Recuerdo aquella tarde en la maravillosa ciudad de Essaouira, paseando por su tranquila medina. Un hombre tan simpático como risueño nos invitó a entrar en su tienda. «Sólo mirar, sólo mirar. No comprar». Mientras nos enseñaba su pequeño bazar observé cómo miraba mis pantalones más de lo normal. Unos pantalones vaqueros caídos, desgastados y rotos. En ese momento supuse que, como a mi abuela, le parecerían de maleante y en cuanto tuvo la oportunidad, medio en broma medio en serio y sin dejar de sonreír, me dijo: «Buruq3a«. «¿Kifache?» «¡Buruq3a!»
Aquel hombre fue el que me enseñó una palabra que posteriormente he escuchado en Marruecos en varias ocasiones. ¿Qué es eso de buruq3a? Buruq3a literalmente significa «el del parche». Desalineado, que viste con trapos. Es una palabra específica utilizada para designar al extranjero español. Una entre tantas palabras para referirse al extranjero occidental (gawri, nasrani, romi…).
El origen de esta expresión viene de la época de la Guerra Civil, momento en el que muchos de los republicanos españoles se exiliaron en Tetuán y en la zona francesa del protectorado marroquí. Estos exiliados, muy pobres, llegaban con sus ropas cosidas con parches.
Mientras que en su momento era un adjetivo más descriptivo que otra cosa, actualmente buruq3a es un calificativo con cierta carga peyorativa. Pero, a pesar de la connotación negativa que tiene la palabra, yo le tengo un cariño especial. En primer lugar, por la agradable situación en la que me enteré de su existencia. Y, en segundo lugar, porque me resultó tremendamente curioso observar como, mientras en España cuando algunos hablan de moros, de forma despectiva, hablan de gente que huele mal, que no se lava, que viste de cualquier manera… en Marruecos también tienen su palabra particular para hablar de nosotros como nosotros –entre los que no me incluyo– hablamos de ellos. ¡Buruq3a!
¡Qué cosas tiene la vida!