Fotografía: Ismael Llopis (Momo-Mag)
Fariña es un puñetazo en la mesa, pero también en el estómago. Es una mirada hacia el suelo y un suspiro de cabreo. Es el salitre de las rocas que recortan Costa da Morte, el regusto del percebe. Se lee en sus páginas el cántico del hablar gallego, tan característico, nostálgico, melancólico, bonito. A través de casi 400 páginas, Nacho Carretero (A Coruña, 1981) desmenuza la historia del narcotráfico en Galicia, con nombres y apellidos, fechas, testimonios que te miran a los ojos sin bajar la mirada. Un recorrido desde las primeras importaciones de enseres esenciales que llegaban desde Portugal de la mano de mujeres contrabandistas hasta día de hoy. Galicia, cuna del narcotráfico más feroz.
–¿Fueron los editores de Libros del KO los que te propusieron escribir un libro sobre el narcotráfico en Galicia o fuiste tú el que dio el primer paso?
–Lo decidí hacer yo. En realidad, esto tiene forma de libro pero hubiese podido ser cualquier otra cosa porque era un tema sobre el que siempre quise trabajar. Primero, como gallego, y segundo, como narrador. Me pareció que había un material con un recorrido literario y periodístico enorme y que no había salido de las páginas de suceso, que tenía forma de noticia y que formaba parte de un puzzle que era un relato periodístico casi literario. Quedó un proyecto interesante, aunque cuando empecé, no sabía exactamente lo que iba a ser. Cuando Libros del KO contactó conmigo e intercambiamos ideas, les propuse eso: hacer un libro. Les encantó la idea y dijeron que sí. Al principio tuvieron la reacción que tiene la gente que es de fuera de Galicia: “¿Pero esto que estás contando es verdad?” ¡Claro que es verdad!” A partir de ahí fue todo rodado.
–¿Por qué publicar Fariña ahora y no dentro de unos años? Te hubieses podido esperar a que los grandes capos desaparecieran, igual hubieses escrito el libro más tranquilo. Das nombres y apellidos, localizaciones, detalles muy exactos…
–En realidad, no hay nada que esperar. En el imaginario de los gallegos, está la idea de que el narcotráfico es algo pasado, que actualmente quedan algunos resquicios… Eso no es cierto, el fenómeno ha cambiado pero el narcotráfico continúa allí. Antes los capos ostentaban y salían impunes, ahora ya no: ahora son discretos, opacos. La cocaína sigue entrando en Galicia y el fenónemo sigue en plena forma. Hace diez años, el fenómeno estaba, y estará de aquí de diez años, no hay nada que esperar porque va cambiando de forma, pero el narcotráfico en Galicia continúa vigente y lo continuará estando mientras haya narcotráfico en el mundo. Galicia es una pieza más de un entramado más amplio y global, por lo tanto, aunque des un nombre de alguien retirado o supuestamente retirado, siempre va a haber alguien que esté en activo o que se introduzca en ese mundo en ese momento. A mí me salió la oportunidad de hacerlo ahora, me vi capacitado como narrador para hacer algo a la altura de lo que merece la historia y decidí escribirlo.
–¿No te ha absorbido la documentación en algún momento del proceso? Hay muchísima información en el libro…
–La labor del periodismo gallego por lo que al contrabando y al narcotráfico respecta ha sido bestial. Ha habido periodistas sobre el terreno que desde los primeros años se jugaron la vida, literalmente, para informar sobre esto. Ellos han generado una hemeroteca impresionante, una avalancha de información que en alguna ocasión me aplastó. Unir nombres, operaciones… Por suerte, yo no partía de cero. Como gallego, siempre me interesó el fenómeno, así que sabía un poco hacia donde ir. Si no, se hubiera duplicado el tiempo de investigación. En el libro, lo que he hecho, es unir las piezas para formar una historia completa. Yo siempre digo que Fariña es casi una recopilación, poner negro sobre blanco toda una información que ya existía pero que estaba desperdigada y encorsetada en un formato de noticia de sucesos. Fariña es coger toda esa información, darle una forma bonita y presentarla. Para cualquier persona que le interese el narcotráfico en Galicia, no va a encontrar nada nuevo en el libro. Mucho de lo que cuento yo en el libro ya se sabía, pero en el libro está enlazado, asociado.
