Un chico llamado Tecumseh Sparrow Spivet, condenado por ese nombre y la familia que se lo impuso a trazar mapas de cada aspecto de la existencia para intentar empezar a comprender el mundo y sus circunstancias. El punto de partida del libro no podría ser más prometedor, toda la primera parte de la novela es realmente deliciosa mientras vamos conociendo a T.S. y su total inadaptación a la vida en un rancho de Montana, con su padre el cowboy rudo y silencioso, su madre cuya obsesión por sus estudios científicos lleva a su hijo a llamarla siempre “Dr. Clair”, la hermana adolescente que sueña con una vida normal lo más lejos posible del rancho y el hermano que murió en un accidente del que nadie quiere hablar. Una familia que apenas logra encontrar un modelo de convivencia para estos miembros tan variopintos que se adoran a pesar de no llegar a entenderse en absoluto. Y T.S. va ilustrando hasta sus acciones más banales con mapas, esquemas, bocetos y comentarios al margen que son una verdadera delicia y que van dotando de una gran profundidad personal a lo que podría haber quedado en un gabinete de rarezas humanas.
Toda esta primera parte se balancea peligrosamente entre lo encantador y lo empalagoso e incluso lo patético, pero consigue mantener el tipo gracias a la sutil ironía e ingenuidad de las disgresiones ilustradas al margen y gracias también al buen hacer del escritor, que se sirve de un estilo mezcla David Foster Wallace y John Irving que aunque parezca mentira llega a funcionar. Sin embargo, el autor es ambicioso y no se conforma con profundizar en este planteamiento que sin duda podría haberle dado mucho juego: envía a T.S. de viaje a Washington atravesando los EE.UU. en tren, al tiempo que va leyendo un cuaderno de su madre donde ésta recoge la historia de una abuela pionera en los estudios científicos, que a su vez le sirve al autor para ir introduciendo alegatos a favor del feminismo y en contra del creacionismo. Y con tanto saltar de un tema a otro, la novela acaba dando una impresión caótica y poco planificada mientras deja prácticamente todos los hilos sueltos sin resolver, algo que no deja de ser una contradicción en el libro sobre un chico que va planificando toda su existencia a base de mapas y diagramas. Como bien dice el crítico americano Ron Charles en el cierre de su reseña a esta novela en el Washington Post, es una verdadera lástima que nadie ayudara a este joven autor a trabajar en este libro hasta convertirlo en la obra maestra de ruptura de géneros que podría haber sido.