Oscense de Barbastro y agricultor intensivo de sus obsesiones melómanas, cinéfilas y literarias, a Manuel Vilas le encanta dialogar sobre su querido Lou Reed o rescatar el legado del triunvirato por excelencia del humor español: CervantesBuñuelBerlanga. Son las referencias claras sobre las que pivota una carrera de novelista, cuentista, ensayista y poeta que se acerca a la veintena de libros publicados. Siempre con la incorrección política por bandera y con ganas de saltarse las normas, Vilas compartió café y reflexiones con Negra Tinta en el centro de Zaragoza. Escribe con la condición autoimpuesta de no aburrirse. Por eso no lee «ni a muchos poetas ni a muchos columnistas de prensa que pecan de aseados». A Vilas no le van las «reglas academicistas» que diferencian entre «alta y baja cultura». Él considera que la literatura está en cualquier lugar donde se comuniquen por escrito emociones. Por eso, su último libro se titula Listen to me (La Bella Varsovia, 2013), un repaso a sus mejores estados en la red social, territorio donde es capaz de enviar a Gallardón a la cola del paro o ponerse a dialogar con Dios sobre las cuestiones más mundanas de la vida.

–¿En qué momento te das cuenta de que tienes que romper con la tradición de Aristóteles: planteamiento, nudo y desenlace?

–¡No lo sé! Fue quizás por una especie de insatisfacción ante esa idea de la literatura como un producto predeterminado. Tenía ganas de que no fuera convencional. También juega en este aspecto la personalidad de uno al no conformarse. El convencionalismo en la literatura me parecía odioso y aburrido y lo que me lleva a escribir son ganas de no aburrirme.

–¿Entiendes que hoy en día el mundo se pueda seguir narrando bajo una estructura clásica?

–El mundo se puede narrar como uno quiera, lo que pasa es que a mí ciertas novelas que narran el mundo como ya fue narrado en el siglo XIX no me interesan. Creo que los acercamientos a este mundo tienen que ser diferentes porque la realidad ha cambiado, no puedes acercarte como lo hicieron los novelistas del siglo XIX.

–¿Por eso defines tu literatura como realista?

–Claro. Hago el mismo realismo que el de los escritores del siglo XIX. Exactamente el mismo. Lo que pasa es que mi sociedad es más compleja. Eso es lo que ha pasado.

–Lo que sin duda haces en tus obras es reivindicar lo que desde ciertas esferas se suele denominar como baja cultura. ¿Por qué se diferencia entre alta y baja cultura?

–La alta cultura viene de la universidad, de la idea académica de lo cultural, de la institucionalización de la cultura. Eso es muy aburrido. Para mí es un enorme coñazo. La institucionalización de la cultura sirve para cosas de alto valor estatal o académico, pero a mí me interesa la cultura popular, la que nace como un impulso social más poderoso. Tiene que ver con el pop. Me interesa lo que viene de la calle. Me interesa mucho más eso que lo que viene de las instituciones culturales, que no hacen otra cosa que ordenar lo que viene de la calle una vez que lo callejero se ha convertido en algo masivo. Cuando se produce esa masificación el Estado pasa a proteger el fenómeno cultural en cuestión.

–¿Qué diferencias hay entre el pop y el rock?

–El pop sería una actitud general y el rock la materialización de esta actitud en un género musical. El pop englobaría más cosas. Ahí está mi escritura: a mí me aburre escribir como ha escrito todo el mundo, con esa idea de escribir para ser un notario. Pero me repito: no soy nada vanguardista, lo que me gusta es el realismo absoluto. ¿Pero cómo vas a dar cuenta de un mundo como este con estructuras novelísticas de hace dos siglos? Lo que no entiendo es por qué la gente se alarma tanto cuando un escritor se decide a utilizar técnicas que en el cine, la pintura o la música son de lo más normales. En cambio, en la literatura siempre hay prescripciones mucho más intolerantes que en otras artes donde los márgenes son más amplios. En este negocio la gente se lleva rápidamente las manos a la cabeza cuando ve propuestas diferentes.

–Quizás porque en la literatura necesitamos de una capacidad de abstracción mayor al tener que convertir el relato en imagen.