–Yo tengo un colega de Vilargarcía de Arousa, precisamente. Le mandé un whatsapp diciéndole que estaba alucinando con lo que pasaba en su pueblo. Imagino que para él no debe ser nada nuevo…
–No debe ser nada nuevo, pero sí lo es al mismo tiempo. Igual él no se lleva las manos a la cabeza como tú, cuando lee el libro, pero posiblemente no fuera consciente del fenómeno. Me estoy encontrando con que la gente joven no tenía idea de las dimensiones del tema, incluso gente de la Ría de Arousa. Tenía información, sabía lo que estaba ocurriendo, sabía quiénes eran los capos, pero yo me doy cuenta de que no sabían y no saben el alcance del fenómeno actualmente. Este libro también es una sorpresa para los gallegos. En Galicia creces con ciertos nombres, operaciones, ajustes de cuentas… Estás más familiarizado con el tema que si eres de Barcelona.
–Me sorprende del libro la impunidad que ha habido a lo largo de la historia española del narcotráfico, pese a algunas condenas.
–¿Te parecen pocos nueve años de condena? Hay que invitar a la reflexión: nueve años de cárcel es mucho tiempo. Quizás la cifra suena a poco, pero imagínate metida nueve, quince años, en una cárcel. Fíjate en que las condenas por narcotráfico en España son de las más duras de Europa. Los narcotraficantes gallegos son los tipos que más cárcel se han comido en este país en democracia, sólo equiparable a los etarras, y en la mayoría de casos, ni siquiera. Quizás la cifra nos suena a poco, pero con la ley en la mano y en comparación con los países de nuestro entorno, el narcotráfico en España se castiga con muchísima severidad. Personalmente, pienso que quince años en la cárcel no son ninguna broma. Te da tiempo para arrepentirte y reflexionar, aunque es verdad que la mayoría de narcotraficantes, por no decir todos los tipos que han caído, no han reflexionado ni se han arrepentido demasiado.
–Sí, de hecho, este es otro de los temas que tratas. Lo dices en el libro: el narcotraficante no vuelve al negocio por dinero, sino por un tema de estatus social, de poder.
–Es un tema de ambición y de poder. Pero yo creo que todo eso está generado por el dinero. El dinero que mueve la cocaína es bestial, enorme. Es probablemente el producto más rentable que existe porque es muy barato de producir y de transportar y se vende más caro que la gasolina. El margen de ganancias es brutal. Es muy tentador para un señor que tiene barcos, infraestructura, contactos, que era contrabandista de tabaco y controlaba la costa. Es fácil que le digan: “Mira, esta mercancía ocupa menos, lo haces más rápido y la ganancia se multiplica por cien. Y con una sola descarga solucionas tu vida y la de tus hijos”. Ahí entra una tentación en la que muchos sucumbieron. Si lo haces, empiezas a tener estatus, poder, contactos…
–En el libro aparecen dos figuras femeninas antagónicas: las madres de aquellos jóvenes que perdieron la vida por la cocaína, y la figura de Esther Lago, esposa de uno de los grandes, Oubiña, cerebro del clan más famoso de Vilagarcía. ¿Cuál es el papel de las mujeres en el narcotráfico gallego?
–Las primeras contrabandistas fueron mujeres, las llamadas pesqueiras, que empezaron a pasar por la frontera con Portugal material de primera necesidad: alimentos, medicinas… Estas señoras tenían vacas, transportaban alimentos de un lado a otro del río Miño y aprovecharon para meter cosas de contrabando. Luego, cuando vieron que era un negocio, los hombres, que solían estar fuera de Galicia trabajando como temporeros en Catalunya o en Castilla, decidieron volver para hacerse cargo del negocio. Tomaron las riendas los hombres, consecuencia de la estructura social que existía en el momento: el hombre llevaba el trabajo y la mujer, los asuntos domésticos. Sin embargo, los nombres de las mujeres que aparecen en el libro, siendo minoría absoluta, son nombres propios, con mucha fuerza. Esther Lago era el cerebro del clan Oubiña. Laureano Oubiña era la cara visible, pero Lago era la que llevaba las cuentas, la que organizaba las operaciones y las descargas. Ella era la cabeza, él era un bruto, era un tipo que era un bestia y no tenía esa capacidad. Lago era muy inteligente. Josefa Charlín, conocida como la Charlina, era una mujer de armas tomar, una tipa muy dura, muy conocida porque tenía una conservera. Allí trabajaban muchas mujeres. En una huelga que hicieron las trabajadoras para exigir mejoras, decidió sacar una manguera potente y dispersalas con agua. Imagínate el carácter. El narcotráfico es un mundo muy masculino, violento y machista que de primeras, rechazará a una mujer. Para que una mujer se imponga en este mundo, tiene que tener un carácter bestial… Eran menos, pero las que hubo fueron nombres propios.
