Cada vez quedan menos sabios. Eduardo Galeano fue uno de ellos, un sabio humilde que defendía a los olvidados, renegaba de los intelectuales y usaba cada una de sus palabras para hacernos sentir y reflexionar.
Los grandes medios tratan de reducir su imagen y dibujarle a trazo grueso, como un escritor izquierdista chavista y castrista, “los dos grandes males” del continente según “el gran teatro del bien y del mal” que, según él, fabricaba la prensa manipuladora.
Galeano ironizó constantemente sobre las burdas mentiras de los medios y mantuvo un punto de vista izquierdista y lúcido.
A Chávez le definió como un “extraño dictador” que se presentaba a las elecciones y convocaba referéndums revocatorios.
Sobre Fidel dio la razón a sus enemigos y admitió que fue un rey sin corona, que confundía la unidad con la unanimidad y que ejerció el poder hablando mucho y escuchando poco, “porque estaba más acostumbrado a los ecos que a las voces”. Pero también contó lo que sus enemigos nunca contaron: que gracias a la Revolución Cubana generó la sociedad más igualitaria de Latinoamérica.
Sus libros, especialmente ‘Las venas abierta de América Latina’, han sido la biblia de muchos jóvenes durante sus viajes por el continente.
Tuve la inmensa suerte de verle y oírle en tres ocasiones. La primera fue en la Feria del Libro de Madrid, donde me firmó su libro: ‘Fútbol a sol y sombra’, que regalé a mi padre. La segunda vez fue en una conferencia en la Casa de América. La tercera y más emotiva, fue en la concentración del 15M en plena puerta del Sol, en uno de los periodos más emocionantes que se han vivido en los últimos años en España.
Galeano vivió aquellos días con la pasión de un joven indignado más, y dedicó palabras de admiración al movimiento. Quizás sus palabras más contundentes: “Hoy el mundo se divide en dos clases de personas: los indignados y los indignos”.
Porque para este sabio uruguayo, estar indignado no significaba pertenecer a una ideología concreta, sino abrir los ojos y el corazón al mundo.
Durante una de las marchas del 15M en Barcelona dijo algunas palabras que no olvidaré: “Este mundo es infame, pero hay otro mundo esperando en la barriga de este, y es un mundo diferente. ¿Qué es lo que va a pasar? No lo sé, y no lo quiero saber. Me importa lo que está pasando. Es como preguntarse qué pasará cuando me enamoro, cuando vivo una experiencia de amor, cuando siento que vivo y no me importa morir en ese momento mágico. El amor es como esto. Es infinito mientras dura”.
También nos dejó una lúcida advertencia. Cuando uno de los jóvenes le llamó intelectual reaccionó de la siguiente forma:
“Yo no quiero ser intelectual. ¡No! Los intelectuales son los que divorcian la cabeza del cuerpo. Yo soy un cuerpo, una persona. Ya lo decía Goya, la razón genera monstruos. Cuidado con los que solamente razonan. Cuando la razón se divorcia del corazón te convido para el temblor, porque esos personajes pueden conducirte al fin de la existencia humana”.
Adiós, sabio Galeano. Adiós, ángel Galeano. Para ti y para todos los sabios que se marchan, van estos versos del admirado Miguel Hernández en su ‘Elegía a Ramón Sijé’:
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracoles
Y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
(…)
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas…
de almendro de nata te requiero,:
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.