Winston Mawdsley Graham (1908 – 2003) fue un prolífico autor inglés. Publicó cuarenta y seis novelas. Uno de sus títulos, Marnie, fue adaptado al cine por Alfred Hitchcok. Una de las películas más tortuosas e interesantes del director británico, en mi muy modesta opinión. Para el papel de Marnie, por supuesto, Hitchcock había pensado en Grace Kelly, pero por aquellos tiempos la actriz ya estaba casada con el Príncipe Rainiero de Mónaco, y en el principado se consideró que el papel de una cleptómana mentalmente desequilibrada y sexualmente frígida no era el más adecuado para ella, dadas las circunstancias.
La protagonista, finalmente, fue Tippi Hedren, que compartió planos con un impecable Sean Connery cuya carrera empezaba a despegar gracias al papel de James Bond, alias 007. Fue, por cierto, la última colaboración de Hedren y Hitchcock, cuya compleja relación acabó de deteriorarse definitivamente durante el rodaje.
Winston Mawdsley, de hecho, estaba especializado en novelas de misterio y suspense, y la mayoría de sus obras pertenecen al género. Sin embargo, el autor ha pasado a la posteridad, principalmente, por su saga de novelas sobre los Poldark. Escribió la primera en 1945, titulada Ross Poldark. La última, titulada Bella Poldark, se publicó en 2002, poco antes de su muerte.
El capitán Ross Poldark, un pequeño terrateniente de Cornwall (o Cornualles) parte a las colonias británicas de América para luchar en la Guerra de la Independencia. Tras ser herido de gravedad en combate es recluido en un campo de prisioneros en el que permanece casi un año y del que logra fugarse poco antes del final del conflicto. Al interrumpir la correspondencia, sus parientes le consideran fallecido. Al declararse al armisticio, sin embargo, el capitán Poldark vuelve a Cornualles, donde se presenta sin previo aviso («la carta hubiera llegado al mismo tiempo que yo», se justifica ante su perplejo tío)
Y ésta es la prometedora situación argumental con la que se inicia la serie de novelas. Nuestro protagonista descubre que la mujer a la que ama profundamente, al darle por muerto, se ha comprometido en matrimonio con un primo de propio Poldark. Su casa y sus negocios se encuentran en un estado ruinoso, y su súbita aparición, casi de ultratumba, constituye un serio inconveniente para aquellos de sus parientes que ya se habían repartido sus bienes.
Ross Poldark, en definitiva, vuelve de la muerte y se ve obligado a empezar de cero, aunque lo hace con una actitud muy distinta a la que tenía al partir. Sus terribles experiencias le han cambiado profundamente como ser humano. Le han otorgado una manifiesta grandeza personal, por decirlo así, y el contraste de su psicología con la de la mayoría de los personajes, encerrados en su pequeño mundo provinciano, resulta fascinante. Ross Poldark es noble, valiente, honesto y desinteresado, y su aparición resulta muy perturbadora para la mayoría. La estructura de la saga es, fundamentalmente, la de un culebrón romántico, pero posee innegables reminiscencias de la literatura decimonónica más recomendable.
A mediados de los años 70, la BBC produce una adaptación televisiva que acaba siendo un éxito de audiencia casi sin precedentes. Como anécdota ilustradora hay que comentar que en algunas parroquias británicas llegaron a cambiar el horario de los oficios religiosos para que no coincidieran con la emisión de los capítulos. Y aún hoy en día siguen existiendo rutas turísticas para visitar los escenarios en los que se rodó la serie.
En España se emite a finales de la década de los 70, encuadrada en aquel maravilloso programa de RTVE que era Grandes relatos. La emisión también constituyó un éxito arrollador en nuestro país. No es extraño encontrar niñas nacidas en aquella época que tienen el nombre de Demelza, la mujer de Ross Poldark y uno de los personajes más interesantes y entrañables. Demelza, de orígenes humildes, no era la más bella, pero sí la más arrojada, lúcida y luchadora. Invulnerable a los condicionamientos sociales y siempre atenta a su entorno a pesar de tener un corazón de oro, es el complemento ideal de Ross Poldark. Y ésa es, probablemente, una de las más interesantes cualidades de la saga y también de la producción televisiva (que a nivel argumental, en ocasiones, se aleja bastante de las novelas, aunque nunca traiciona el espíritu de las mismas) ; los personajes son complejos y densos, y aunque el autor se esfuerza en encuadrarlos en clichés reconocibles por el gran público, a menudo acaban rebasando sus limitaciones. Las pasiones devastadoras, las enemistades acérrimas, la ambición y los intereses terrenales suelen desbordarlos. A unos más que a otros, por supuesto.
Poldark, en definitiva, es un típico ejemplo de producción televisiva que probablemente haya envejecido mal, pero que dejó una profunda huella en todos aquellos que la seguimos de forma apasionada en aquellos años en los que no existía el zapping y debíamos contentarnos con lo que emitiera RTVE. Y se agradecían enormemente series como Poldark, que además de todas las virtudes que he citado poseía una factura técnica impecable para la época.
Aquí podéis ver el primer capítulo en el Youtube.