–Probablemente. También influye que pesen unas tradiciones mucho mayores que en los otros campos. Hay demasiado academicismo. La idea del escritor sigue estando muy institucionalizada por el Estado. La escritura es arqueología, no nos olvidemos. Solo hay un arte que esté vivo, la música. Todo lo demás es arqueología. El único arte capaz de mover a la gente es el rock, como se vio en los 60 y 70. La literatura ahora mismo no cambia nada, eso ya sucedió en el siglo XIX. Deberían preguntarse los escritores qué han hecho para convertir la literatura en arqueología.

–Desde esas altas esferas culturales se suele achacar a la sociedad que se lea menos en la actualidad.

–A mí todas esas pesadumbres de que la gente no lee me parecen rollos siniestros. Si la gente no lee es porque se habrá cansado de leer y si no le apetece leer será porque lo que hay que leer no les gusta. Se leen best sellers como se come jamón cocido Campofrío. El best seller no es cultura, es una forma de consumo como pueden ser los productos de una charcutería.

–Imagina que una de tus novelas llega a vender millones de ejemplares.

–No pasaría nada. En tanto en cuanto haga lo que me dé la gana al escribirla.

–Te apasiona El Quijote. Recuperemos un pasaje de las novelas cervantinas: ¿Si tuvieras que salvar algún best seller de una quema, cuál escogerías?

–Hay cosas extraordinarias entre las obras más vendidas. 2666 de Bolaño es un best seller en Estados Unidos. Eso sigue alimentando el fantasma de la literatura. De repente libros extremadamente literarios se convierten en fenómenos comerciales. Eso hace que los editores no sepan qué publicar [risas].

–Consideras que a Cervantes también le tildaron de surrealista en su época.

–Lo primero que hay que decir de Cervantes es que era pobre. Esa relación entre literatura y pobreza hay que recordarla. La idea del escritor rico es muy reciente. El mayor narrador de la historia de la literatura fue un hombre que malvivió. Quiero decir con esto que la literatura conlleva sacrificio. Defiendo a Cervantes como un novelista de una complejidad extrema. La novela más posmoderna que se ha escrito es El Quijote. Ni yo ni nadie ha hecho cosas que no hiciera ya Cervantes. El problema es que hay gente contemporánea que hace cosas que Cervantes nunca hubiera hecho en su tiempo por considerarlas baladíes. Ese es el problema. Miguel de Cervantes Saavedra es el narrador más posmoderno de la literatura.

–¿A Cervantes también le han institucionalizado?

–Le han institucionalizado la idea de El Quijote, pero la gente no se ha leído la novela. La gente conoce el icono de Don Quijote y Sancho, pero no lo que ocurre en esos dos libros.

–Entrevistamos al periodista Guillermo Fesser y nos confesó que El Quijote es una obra que le gusta bastante. Comentó que el problema que teníamos en España es que casi nadie la había entendido bien porque todos queríamos ser Quijote y nadie se preocupaba por ser Sancho.

–A mí siempre me ha atraído la figura de Cervantes, tanto lo que representa su trabajo como su vida. Su vida es oscura, compleja y misteriosa. ¿Cómo un hombre que llevó la vida que tuvo él desarrolló esa indulgencia con los seres humanos? El Quijote es muy comprensivo a la hora de valorar la vida humana, tiene hasta una mirada cariñosa.

–¿Un escritor pobre se ríe mejor de su mundo?

–[Ríe] Bueno, la literatura de humor en España sigue teniendo ciertos problemas en el sentido de que hay gente que aún cree que debe ser grave y solemne, tratar temas de mucha gravedad.

–Y no puede aparecer la palabra YouTube en una novela.

–Por ejemplo y tampoco se pueden poner muchas cosas más. En el país de CervantesBuñuel y Berlanga no deja de ser extraño que ocurra esto.

–Un país en el que nos jactamos de ser los más graciosos del mundo.

–Pues resulta que la que se toma en serio es la literatura que va de seria. El humor literario está visto con prejuicios y muchas cautelas.

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–En Los inmortales (Alfaguara, 2012) a los personajes que resucitas para otorgarles la vida eterna los alineas en parejas. ¿Es una referencia al dúo Quijote-Sancho?

–Es un homenaje explícito a Cervantes, sí.

–En todas las parejas hay además uno que lleva la voz cantante y otro que se dedica a seguir los disparates del cabecilla.

–Es también la idea de la amistad, de que si no hay otro no hay nada. Lo divertido es que seamos dos, no uno solo. La vida concebida como un diálogo con alguien. En el caso de El Quijote la gente olvida que es un diálogo entre dos que son del mismo pueblo. Eso es importante.

