Describe Paul Preston en El holocausto español (2011) cómo fue posible que entre el 18 de julio de 1936 y el primero de abril de 1939 alrededor de 200.000 ciudadanos fueran ejecutados o asesinados sin juicio previo lejos de los frentes de batalla. Esa cifra ni siquiera contabiliza a los que perecieron por culpa de las bombas que lanzaron los aviones alemanes o italianos que ayudaron a los militares sublevados. Además, a esa cantidad se le deben sumar otros 20.000 presos republicanos a los que ‘pasearon’ (el verbo que se usaba en aquel momento para rebajar y esconder la dureza de la palabra fusilar) en la segunda mitad del año en el que acabó la Guerra Civil. Hubo represión en la retaguardia de ambos bandos. Famosas fueron, por ejemplo, las checas que, dirigidas por anarquistas y comunistas, servían como centros de tortura. Eran, por lo común, edificios expropiados a los burgueses que habían escapado de la zona leal a la democracia al producirse el alzamiento o a los que se encarceló para evitar que dieran soporte a la insurrección militar.
Sin embargo, la mayor parte de las víctimas se contabilizaron en territorio sublevado: infundir el terror era necesario y se instauró como norma inquebrantable entre los golpistas, que llegaron a ‘pasear’ a algunos oficiales de alta graduación simplemente por vacilar en la decisión de si daban o no apoyo al movimiento encabezado por Mola y Franco. Preservar el recuerdo de aquellos fallecidos y exigir la exhumación de los miles de restos que se encuentran repartidos a lo ancho y largo de la Península Ibérica en fosas comunes es uno de los objetivos de agrupaciones como la Asociación Republicana de Irún. Carlos Goñi, su tesorero, explica que los orígenes de esta entidad prorrepublicana se sitúan en 2005. «En aquel momento parecía que hablar de aquella época estaba desfasado, pero yo creo que cada vez somos más. Una prueba la tienes en Euskadi. Desde que nosotros surgimos, cada vez hay más asociaciones como la nuestra».
Escondido por el sentimiento abertzale puramente independentista, el republicanismo se ha ido reorganizando en el País Vasco después de décadas remando a contracorriente. Goñi no se olvida de que fue Eibar el primer ayuntamiento español en proclamar la II República. Tampoco de que, durante esos seis años de paz y uno de guerra para vizcaínos y guipuzcoanos (en Araba triunfó la sublevación) en los que ondeó la tricolor en los edificios públicos vascos, comenzó a redactarse el primer estatuto de los territorios euskaldunes. Y, por supuesto, Goñi y sus 50 compañeros de la Asociación Republicana de Irún, la última población antes de cruzar la frontera que les separa de los vascos de Francia, tampoco olvidan el sufrimiento, los bombardeos y la represión franquista. Por eso han elaborado durante los últimos meses un listado documentado de las represalias llevadas a cabo por el bando nacional a partir del 5 de septiembre de 1936, momento en el que conquistan la totalidad de Euskadi. Una cuarentena de iruneses fusilados, 15 muertos en el frente y un número desconocido de personas enviadas a campos de concentración o desaparecidas forzosamente encabezan una lista a la que se añade otra veintena de personas que, sin ser de la localidad, fallecieron allí. Además, 64 vecinos asumieron condenas como encausados por la Ley de Responsabilidades Políticas y otros 78 perdieron sus puestos como funcionarios o maestros de la escuela pública.
Zugazagoitia y Companys no se libraron del paredón pese a haber salvado miles de vidas en la retaguardia republicana.
Todo un drama en una ciudad que por aquel entonces de los 17.000 habitantes y que se completa con las entre 5.000 y 6.000 almas que se exiliaron cruzando el Bidasoa. «Entre ellos [Lluís] Companys, que estaba en Euskadi en ese momento, se escapó a Francia y volvió a Catalunya», comenta Goñi. Así el tesorero preludia el trágico destino del presidente de la Generalitat, detenido por la Gestapo en territorio galo y deportado a España, donde fue juzgado y fusilado por el régimen franquista en 1940. Al dirigente de ERC no le valió haber permitido y facilitado la evacuación de unos 9.000 catalanes durante los primeros compases de la Guerra Civil. La mayor parte de estos evacuados eran personas de corte conservador y estaban en el punto de mira de la FAI y el PSUC, pese a que muchos de ellos eran afectos a la II República. Esa labor humanitaria tampoco salvó al socialista bilbaíno Julián Zugazagoitia, otro caso de heroicidad en medio de la barbarie que refleja Preston en uno de sus últimos trabajos. Esta labor humanitaria es uno de los aspectos más olvidados de unos años donde el perdón careció de todo valor en una sociedad totalmente polarizada.
Por su parte, Carlos Goñi volvió a salir con sus compañeros en manifestación el pasado fin de semana, vísperas del 14 de abril, en Irún y San Sebastián para «caminar hacia la III República». «Es la única opción que tenemos si queremos acabar con este sistema que nos oprime en lo económico por culpa de esa estafa llamada crisis. Los mismos que han engañado al pueblo en lo económico fueron los que traicionaron a la República durante la Transición». Al tesorero del colectivo de republicanos iruneses le duele por igual que los franquistas fusilaran a uno de sus abuelos en Cantabria como que, «después de haber trabajado toda la vida», ahora que se ha retirado forzosamente le haya quedado «una pensión que apenas da para sobrevivir». Mediante exposiciones de fotografía, charlas y conferencias que recuperan el legado de la opción antimonárquica y eventos como la Fiesta Republicana que organizan desde hace unos años cada mayo y «en la que se vuelcan muchos colectivos de la ciudad que, sin ser miembros de la asociación, van viendo que la República es la única salida». Los próximos retos son más ambiciosos, pero Goñi no quiere descartarlos.
Solo en Irún se ejecutó a 40 personas, además de contabilizarse un número indeterminado de desaparecidos
Por un lado, anuncia que ya están trabajando con las fuerzas afines a la causa republicana en el Ayuntamiento de Irún (Ezker Batua y Bildu) para rebautizar al puente que conecta la población con la vecina Hendaya con el nombre de Companys. «Sería de justicia», matiza. También sueñan con adherirse a la Red de Municipios por la III República Española, una coalición de términos que expresan clara y fuertemente su apoyo a la democracia arrasada por la Guerra Civil. Mayoritariamente, la forman pueblos andaluces y navarros (lugar donde la represión carlista fue durísima). En 2012, Ondarroa, Eibar, Pasajes y Tolosa se unieron a la creciente lista. De esta manera, no es extraño ver la señera roja, amarilla y violeta en el balcón de esos consistorios. En Irún, «de momento solo ocurre cuando se celebran los aniversarios del 14 de abril», especifica Goñi. «Al menos, el Gobierno municipal del PSOE-PSE no nos pone trabas en este aspecto».