrolados, y lo hacen automáticamente y sin cerrar los ojos, que es parte del encanto. Eso no es besar. Se besa para el otro, no para uno, y el acto de amor requiere ser un perfeccionista. No se puede tener prisa si se quiere hacer bien, si se pretende que el otro pierda el sentido un momento, si se aspira a ser adictivo. Además los besos hay que darlos primero con los ojos, con la intención, con dulzura disfrazada mirando con lujuria los labios deseados para luego consumar esa visión con una acción controlada, pero solo hasta cierto punto. Hay que acercarse haciendo vibrar al otro, que se estremezca un poco, que tiemble ligeramente, que lo esté deseando, que esos segundos le vaya la vida en ello, que se desarme. No hay sexo mejor que un beso rico, sabroso, jugoso, carnoso, húmedo, largo, lento, de los que dejan huella para todo el día, de los que abren la puerta aunque no pase más nada. Rozar los labios con los dedos es un hecho sin duda pornográfico, una metáfora grandiosa.

Besarse mutuamente es una droga dura. Por eso hacen falta dos, porque engancha el espíritu y no solo el cerebro. Los besos con amor son chutes en vena, en arteria, en músculo, en tendón. Cuando besamos damos aliento al otro y alegría en mono dosis. Es una medicina, un relajante y excitante a la vez. Es endorfinas. Besamos para evadirnos, para perdernos, para darle sentido a la vida. El beso es la escalada para hacer cumbre.

Se aprende a besar según se practica aunque todavía hay gente que no sabe, que no sabrá nunca por mucho que lo intente. Una lástima, desde luego.

Kissing_the_War_Goodbye

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