–Vienen del mismo lugar de la Mancha aunque sean de estratos sociales diferentes.

–Son del mismo pueblo y se van por el mundo a dar vueltas. Tienen el mismo origen.

–¿Es una road movie a caballo y asno?

–Total. Es la primera road movie. Por lo menos la más moderna. ¡Y tampoco tiene argumento! [Ríe] Son episodios que van ocurriendo. Es verdad que al final muere el Quijote, como desenlace sí que funciona, pero no tiene esa idea decimonónica que tanto le gusta a tanta gente. En El Quijote no hay intriga.

–En tus clases de Literatura…

–… ya no ejerzo. Lo he dejado.

–Pensaba que aún sí.

–Bueno, hace relativamente poco que lo he dejado.

–¿Hablabas más de Benito Pérez Galdós o de Lou Reed?

–Hombre, el temario te obliga a hablar de Galdós

–¿Pero?

–En la medida de lo posible sí que hablaba de la cultura contemporánea, claro.

–¿Cómo se quedaban los alumnos?

–A los alumnos en realidad les interesa más Lou Reed que Benito Pérez Galdós. A mí, también. Eso es incuestionable. Lo contrario me parecería una marcianada. ¿Cómo me va a interesar más Galdós que Lou Reed? ¿Flaubert que Lou Reed? Y digo Flaubert por no poner un escritor español, que parece que si es francés te tiene que interesar mucho más.

Javier Calvo nos dijo que el problema que tiene España con la literatura es que en este país solamente varias docenas de personas pueden vivir exclusivamente del oficio de escribir. 

–Es cierto. El problema que tiene la literatura en España es que cabe muy poco la profesionalización. Hay muy poca gente que pueda vivir de ella. En los años 80 empezó a profesionalizarse el escritor y esto se mantuvo hasta 2008, cuando la crisis entró en el mundo del libro y desarticuló este proceso. Es algo malo porque si el escritor tiene que ganarse la vida de otra forma va a escribir peor por una sencilla razón: tendrá menos tiempo. Los libros se escriben con tiempo y con mucho trabajo. Escribir libros buenos cuesta mucho. La calidad de la literatura se va a resentir.

–¿Al poder económico y político que gobierna España –vamos a poner el corte en la Transición, aunque sabemos que ciertas sagas vienen de lejos– le interesa que no haya escritores profesionales?

–Creo que ni se lo plantean. Los escritores en España no molestan mucho. No molestamos casi nada, ¿no? No decimos nada impertinente. En ese sentido da más aún que pensar lo que he dicho antes cuando he llamado arqueología a la literatura. No les resultamos molestos al poder. Podemos y su inesperada aparición como agrupación política sí que le ha resultado molesta al poder. Les he dedicado varias entradas en el Facebook porque me llama la atención que haya aparecido algo que realmente sí molesta. Molesta de manera sólida, contundente y por igual a los dos partidos mayoritarios, además de a otros partidos.

–En enero preveías el ascenso electoral de UPyD e Izquierda Unida, pero en las Europeas ese pastel se lo comió casi exclusivamente Podemos. 

–Me parece un fenómeno ilusionante. No entraré en valoraciones de si su programa es de una manera o de otra. Solo digo que es ilusionante que haya pasado algo políticamente en un país donde la política estaba esclerotizada. Es saludable que los políticos profesionales tengan que repensar su situación. Eso está bien.

–En Los inmortales te recreas en explicar cómo tus personajes pierden el culo por comprar la mejor lavadora o la mejor cerveza, entrando en una espiral de esnobismo que se acerca a lo delirante. ¿Esa descripción de la situación decadente del sistema capitalista que hacen tus libros no es una crítica que pueda molestar a los poderosos?

–Bueno, entiendo que mis lectores ya están ganados contra el poder. Alguien que compra uno de mis libros ya sabe lo que hago y no está moldeado por el poder. Le hablo a gente iniciada, como si dijéramos. En teoría, creo que mi literatura sí es molesta. En España hay una serie de escritores que hacemos una literatura molesta, pero tampoco nos dan mucha cancha. A veces nos hacen caso, pero no nos leen. Si nos leyeran, seguramente nos maltratarían más.

–¿Sois presos de la distribución de vuestros libros, de vender lo suficiente para poder publicar el siguiente?

