El mundo se paraliza. El mundo occidental consternado. Unos yihadistas han asesinado en París a unos dibujantes por defender la libertad de expresión hasta las últimas consecuencias. El rechazo no se hizo esperar, la gente salió a la calle, los comentarios hacían de carbón al incendio que ya estaba montado en las redes sociales: «Unos fundamentalistas atentan contra la libertad de expresión». «Unos intolerantes que no saben de libertad atentan contra la libertad de expresión». «Unos fanáticos que quieren destruir nuestra civilización basada en la libertad atentan contra la libertad de expresión». «No nos callarán», «Precisamente somos la mejor civilización porque tenemos libertad de expresión». «Je suis Charlie Hebdo«. «Yo soy Charlie Hebdo». «Charlie Hebdo somos todos»… ¿Seguro?
Mientras todo el mundo alza la voz a favor la de la libertad de expresión, mientras todos se hermanan a favor de la libertad de expresión, mientras el propio presidente del gobierno dice que condena «el salvaje atentado en París contra la libertad de expresión, la tolerancia y los valores democráticos» (sí, después de llevar a cabo la ley mordaza). Mientras pasa todo esto y se llama intolerante al musulmán y se aprovecha para convertirle en bárbaro que quiere destruir Roma, la Audiencia Nacional imputa al presentador Facu Díaz por un sketch cómico en La Tuerka.
Sí, amigos, después de montar el show, la realidad nos pone en nuestro sitio. Los talibanes ya estaban aquí. Siempre han estado aquí. Aunque no deberíamos extrañarnos, sólo hace falta tirar de hemeroteca. ¿Qué le pasó a Ana Pastor? ¿Os acordáis de qué pasó con Quim Monzó cuando hizo sátira del rey en TV3? ¿Os acordáis de lo que pasó con el programa Bibiana Ballbé, cuando Jair Dominguez hacía diana contra Juan Carlos I? ¿Os acordáis de cuando dijo que «lo mejor que podía pasarle a España es que muriese toda la selección española»? ¿Y qué me decís del secuestro de El Jueves, cuando en la portada pusieron a los Príncipes de Asturias, ahora reyes, follando? Y ya puestos… ¿Qué pasó hace poco con la portada en la que salía Juan Carlos poniéndole una corona de mierda a su hijo? ¿Sabéis quién es Pablo Hasél? Y volviendo a TV3. ¿Qué pasó con el programa ese donde comparaba a los jugadores del Real Madrid con hienas? ¿Y en la Copa del Rey del año 2009? ¿Qué pasó en esa final entre FC Barcelona y al Athlétic de Bilbao cuando sonó el himno español? ¿Qué pasa con las detenciones de los supuestos terroristas anarquistas? ¿Y de la de los independentistas? En definitiva, la hemeroteca es demasiada amplia. ¿Qué hay de ese espíritu de «je suis Charlie Hebdo«? Aquí ahora no se mata a personas por decir lo que se piensan ni por hacer sátira, pero se les censura, se les cohibe, se les asusta, las amordazan; en definitiva, las mutilan. Y lo más grave es que es desde las instituciones. «Je suis Charlie Hebdo» es el espíritu que debemos recordar aquí siempre, cuando se ataque a la libertad de expresión desde las propias instituciones, desde el poder.
Por otra parte, ¿Dónde está el límite de la libertad de expresión? Como dice José Antonio Gutiérrez D. en su artículo (que no comparto pero tiene párrafos que invitan a la reflexión) :
«No me olvido de la carátula del Nº 1099 de Charlie Hebdo, en la cual se trivializaba la masacre de más de mil egipcios por una brutal dictadura militar, que tiene el beneplácito de Francia y de EEUU, mediante una portada que dice algo así como “Matanza en Egipto. El Corán es una mierda: no detiene las balas”. La caricatura era la de un hombre musulmán acribillado, mientras trataba de protegerse con el Corán. Habrá a quien le parezca esto gracioso.
En vez de graciosa, esa caricatura me parece violenta y colonial, un abuso de la tan ficticia como manoseada libertad de prensa occidental. ¿Qué ocurriría si yo hiciera ahora una revista cuya portada tuviera el siguiente lema: “Matanza en París. Charlie Hebdo es una mierda: no detiene las balas” e hiciera una caricatura del fallecido Jean Cabut acribillado con una copia de la revista en sus manos? Claro que sería un escándalo: la vida de un francés es sagrada. La de un egipcio (o la de un palestino, iraquí, sirio, etc.) es material humorístico.»
¿Hasta dónde podemos llegar? ¿Charlie Hebdo para todos? Tirando del espíritu de estos días yo digo que la Audiencia Nacional es intolerante, retrógada, al servicio de intereses políticos e ideológicos, nada neutral y con tintes fascistas. Lo juro por Charlie Hebdo.