Satao era un elefante emblemático del parque nacional Tsavo, en Kenia. Era un auténtico superviviente que había sobrevivido a largas sequías y a ataques de cazadores furtivos. Era uno de los elefantes más grandes de África, de unos 45 años, cuyos colmillos, de 10 kilogramos cada uno, llegaban hasta el suelo. Apenas quedan Elefantes cuyos colmillos lleguen hasta el suelo porque los cazadores furtivos los cazan con el fin de arrancarles los colmillos para hacer pulseras o para colgarlos sobre una chimenea en Rusia, uno de los países donde hay más compradores ilegales junto a China. Sus protectores también impiden que los colmillos crezcan; así intentan evitar que los cazadores furtivos los maten para arrancárselos.
>A Satao lo mataron con flechas envenenadas y cruelmente le arrancaron la cabeza con una sierra mecánica para luego arrancarle los colmillos con el último fin de vendérselos a algún rico desalmado que pueda colgarlo en el salón de su casa y ser la envidia de otra escoria humana como él. Otros mueren a causa del veneno que los cazadores ponen en los charcos donde beben, ayudados por los propios vigilantes del parque que muchas veces son corruptos. Otros son cazados con escopetas y rifles que incluso les disparan desde helicópteros: En el año 2012 un grupo de 22 elefantes fue acribillado desde el cielo como si se tratase de una venganza divina.
Según CITES (Comercio internacional de especies amenazadas de flora y fauna) se cazan furtivamente alrededor de 25.000 elefantes africanos al año con el único fin de arrancarles los colmillos para venderlos. Comentan que desde 2011 la cifra de elefantes muertos a manos de los furtivos ha disminuido ligeramente, pero posiblemente sea debido a que quedan menos elefantes y es más difícil cazarlos. Pese al ligero descenso, la cifra es alarmante y aún nacen muchos menos elefantes de los que cazan. Se calcula que hace un siglo había 10 millones de elefantes africanos. Ahora sólo quedan 400.000 y la cifra podría reducirse en un 20% en los próximos años.
La caza furtiva está acabando de manera drástica con los elefantes, pero también hay otro tipo de caza: La legal. También se cazan elefantes y otras especies legalmente a través de safaris que la gente rica paga a los gobiernos locales. También contribuyen a la desaparición del elefante africano y de otras especies y no hacen, por su parte, nada para evitarlo. «Lo nuestro es legal» piensan. Será legal, pero no es moral.
Puede que nuestros nietos, no exagero, no lleguen a convivir en el mundo con estos paquidermos gigantes y entrañables. Aquellos que usan la trompa como una manguera para jugar y refrescarse, que tienen sus propios cementerios, que poseen una memoria inmensa, que van en fila india agarrados a la cola del que va delante con su trompa, que tienen orejones con los que abanicarse, que tienen miedo de los ratones cuando sólo deberían tenerlo del hombre; enfermedad, plaga y escoria del mundo.
Ojalá que los rifles de caza sólo sirviesen para hacer bellas canciones.