–Lo que ocurre es que la literatura que hago precisa de un lector que esté dispuesto a flexibilizar su visión de las cosas porque va a generar siempre un problema moral. Si es moralmente inflexible, tendrá problemas. Mis libros requieren de un lector dispuesto a modificar el sentido y el orden moral de la vida.

–Aquí veo una declaración novedosa: no pides que el lector sea más culto sino más flexible. Yo creo que esa flexibilidad a la hora de pensar es la que debería enseñar la Educación y sin embargo las leyes de enseñanza se han cambiado más de media docena de veces desde que murió Franco.

–Yo pido flexibilidad moral, efectivamente. En realidad la cultura es flexibilidad moral. El concepto más político de la cultura sería el de la tolerancia. La Educación está siempre cambiándose y modificándose. Ahora lo ha hecho un señor [el ministro José Ignacio Wert] que no tiene el apoyo de nadie. La gente le dio el voto al PP por una cuestión económica y no para que cambiaran las leyes educativas o electorales. El PP se ha creído que los españoles tenían problemas con el matrimonio homosexual, el aborto y la educación cuando solo tenían un problema económico. El PP ha aprovechado para meter una dosis reaccionaria en el país, algo completamente insospechado. A ver qué pasa.

–Las críticas hacia la gestión cultural del ministro Wert que más repercusión han tenido vienen desde el cine. ¿Crees que la producción cinematográfica española es igual de crítica que los discursos que escuchamos en las galas?

–La gente del cine hace estupendamente bien en meterse con lo que está haciendo Wert y él tiene que aguantarse que para eso es ministro. Me parece increíble que los artistas no pueden expresarse públicamente en clave política. Si a los cineastas no les gusta Wert será por algo, que se lo haga mirar. Respecto a la producción audiovisual: es nuestro cine y es lo que hay, tal vez podría ser mejor, pero en cualquier caso siempre defenderé el cine español como también defenderé siempre la literatura española. Desde luego, si el cine español decide tener un protagonismo político me parece estupendo. Todo lo que hacemos es política. Wert va a sacar adelante una ley de educación que no la apoya nadie. Ningún intelectual español de relevancia la apoya. Es verdaderamente surrealista.

–¿El cine actual resistiría a la comparación con una película escrita por Rafael Azcona y dirigida por Luis García Berlanga?

Berlanga era un genio. Ese es el problema. Cuando hablamos de la genialidad entramos en otro terreno. El cine de Berlanga, además de ser crítico con su tiempo, era genial. Era una creación artística de primera magnitud. Aquí hay grandes cineastas en estos momentos. Almodóvar es un gran cineasta, por ejemplo. También está muy mal visto y es uno de los grandes genios de la cultura española actual.

–¿Tu película de Berlanga favorita?

El verdugo. La he visto cincuenta veces. Me parece una película genial, es una de las grandes creaciones artísticas españolas del siglo XX. Una obra de humor.

–¿Tenemos complejos para reconocer nuestros activos culturales más allá de los estereotipos que forman eso que se conocería como marca España?

–Tenemos muchos complejos culturales, este es un país que necesita que a un creador se le reconozca fuera para que aquí le acaben dando el beneplácito. Si no lo reconocen fuera aquí somos incapaces de valorarlo por nosotros mismos, cosa que los franceses no necesitan porque ya tienen en buena estima su producción cultural. Aquí Almodóvar no tendría el estatus con el que cuenta si no le hubieran premiado tanto en el extranjero. Por eso hago tanto hincapié en el caso de Berlanga, que no goza de tanto aplauso europeo y americano porque hizo un cine más local. Berlanga no es una figura tan universal, pero él me parece tan genial como Almodóvar o Buñuel si no más.

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–¿Por qué esa diferencia tan abismal con los franceses a la hora de valorar la cultura propia? A nivel político, España se ha desarrollado como estado durante siglos a imitación de Francia. 

