Me acuerdo de que, años atrás, les comentaba a algunos amigos de la península que en Ibiza casi todas las chicas hacían topless, que mis amigas y conocidas hacían topless delante de sus amigos y que era una cosa normal. Les decía que también era normal ver a mujeres de fiesta enseñando las tetas por la calle o muy ligeras de ropa, pero que nadie se lanzaba en manada a manosearlas. Era y es normal para los isleños ver a amigas en topless, con las tetas al aire en la playa. Entonces, cuando comenté esto, vi que mis amigos se ponían nerviosos, sonreían suavemente, empezaban a sudar y sus ojos reflejaban perversión, posiblemente al imaginarse a sus amigas en topless y a mujeres ligeras de ropa por la calle. Por aquel entonces yo no lo sabía, pero ahora sé que eran carne de cañón para la fiesta de La Virgen de los Desamparados, también llamada San Fermín.
A las fiestas de San Fermín llegan jóvenes de todas partes del país y del extranjero. Van a beber hasta el coma etílico, a bañarse en un frenesí de alcohol y otras sustancias. A pasárselo bien con los amigos, correr delante de los toros y a conocer a gente, pero, ante todo, van a ver y a tocar teta. Esto es así. Algunos hacen un largo camino desde el pueblo para hacer esto. Parece que algunos hasta madrugan para entrar a la plaza a pillar un buen sitio donde ver en primera fila pasar a la primera virgen de los desamparados, pero sólo los jóvenes más ágiles y aguerridos, llegan a tocar teta cuando la virgen se levanta la camiseta y todo se hace silencio por unos segundos. Algunos se quedan boquiabiertos ante el milagro, otros sueltan alguna que otra lagrimilla; algo normal si tenemos en cuenta que habrán pasado incontables noches pensando en aquellas tetas deseosas de ser tocadas y rezando fielmente a su virgen. Posiblemente se hayan entrenado durante todo un año para poder saltar y tocar la teta después de años volviendo al pueblo derrotados, con la miel en los labios, al lanzarse en un último esfuerzo para tocar la teta y encontrarse seis manos, una encima de otra, en cada pecho de la virgen.
La virgen sale alegre, deseosa de obrar el milagro y festejar la vida, ante hormonas con patas y devotos, sabiéndose poseedora del poder y del milagro; y siendo el centro de atención del mismo. Está contenta porque da agua a los sedientos, comida a los hambrientos y tetas para los pervertidos. Feliz y generosa al compartir sus pechos con los desamparados y desesperados por catar unos. Feliz por hacer realidad esos sueños húmedos de los jóvenes pajilleros perdedores. Los jóvenes contentos, excitados y boquiabiertos intentan guardar esa imagen en la retina porque probablemente hasta el año que viene no verán una teta, por eso echan vino al aire agradecidos a la virgen de los desamparados.
Como buena virgen no sale sola; y aunque no sale bajo palio, tiene a un buen costalero que la lleva a hombros. Costalero como eufemismo de pagafantas, porque ese pagafantas que lleva a una mujer a hombros para que otros le toquen las tetas merece que alguien le dedique una tesis doctoral.
Hay que tener cuidado con los jóvenes gañanes que no logran tocar teta, porque luego se ponen a tocar a mujeres que no quieren ser tocadas. Se ponen a tocar las tetas de mujeres que quieren enseñarlas pero no que se las toquen. Incluso desgarran los ropajes a las jovencitas como si de una jauría de hienas ante una presa se tratara. Hay que tener cuidado porque nunca se sabe hasta dónde puede llegar la frustración de no ser lo suficiente aguerrido como para tocar las tetas a las que se dejan. La frustración de saber que San Fermín es la única forma que tienen de ver una teta. La alegría de saber que no se van a lavar la mano en un año y que otros jóvenes del pueblo los verán con envidia.