–Hay una afirmación muy contundente, no tuya, sino de una de tus fuentes que no quiere revelar su nombre: en Galicia no hay ningún partido que no haya tenido contacto con el narcotráfico. Esa sentencia también incluye a las empresas: pocas empresas de la costa gallega se han librado de los tentáculos de la cocaína. ¿Cómo vive un gallego las fotografías que salieron del presidente Feijóo con Marcial Dorado?
–En Galicia todo el mundo conoce a Dorado. En Galicia hay más tolerancia de la que se debería. La publicación de esas fotos y el hecho de que Feijóo siga en el puesto habla un poco de la narcocultura, de la aceptación que existe en Galicia, la narcotolerancia. De hecho, Feijóo, posiblemente vaya a ganar las elecciones autonómicas de este año por tercera vez. Fuera de Galicia, cuando la gente leía quién era Marcial Dorado y veía esas fotos, se echaba las manos a la cabeza. En Galicia no nos echamos las manos a la cabeza. Es significativo. A ver, yo no he dicho, que conste, en ningún momento, que Feijóo tenga vínculos con el narcotráfico, ni mucho menos. Lo que estoy diciendo es que era amigo de un tipo que era el mayor contrabandista de tabaco de Europa, que está actualmente condenado por narcotráfico. No se ha llegado a probar que hiciese una operación, pero hay indicios. También se ha hablado de blanqueo de dinero proveniente del narcotráfico. Y bueno, luego se descubrió que estuvieron en contacto hasta 2003, de eso no hace tanto.
–Es un poco como el “Bárcenas sé fuerte”…
–Sí, resucitan los fantasmas de la narcopolítica. Es un ejemplo muy claro de la condescendencia que hay con este asunto.
–Me recuerda un poco a la figura del pujolismo en Catalunya. A pesar de toda la mierda que sale día tras día, hay catalanes pujolistas que aún les defienden. Es increíble. Y te dicen que Pujol hizo mucho por Catalunya y se quedan tan anchos.
–Yo no sé si es equiparable. En Galicia hay un punto de caciquismo. La figura del cacique, del líder, sobre todo del PP. En Galicia, el PP no gana por ser un partido de derechas o españolista. En Galicia, el PP gana porque es un partido conservador e históricamente católico. Galicia es una zona muy conservadora y muy católica, y el único partido que ha sabido reflejar eso ha sido el PP. Si existiese un partido galleguista conservador, saldría ese. La izquierda genera desconfianza, suele ser lo contrario que en el resto de España. Sobre todo en la Galicia rural y en la costa, la izquierda son los señoritos de Madrid que vienen con ideas peligrosas. La derecha son los paisanos que conocen el terreno. Feijóo era amigo de Marcial, un tipo de derechas que daba dinero, que daba empleo, que trataba bien a los vecinos… Era un buen hombre, no le hacía daño a nadie. Feijóo, lo mismo. Uno en el ámbito político, el otro en el ámbito empresarial. Pues que no venga la izquierda de Madrid a decirnos que eso está mal y bla bla bla. Eso es lo que se piensa en Galicia. Esa es una explicación a grosso modo, de la tolerancia hacia esas fotos y esas relaciones. Al final, hay una realidad social en Galicia que no ve nada malo ni extraño en esas fotos. Es muy complicado encontrar a un paisano de la costa gallega que te hable mal de un narcotraficante, te van a decir que es un caballero, una buena persona, un buen señor.
–Eso pasaba con Pablo Escobar en Medellín, ¿no?
–Sí, Escobar es adorado allí. Salvando las distancias, hablamos de zonas maltratadas por el Estado y por los políticos. Un señor que genera empleo y que da dinero a la zona no va a ser criticado. La gente no se pone de lado del que le arruina, todo lo contrario. Obviamente, hay una trampa en todo este discurso, ya que el interés de Sito Miñanco o de los demás narcos no es el bien de su comunidad, sino el suyo propio. Hay un engaño que funciona y la gente los tolera.
–Volvamos un momento al formato del libro. ¿No te hubiera gustado sacar el tema en forma de reportajes?
–Hubiera sido una opción, pero la verdad es que yo estoy muy contento con el libro. En primer lugar, por la edición, que es excelente, muy cuidada. Libros del KO mima cada libro. En segundo, porque es el primer libro que escribo y la sensación de publicar un libro es muy satisfactoria. Profesionalmente, hay una repercusión muy grande… Es una dimensión distinta.