–La Guerra Civil española destruyó la idea de una identidad nacional de carácter cultural, una idea de cultura española que resultase satisfactoria para todo el mundo. La derecha se quedó con el patrimonio de la idea de España y a partir de ahí estamos donde estamos. Es un problema grave. Tenemos un problema con nuestra identidad nacional por culpa del franquismo. Yo hice el bachillerato en una España democrática y me hablaron de CernudaMachado o Lorca, pero creo que no enseñamos Literatura en escuelas e institutos, solamente damos su historia. No es lo mismo una cosa y otra. Si a los chicos les enseñaran Literatura les interesarían más las novelas, el teatro o la poesía. Entiendo que a un chaval no le importe Góngora. ¿Si no me importa a mí, cómo le va a importar a un chaval? ¿A quién demonios le importa Góngora? ¡Para qué vamos a decir lo contrario! Estamos en otro momento histórico y hay gente que no quiere admitirlo y se pone a decir que somos unos indocumentados, ignorantes e incultos, pero yo entiendo que a los chicos no les importe la historia. Cuando era profesor de instituto y un día puse en la pizarra ‘Edad Media, siglo X-siglo XV’ tuve una especie de iluminación y me dije: «Esto es mentira». ¿Cómo van a ser 500 años de tiempo histórico una sola edad? El problema de la enseñanza es que es una caricatura grotesca de lo que a los profesores les cuentan en la universidad. Los profesores que dan clase en los institutos suelen ser licenciados en Filología Hispánica, una licenciatura que solamente te enseña Historia de la Literatura. En cambio, tú pones un poema de Bukowski en la pizarra y eso sí que les interesa a los chicos. Le pones uno de Góngora y no les interesa. ¿Qué haces?

–¿Bukowski les habla del mundo que conocen?

–Claro y lo que no puedes hacer es negarle a un chico el acceso a la literatura por interponerle la historia. Si le interesa Góngora lo acabará leyendo, pero no se lo pongas primero porque le vas a matar. O no le pongas a leer el Poema del mío Cid porque es un santo coñazo. A mí no me interesa en absoluto.

–Te interesa más que el viaje literario se haga del presente al pasado.

–Me interesa lo que está pasando hoy. En algún momento ya me interesará la historia de la literatura, pero antes me tienen que enseñar que la palabra escrita despierta emociones. Antes era distinto. La España que yo viví era un país subdesarrollado culturalmente y por esa razón se llevaba tener una mirada más sagrada hacia nuestros autores del pasado. Ahora podemos hacer y decir lo que nos apetezca. Recientemente, Luis Alberto de Cuenca decía en La Vanguardia que si hoy no se lee poesía es porque algunos poetas son unos auténticos pestiños y estoy muy de acuerdo. La poesía siempre ha interesado, pero mucha gente no les lee porque lo que dicen no le interesa a nadie. ¿Si no me interesa lo que escribes por qué te he de leer? ¿Porque eres el santo patrón de la cultura? No me interesa lo que escribes, chico, me voy a hacer otra cosa. No tienes que rasgarte las vestiduras al escucharlo. Tú puedes decir que lo que escribes es poesía, pero a mí no me lo parece. Yo soy poeta y hay poesía que me resulta aburrida. Imagínate a los lectores.

–¿Sin Facebook puede vivir un escritor hoy en día?

–Siempre me ha interesado Facebook como elemento de creación literaria. En realidad todo es literatura si se da una comunicación emocional y artística. Todas las entradas que he hecho en Facebook han tenido un carácter de creación, salvo las que son meramente publicitarias. Me divierte hacer literatura allí porque enseguida es recibida. Escribes y a los tres segundos ya hay alguien recibiéndolo.

–¿Has probado alguna vez a publicar algún fragmento de un libro en construcción para ver cómo respiraban tus lectores?

–De alguno en construcción, sí. Cosas que estoy escribiendo las he metido en Facebook para ver cómo las valoraban, sí que lo he hecho.

–¿Y qué peso tienen las opiniones a la hora de corregirlo?

–Me pueden dar cierta orientación de cómo es entendido. Uno nota que en España hay una dificultad para entender la ironía. Muchas cosas que cuelgo en Facebook son puras ironías y hay lectores que se creen que estoy diciendo lo que estoy diciendo y no advierten el matiz irónico, lo cual es un poco triste porque un país que culturalmente no conoce la ironía corre el riesgo de tomárselo todo en serio. Eso es muy peligroso. Tomárselo todo en serio es dar cabida a un solo discurso sobre la realidad.

–¿Se puede hacer broma con la independencia de Catalunya?

