Evelyn Waugh (Londres, 1903) escribió Brideshead Revisited, the Sacred and Profane Memories of Capt. Charles Ryder (Retorno a Brideshead, memorias sagradas y profanas del capitán Charles Ryder) entre diciembre de 1944 y junio de 1945, mientras convalecía de un accidente de paracaidismo que sufrió sirviendo en el ejército inglés durante la segunda guerra mundial.
Fue editada por primera vez en 1945. Por aquellos tiempos, Waugh ya se había ganado una notable reputación como escritor. Su prosa elegante y mordaz solía tener como blanco la alta sociedad londinense. La vacuidad espiritual y la falta de valores son temas recurrentes en su obra literaria.
El autor lleva a cabo toda una declaración de intenciones en la página 11 del prólogo, y escribe lo siguiente: «El tema -la influencia de la gracia divina en un grupo de personajes muy diferentes entre sí, aunque estrechamente relacionados- era quizá de una ambición inmoderada, pero no voy a pedir disculpas por eso». Es decir, que Waugh pretende tratar «El acto de amor unilateral e inmerecido por el que Dios llama continuamente las almas las hacia Sí»
La verdad es que la intención de Waugh puede llegar a pasar desapercibida si la lectura de su novela no es especialmente atenta, porque también trata muchos otros temas y , además de eso, las vicisitudes de los personajes, densos y profundos todos ellos (tallados con auténtico esmero), llegan a desviar la atención del lector.
La fascinación por el catolicismo está presente de forma constante, y en ocasiones resulta incluso asfixiante. Waugh se convirtió al catolicismo después de una juventud tortuosa. Los excesos con el alcohol, el divorcio, la homosexualidad y el tormento de una vida vacía de virtud, muy presentes en la historia, tienen una evidente connotación autobiográfica. Los Marchmain, protagonistas de la novela, forman parte de la escasa aristocracia católica inglesa de la época.
Es especialmente revelador el pasaje en el que Lady Marchmain, después de la cena, está leyendo a su familia la novela La sabiduría del padre Brown, de Chesterton, y llega al siguiente párrafo: Dios es como un pescador que tiene a cada alma cogida con un anzuelo y una caña invisibles, lo bastante largos como para dejarla caminar hasta el fin del mundo y hacerla regresar con un tirón del hilo.
Retorno a Brideshead es, en definitiva, una novela formidable. Está escrita a varios niveles de profundidad, y retrata a los personajes y a su contexto con una precisión y una delicadeza muy poco comunes. La intención del autor es manifiestamente crítica, pero resulta enternecedor percibir la profunda compasión que siente por sus personajes y por sus debilidades. Retorno a Brideshead sigue estando considerada como una de las obras literarias más notables del siglo XX.
El propio Waugh admitió que, en su opinión, era su obra más lograda, aunque en 1950, en una carta que le escribió a Graham Greene, confesó que tras una atenta relectura quedó bastante decepcionado por algunos detalles que atribuyó al momento de su vida en que la redactó. Sus palabras fueron las siguientes: «Era una época de privación presente y amenaza de desastre; la época de las alubias de soja y el Inglés Básico; por eso el libro está imbuido de una cierta gula por la comida y el vino, los esplendores del pasado reciente y un lenguaje retórico y ornamental que ahora, con el estómago lleno, me parecen desagradables».
En 1981, Granada Televisión produce una adaptación televisiva muy fiel a la novela. La apuesta es arriesgada, ya que el presupuesto es muy superior al promedio de las producciones televisivas de aquella época. La recreación de la atmósfera de la obra literaria roza la excelencia, y la serie se convierte en un éxito enorme. Los actores realizan interpretaciones formidables, sin excepción, y la dirección artística es una delicia. Cabe destacar el debut de Jeremy Irons y la participación de Sir Lawrence Oliver en uno de sus últimos papeles. En mi modesta opinión, sin embargo, el actor Anthony Andrews acaba eclipsando al resto del reparto con su portentosa, casi mágica, interpretación de Sebastian Flyte, el segundo hijo varón de los Marchmain.
La inolvidable banda sonora, de Geoffrey Burgon, es otro de los aspectos más remarcables de una serie que será siempre una referencia para aquellos que tuvimos ocasión de verla en su día, a una edad en la que somos deliciosamente impresionables. Actualmente no es difícil encontrar los capítulos enteros, en VO y subtitulados, en Youtube.