–En un libro queda todo más recogido…
– [Risas] Sí.
–Bueno, además ha sido un libro que ha entrado por la puerta grande. En la Central de Callao estás rodeado por Svetlana Alexiévich, Martín Caparrós y Gunter Wallraff. ¿Qué sientes cuando ves Fariña rodeado de semejantes monstruos del periodismo?
–[Risas] Estamos al lado por temas geográficos, porque el escaparate no es más grande.
–Por orden alfabético, por Carretero y Caparrós…
–No creo que sea un criterio de selección periodística. Mira qué nombres me estás diciendo… Obviamente, para mí, es un regalo, no me lo creo aún. También es una ventaja para el libro, si te ponen al lado de Alexiévich o Caparrós… tú dirás. ¡Eso que me llevo!
–Es una excelente entrada al mundo de la crónica periodística, enhorabuena. ¿Proyectos en el horizonte?
–Ya no estoy en El Español. Recientemente, presenté la renuncia y lo dejé. Ahora estoy centrado en el tema de la serie que se hará de Fariña, con la productora Bambú. Estoy trabajando con ellos en los guiones, como asesor. La idea es que la serie sea lo más realista posible y yo les estoy ayudando. También me gustaría empezar a trabajar en un segundo libro que ya tengo en mente. Ya lo diré más adelante…
–Tú has colaborado con muchos medios… ¿Por dónde pasa la supervivencia económica del periodismo freelance?
–La supervivencia consiste en intentar encontrar un equilibrio entre hacer lo que te gusta y saber escoger los medios que pagan bien. Es difícil.
–¿Aún hay medios que pagan bien?
–En España hay muy pocos, en Latinoamérica pagan mejor. Yo por eso escribo en Gatopardo o La Nación. Pagan para que hagas reportajes o crónicas, en España eso es muy difícil. Sí que hay suplementos que pagan bien, pero los nuevos medios digitales pagan fatal. Es complicado sobrevivir haciendo esas colaboraciones.
–Digitales y no digitales… Hablamos también de medios en papel, históricos.
–Ahí hay que repartir culpas. El medio que paga 40 euros por crónica estando en Siria es inmoral, pero el que está dispuesto a mandar crónicas por 40 euros desde Siria, debería plantarse y no jugarse la vida. No se puede reventar precios y mercado por un tema de visibilidad. Los periodistas deberíamos plantarnos un poco. A veces cuesta, por el tema de la visibilidad. Si todo el mundo se plantase y nadie escribiese, los medios se plantearían el tema de la remuneración. Deberíamos ser cabezotas. Hay otros gremios que son más firmes con el tema de las tarifas.
–Vengo del mundo de la traducción y no estamos mucho mejor… Los bilingües o los nativos revientan precios.
–Hay épocas. Ahora el periodismo está saliendo de una crisis bestial, donde todo se acentuó.
–La famosa crisis del papel, unida a la crisis económica.
–Yo creo que antes, la situación no era tan dramática ni tan abusiva. Esperemos que todo se normalice de nuevo. Si el mercado vuelve a ampliarse y los medios vuelven a funcionar, habrá más oportunidades. Yo soy optimista.
–Fariña es un libro que pertenece al género de periodismo de investigación, algo que ya no se da en las redacciones de este país. ¿Se ha perdido el periodismo de investigación para siempre? Teniendo en cuenta que las cámaras ocultas y las filtraciones no son periodismo de investigación…
–Es complejo, eso dependerá de hacia donde vaya la situación del periodismo de ahora en adelante. En estos momentos, nadie apuesta por tener a alguien que esté un año investigando un tema sin sacar nada entremedio. En Estados Unidos sí que existe, pero claro, allí el periodismo tiene una buena salud económica, se lo pueden permitir. En España, desde que empezó la crisis, se ha asociado la viabilidad periodística de un medio con los clics, las audiencias. Eso es un engaño que nos lleva a la inmediatez, la producción masiva, la instantaneidad. Ahora, algunos medios empiezan a entender que no sólo se trata de eso y están empezando a apostar por otras estrategias para generar atracción y atención. También lo están empezando a valorar las marcas, que ya saben que es mejor permanecer en los sitios, poder influenciar. Los clics puros y duros, el posicionamiento SEO en sí, sirven para poco. Hay que empezar a valorar otras cosas y apostar por contenidos más trabajados. Pero el camino es lento y algunos medios son cobardes. Algunos ya han empezado a cambiar, otros continúan sin verlo. Algunos medios están muertos y aún no lo saben.