–No se puede. No se puede hacer un análisis irónico de ese nacionalismo. Pierdes amistades. El nacionalismo catalán es un tema de un sentimentalismo tan poderoso que si lo tratas automáticamente pierdes amigos. El nacionalismo español se puede tratar y todo el mundo se ríe de él como del francés o el americano. Pero con el catalán, como hay tanta visceralidad y como la gente no se sabe despegar…

–¿Esa visceralidad es otro producto capitalista? ¿Está de moda ser visceral y nacionalista?

–Es el fruto de treinta años de educación nacionalista. Ahora, con el tema de la consulta, está muy de moda opinar, pero a mí no me interesa mucho el tema catalán. Siempre hay que hablar de lo mismo. Hace diez años había que hablar del tema vasco y ahora es el tema catalán. No me interesa, ni en un sentido ni en otro. Sé que hicieron la Diada, pero es algo que no sigo.

–Te detienes a resaltar la estatura, el peso y el número de zapato que calzan los vampiros urbanos que protagonizan las tramas de los relatos de tu libro (DVD, 2002; Salto de Página, 2014). Son seres deformes, exageradamente grandes, parecidos a las figuras que pintaba el último Goya. 

–Los vampiros que me invento son seres solitarios y deprimidos, pero muy humorísticos. Es como un desasosiego moral que se convierte en depravación humorística. Ese desasosiego se acaba convirtiendo en ironía. Yo no puedo prescindir del humor. Antes me preguntabas por el nacionalismo catalán. Yo advierto ahí ausencia de humor, al contrario de lo que ocurre con el español, el francés o el americano. Si no me dan los márgenes del humor me siendo muy incómodo, es como si me impidieran el desahogo de la inteligencia. El humor es el respiro de la inteligencia, cuando esta dice: «¡Por fin!». Por eso siempre reivindico a Cervantes, que nos enseñó a tranquilizarnos con la risa tolerante para despegarnos de las cosas. Me siento cómodo con esa tradición y con la gente que es capaz de entender su vida riéndose de sí mismos. Sin eso me resulta muy difícil entender la vida.

–¿La deformación de los cuerpos es solo una manera de provocar la risa? Hay otro pasaje en Los inmortales en el que Picasso y Van Gogh acaban en una fiesta privada con mujeres gordas.

–En la deformación de los cuerpos físicos hay una crítica al capitalismo desde el humor. No soy un filósofo que escriba un manual de 500 páginas. Todo es capitalismo y quien quiera estar fuera, está muerto. El capitalismo es una religión y estoy convencido de que se estudiará dentro de tres siglos como una forma religiosa de ordenación de las cosas, no como una forma económica. Hay algo religioso en el capitalismo; si no, no se puede explicar lo que está pasando ahora mismo en el mundo. Una forma de suicidio lento es la obesidad, engordando, engordando y engordando hasta morir. Es una manera de manifestar físicamente el dolor. En ese capítulo de Los inmortales pintaba a unas mujeres gordas que comían y comían intentando así hacer visible su dolor.

–¿El estar en un momento bisagra en el que la supremacía mundial parece pasar de manos estadounidenses a chinas os hace a un grupo de escritores contemporáneos situar vuestras novelas en un futuro próximo? 

–Me gusta hacerlo porque si planteas una trama novelesca o un relato en el 2080 o en el 2325 evidentemente nadie sabe cómo serán esos años, pero ese juego te ayuda a iluminar el 2014, que es donde estamos. Yéndote al futuro y describiendo algo que pudiera darse lo que haces es explicar el presente. Es la parte de la ciencia ficción que me interesa, utilizar narraciones distópicas porque se notan las deformidades e imperfecciones de nuestro presente histórico.

–¿Crees que el comunismo puede ser aún reivindicado o en Los inmortales ya dejas claro que es material para ironizar? 

–Es una representación totalmente pop la que hago del comunismo. Warhol ya pintó a Mao. El comunismo tiene que entrar en la dinámica de convertirse en arte. Me apetecía pintar comunistas divertidos y catatónicos, que es lo que hago en Los inmortales.

–Si te digo Luis Cernuda, ¿qué contestas?

–Es un gran poeta español al que trataron muy mal. Le fue fatal, pero es uno de los grandes. Él vivió unas circunstancias bastante desagradables, vivió la guerra y el exilio, además de una falta de comprensión de su obra mientras la escribía porque hacía una poesía distinta a la de su generación. Lo sabía y eso le hacía sentirse mal. No le fue bien ni en la vida ni en la literatura. También es verdad que a veces se excedía en su malhumor. No había razón para tanto, pero era un moralista.

