Aparentar, hacer alarde de estatus social, es una de las características que marcan la forma de ser de la mayoría de los bucarestinos.

La zona de Bucarest es muy propensa a sufrir terremotos. La Tierra se mueve y los edificios tiemblan hasta que caen pedazos y quedan huérfanos de parte de la fachada. Así te encuentras muchos de ellos en el centro de la ciudad. Hizo bien Ceaucescu en construir el Palacio del Parlamento en la zona de la ciudad más a salvo de tan devastadores escalofríos, en lo alto de una colina sobre la que, tras un minucioso estudio, los topógrafos resolvieron: “Don Nicolae, aquí va a ser”.

Algunas zonas llaman especialmente la atención por su decadencia fruto de tantos desprendimientos. Los vecinos que pueden permitírselo cubren con lonas sus fachadas precipitadamente ajadas por los temblores, hasta que pueden permitírselo un poco más y la rehabilitan del todo. Porque tal vez otra cosa no, pero la fachada es muy importante en Bucarest.

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Las diferencias de estatus social las palpas nada más salir de la boca del metro. Notas quién tiene y quién no tiene, porque en general el que tiene se esmera en que lo sepas. El que no tiene, pobre, a duras penas tiene fuerzas para buscar qué comer y no está para preocuparse de la impresión que te pueda causar.

Existe gente con mucho dinero en Bucarest. Mucho, no exagero. No tuve tiempo de contarlos, mas un tanto por ciento elevado de los mejores deportivos de Europa se hallan en la capital rumana y alrededores. Los productores de Top Gear, programa televisivo británico sobre el mundo del motor, en una ocasión que se encontraban rodando en la rumana Constanţa, a orillas del mar Negro, afirmaron que habían visto más deportivos de súper lujo allí que en el Salón del Automóvil de Ginebra. Osea, poca broma. En Mamaia, para ser exactos, que vendría a ser una especie de Puerto Banús a la rumana. Constanţa, claro, sería Marbella.

Allí se da cita la jet set. De aquellos cochazos cuelgan brazos con relojes de diez mil euros. En aquel lugar queda el rumano que puede para que el resto vea que le va bien. Que maneja, que tiene, que no pasa hambre; que puede, vaya.

Nos decía Javier García del Valle, director de Happy Tours, cuando llegamos a Bucarest, que a diferencia de España, donde el que más tiene suele intentar por todos los medios pasar desapercibido, en Rumanía se hace alarde de estatus y posesiones. Siempre en líneas generales, evidentemente, porque en todos sitios hay de todo; si bien en Mamaia, por lo visto, hay más que en ningún otro sitio.

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