Disney nos hizo mucho daño. En la sabana africana, Mufasa, el rey, y sus leonas vivían en un status quo con el resto de animales. Vosotros nos rendís pleitesía y dejáis que os comamos y todo funcionará bien, el ciclo de la vida seguirá funcionando y el sistema seguirá en orden: los leones arriba, el resto debajo. Pero, como decía Zazú, “hasta en las mejores familias existen las ovejas negras”. Scar, que ya de primeras es la versión leonizada del taciturno Jaffar (el malo de Aladín), no tenía del todo claro si el sistema era justo. Aunque desde el minuto cinco de la película ya se le comienza a ver como un tirano ególatra con sed de poder, si profundizamos un poco podemos leer otro mensaje: Scar apoya a las hienas. ¿Qué representan las hienas en la sociedad de El Rey León? Los marginales, los que pasan hambre. Feas, sucias y hediondas. El hermano malo les da esperanza para salir del pozo de inmundicia donde viven, les da la oportunidad de equipararse a los leones. ¿Cuál es la enseñanza de Disney? Que si apostamos por salirnos del sistema, la consecuencia puede ser aún peor: hambrunas, Scar a modo de Hitler y la antigua minoría (leones) sufriendo porque se les ha equiparado al resto, es el caos. El nuevo sistema colapsa, no funciona y tiene que llegar Simba melena al viento para volver a poner a todos en su sitio: minoría (leones) arriba y mayorías (hienas y resto de animales) debajo. Deja todo como está y no toques nada, ya se encargan los de la cúspide de la pirámide alimenticia. Déjate de aventuras, la igualdad no existe.
El Rey abdica. En España abdica el rey pero ningún político se despega de la silla. Ningún político es capaz de dimitir. De hecho, dimite hasta un Papa antes que un político de la casta. Estamos ante la verdadera transición. La democracia a España no la trajo el rey, la trajo el pueblo español. El pacto de la Transición ha estallado por los aires. El pueblo no eligió a Juan Carlos, fue una imposición de Franco en un alarde paternalismo ante el temor de que se proclamara una nueva República a su muerte. Ante unas europeas que han reventado el espectro político en España, el monarca ha aprendido la lección y ha gastado su última bala para mantener los privilegios de su familia: o abdica ahora y pone una cara joven como la de Felipe al frente, o en las siguientes Elecciones Generales puede escenificarse el batacazo del Tripartidismo (PP, PSOE, Corona). Tal y como ha señalado el ciudadano Juan Carlos, “Felipe (VI) representa la estabilidad” ¿Pero, estabilidad de quién, de todos o únicamente del tripartito? ¿Sabemos realmente qué es una República bien aplicada? ¿Seríamos capaces de asumirla?
La proclamación de una República no significa únicamente votar cada cuatro años a nuestro Presidente (Mariano Rajoy sería nuestro Primer Ministro). La República significa horizontalidad ante la verticalidad. La res publica que denominaron los antiguos romanos, la “cosa pública”. La “cosa” de todos, sin distinción por haber nacido en tal o cual familia. República es decencia, es transparencia, es decisión colectiva, de mayorías, jamás de minorías. En una República, una familia no vive a costa del sudor del resto de ciudadanos. En una verdadera República, la justicia es igual para todos, no hay cabida para urdangarines, blesas o mufasas. Una República no es “tanto tienes, tanto vales”, es “tenemos esto, es de todos y lo elegimos entre todos”. Pero, ante todo, la República es implicación. Si no somos capaces de arrimar el hombro y construir entre todos una sociedad más justa y equitativa, la República habrá fracasado.
Ya se están convocando, sobre todo por parte de los partidos de izquierda (IU, Podemos, Equo…), manifestaciones en pos de un referéndum para poder elegir el futuro de nuestro país. El futuro que pertenece a los jóvenes. ¿Queremos seguir viviendo en la Edad Media a nivel institucional? ¿Queremos mantener a Simba o queremos comenzar a dignificar la palabra democracia? Que nos pregunten: ¡Referéndum!