*Vilas 7

–Recuperando el asunto de la estatura de los vampiros, he visto que el pasado julio durante una conferencia sobre Paco Umbral dijiste que te había sorprendido un dato físico del escritor que te había desvelado su viuda: medía 1,87. Manuel Jabois, que también estaba en aquella mesa de ponentes, escribió en El Mundo que no fue capaz de articular palabra durante el resto del coloquio: se había quedado impactado.

Umbral era vesánico. La visceralidad siempre le sienta bien a la literatura y la hemos perdido. Ya no hay escritores así. Umbral sí que resultaba molesto. A mí me gustaba su radicalidad porque siempre era entretenido leerle. Ahora hay muchos escritores en los periódicos totalmente anodinos, ya sabes lo que te van a decir.

–Decías que en Facebook hay material literario. ¿Queda en la prensa?

–La prensa ha desterrado a la literatura. Solo hay gente que da opiniones amables. Umbral fue el último dinosaurio que opinaba vesánicamente. Es todo muy esperable en el reino de lo políticamente correcto, un reino muy bonito y con el que todo el mundo está de acuerdo pero que resulta muy aburrido. Tú no puedes insultar a nadie, pero es tan aburrido ser políticamente correcto… ¿Cuál es el problema de la literatura? El aburrimiento. Como ciudadano estoy de acuerdo con la corrección política (no puedes insultar ni maltratar a la gente porque piense de una manera o de otra), pero yo no puedo escribir con barreras.

–La corrección política muchas veces se vende como la guardiana del respeto, pero frecuentemente sirve para enterrar los problemas y las pasiones.

–Por eso la literatura, que es el reino de las pasiones y los instintos, que es el reino de la vida, se lleva muy mal con lo políticamente correcto. Desde el punto de vista literario, acaba siendo aburridísima una prensa con unos columnistas muy aseados.

–¿A quién se le guarda el respeto siendo políticamente correcto?

–A una idea general de la utopía. A un viva la gente.

–Los excesos de poder y las diferencias sociales siguen sobre el tablero.

–Pero la gente los diagnostica desde lo políticamente correcto. Nadie hace columnas transgresoras, en primer lugar porque los periódicos tendrían problemas para publicar cierto tipo de periodismo. Mis entradas de Facebook no las publicaría nadie en la prensa española por incorrectas y por no sé cuantas cosas más. La maravilla de la red es esta: ha sustituido al periodismo canónico y esperable. Todo el mundo sabe lo que te van a contar los periódicos tradicionales.

–¿Cuándo se jodió la prensa?

–[Risas] ¿Cuándo se jodió el Perú? [Risas] Cuando se puso del lado del poder y de una sola idea de la política y de la sociedad y cultura.

–¿Le pones una fecha en España?

–Creo que empezamos a darnos cuenta de que se podía ver el mundo de muchas formas cuando apareció la red. Internet lo ha movido todo. Cuando me levanto por la mañana no miro el periódico en papel. Miro Facebook y cosas que sé que me interesan. Ya sé qué me van a contar las principales cabeceras españolas. Se ha generado una alternativa: el mundo de Internet ya es más real que el que ofrece la prensa en papel. Esto lo lleva muy mal el periodismo tradicional. ¡Que se jodan!

–¿Con Botín se ha visto claramente?

–¡Se ha visto claramente! Los medios oficiales a Botín lo han ensalzado y en cambio en Facebook y en la red la idea de Botín era otra. Tu observación está muy bien: es muy gracioso ver lo que se decía en Informe Semanal de este señor y lo que corría en cambio por la red. Había dos botines, ¿qué pasa ahí? Eso no había ocurrido nunca. La prensa oficial y los medios de comunicación estándar han dado una visión de él como el gran banquero que llevó al Santander a la cima mundial de los grandes bancos. Un gran hombre. En las redes se preguntaba la gente de dónde se puede sacar tanto dinero, planteando además si se puede ser honrado acumulando millones y millones de euros. ¿De dónde viene esa fortuna, a quién ha robado, a quién se lo ha quitado? Esas eran las preguntas que se lanzaban. Las dos visiones son posibles, pero antes solo teníamos una. Ahora tenemos dos, tres, cuatro… Y eso es bueno.

El País. La información de los 6.000 millones de euros que la familia Botín ha tenido ocultos y sin declarar en Suiza, antes de regularizarlos gracias a la amnistía fiscal de Montoro, aparecía en el último párrafo del obituario. En cambio, el patrocinio del Santander por valor de 700 millones de euros a las universidades españolas durante los próximos cuatro cursos era explicado con todo lujo de detalles en una pieza informativa independiente.

–Ten en cuenta que el problema está en mancharse las manos. Cuanto más te metes en el sistema más dependes de él. Esos periódicos tienen publicidad del Banco Santander. Y así está todo. Es en la red donde la gente no tiene nada que perder y te encuentras opiniones que no están marcadas por alguna determinación. Toda la prensa oficial tiene sus compromisos. ¿En qué lugares no hay compromisos?

–Hablas de la independencia de la red, pero ese sistema se reproduce después en cada ciudadano. Todo el mundo puede guiarse por sus compromisos sociales, laborales, familiares…

–Todo el mundo los tiene, efectivamente. Los grandes compromisos del capitalismo a nivel sistémico se reproducen a nivel individual, desde la parte más alta de la pirámide a la más baja. Los grandes periodistas españoles tienen sus conexiones con la banca española, la banca con los políticos, los políticos con la monarquía, esta con la cultura, la cultura con la universidad… Son esquemas de grandes amalgamas de conexiones. El ciudadano no llega a esas cotas pero tiene sus conexiones. Uno tiene que llevarse bien con sus compañeros de trabajo, con sus familiares y etcétera. El gran invento de la literatura es poder deshacernos de esos compromisos y escribir sin que todas esas historias sean determinantes. Por eso escribo lo que escribo. Es el único sitio donde no funcionan estas determinaciones y anquilosamientos de nuestra libertad.

–Saltemos a la música. Siempre te preguntan por Lou Reed, ¿pero qué te parecieron los Beatles?

–Hombre, me gustan, pero no son la Velvet Underground. Los Beatles están bien, es una nostalgia histórica. Innovaron a su manera, pero no como la Velvet. Lou Reed fue diferente por todo. Los Beatles eran blandos y cantaban canciones absolutamente patéticas: «She loves you, yeah, yeah…» Las letras eran lamentables y Lou Reed era otra cosa. Los Beatles aprendieron y cambiaron, ojo. Cuando vieron las letras de Bob Dylan se transformaron, aprendieron la lección. Al principio eran como lo que teníamos aquí, aquel rollo de Fórmula V, pero en británico. Al final sí que hicieron discos interesantes, pero lo de la Velvet Underground no lo hizo nadie. Una música como aquella sí que era revolucionaria.

–¿Tiene heredero Lou Reed?

–Creo que nadie puede ser su heredero. También es verdad que no sigo mucho la música actual. Soy una persona muy dedicada a sus obsesiones. A mí me obsesionan Lou Reed y su voz. Cuando algo me gusta, me gusta en exclusividad. Reed me parece uno de los grandes genios de este tiempo. Su legado musical va a perdurar y crecerá con el tiempo.

–Ya que la entrevista se desarrolla en Zaragoza parecería pecado haber mencionado a Luis Buñuel solo de pasada, que además de paisano tuyo es otra de tus obsesiones confesas.

–Su cine es enorme. Es un gran humorista, otro más, uno de los grandes del siglo XX. Mi último suspiro es un libro divertidísimo. La gente debería leer más ese libro y leer menos alguna otra cosa [ríe]. Ya que nombras Zaragoza, he de decir que debe ser tras Madrid y Barcelona la ciudad española donde haya más escritores en ejercicio. Durante un tiempo sí que se pudo vivir de este oficio fuera de las dos grandes ciudades españolas, pero ahora se ha vuelto más difícil. Pienso que si se hubiera invertido mejor, habría mejor cultura en las capitales provinciales de este país. Esa inversión pública se tendría que haber hecho de forma silenciosa y no tan vistosa. Un buen gestor cultural debe tener paciencia y generar cultura a largo plazo. En tres años no se puede hacer nada, ni siquiera poner las bases. Debe tener tolerancia e intuición para saber qué es lo relevante en cada momento histórico. Un gestor cultural debe darse cuenta de quién está haciendo esas cosas, no promocionar lo que institucionalmente ya se diagnostica como relevante. Para eso no son necesarias muchas luces.

*****Vilas 4

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