Gonzalo Higuaín es un gran delantero. Rápido, fuerte, con buen juego de espaldas y con técnica para combinar con sus compañeros. Sin embargo, al exjugador del Real Madrid y River Plate, actualmente en las filas del Napoles, siempre le ha perseguido la fama de delantero fallón en los partidos decisivos. Un tema que le achacaron constantemente sus detractores en el club de Chamartín y que ahora, tras el fallo en la final del Mundial ante Alemania, ha vuelto a la actualidad.

Corría el minuto 21 de la gran final de Maracaná. Argentina, muy agresiva desde los primeros minutos del partido había conseguido desconectar a una Alemania que era incapaz de conectar con su fútbol de toque que había destrozado a Brasil en semifinales. El medio del campo alemán, donde se cuece todo el fútbol, no lograba jugar con calma y Kroos era el vivo ejemplo de ello. Y llegó el momento clave. El teutón, nuevo jugador del Real Madrid, cabeceó hacía su portero, Manuel Neuer, de forma incomprensible un balón perdido en la medular. El cuero superó a Matts Hummels y cayó manso a los pies del Pipita Higuaín, que se encontraba solo. Un bote, dos botes, los hinchas aguantando la respiración, y el resultado ya lo sabe todo el mundo. Higuaín, no remató mal; le pegó fatal y su disparó se marchó muy lejos de la portería germana en una acción que podría haber cambiado la historia reciente del fútbol.

El resultado ya lo saben. Alemania campeona del mundo y Argentina, con un Messi desaparecido en combate (el Pipita no fue el único culpable del resultado final), tendrá que esperar otros cuatro años para reeditar la gloria maratoniano del 86. Y mientras quedará para siempre en la memoria colectiva de los hinchas argentinos la imagen de un Higuaín que a la hora de la verdad, sigue peleado con el gol en los momentos claves. No en vano, desde que saliera de River Plate en dirección al Real Madrid siempre le ha perseguido el mismo fantasma. Es cierto que con los datos en la mano es uno de los mejores goleadores del planeta, aunque también es verdad que sus dos primeras temporadas en el Bernabeu solo consiguió 11 goles en 57 partidos. Al principio Capello lo utilizó en la banda derecha, donde arrancaba más aplausos por su coraje que por su habilidad con la bola. Para Schuster fue más un recambio de Van Nistelrooy Raúl que un titular indiscutible.

Sin embargo, aquel joven Higuaín de solo 20 años levantó dos ligas que llevaron su firma: en la 2006/2007 tiró del equipo en las últimas jornadas, en medio de una remontada insensata e improbable ante un Barcelona en descomposición, y en la 2007/2008 fue el encargado de anotar el gol que dio a los blancos su penúltimo alirón. Lo hizo ante Osasuna en El Sadar. Después, con Pellegrini y Mourinho, un Gonzalo más maduro se afianzaría en el once titular y comenzaría a marcar bastantes goles en Liga. Su efectividad bajaba en Copa de Europa y fueron sus fallos continentales los que le colgaron la etiqueta de prescindible. Con la tarjeta de embarque al Nápoles de Maradona y tras una notable temporada en Italia nadie le movió la silla en la Argentina del asalto al tricampeonato. ¿Peligra su puesto después del fallo ante Alemania en el momento decisivo?

Cardeñosa sostiene la pelota antes de uno de los ocho partidos que jugó con España.

Cardeñosa sostiene la pelota antes de uno de los ocho partidos que jugó con España.

De fallos clamorosos ante el marco rival en España tenemos dos ejemplos históricos. En la memoria de todo hincha español se recuerdan con la vehemencia típica de las tertulias de bar el ‘gol’ de Cardeñosa en el Mundial de Argentina’78 y el fallo de Julio Salinas frente a Italia en el de Estados Unidos, allá por el verano de 1994.

En el primero de los casos hablamos de un ‘no gol’, a la altura del tanto que Pelé intentó convertir desde medio campo ante Checoslovaquia en el Mundial del 70. Lo que falló el centrocampista del Real Betis, Julio Cardeñosa, El Flaco, en el segundo partido de la primera fase del campeonato argentino ante Brasil es el momento más recordado de su carrera. Y es que este extraordinario medio, vallisoletano de nacimiento y bético de adopción, que a pesar de su apariencia frágil destacaba por sus medidos pases al hueco con la pierna izquierda, sus quiebros artísticos y sus remates duros y bien colocados pasó a la historia un 7 de junio de 1978. Involuntariamente. Ocurrió en el estadio Parque Municipal (actual José María Minella) de Mar del Plata a las 13,45. El equipo español entrenado por Ladislao Kubala se enfrentaba a la selección brasileña de los Zico, Cerezo, Dirceu, Rivelino Roberto Dinamita con la obligación de ganar tras la inesperada derrota en el primer partido de la primera fase ante la Austria del gran goleador Hansi Krankl, que llegaba al torneo avalado por la Bota de Oro conseguida con su equipo, el Rapid de Viena. Las urgencias eran mayores si tenemos en cuenta que España llevaba desde 1966 sin acudir a la Copa del Mundo. Se había perdido dos de manera consecutiva y no se superaba la primera fase desde 1950. Realmente, eran otros tiempos.

Contra Brasil, nuestra selección, según las crónicas del momento, hizo un extraordinario partido aguantando el fútbol de toque de aquella selección brasileña que era el germen del jogo bonito que presentó en nuestro país cuatro años después. Agazapados, férreos en defensa y solidarios en el centro del campo el cuadro de Kubala esperaba paciente el momento para lograr la hazaña. Y entonces llegó aquel fatídico minuto 74. Desde la banda derecha, Uría metió un centro larguísimo sobre el portal defendido por Leâo que, con todo a su favor, saltó a por el balón fuera del área pequeña. Pero allí irrumpió Carlos Alonso Santillana, que le ganó la acción al portero con uno de sus saltos prodigiosos, provocando que el balón quedara muerto en el punto de penalti donde estaba el bueno de Julio Cardeñosa con todo a favor para citarse con la historia. La portería estaba desguarnecida y, tras acomodarse el esférico para asegurarse el gol, el verdiblanco tuvo un momento de duda, quizá demasiado tiempo. Tras el temblor de piernas el medio del Real Betis estrelló contra todo pronóstico el balón contra las piernas del central Amaral. Y al igual que con el fallo de Higuaín el resultado ya lo sabe todo el mundo. 

Como recuerda el periodista Carlos Cariño, del diario As, «todo el país estaba paralizado delante del televisor mientras el inolvidable Juan Antonio Fernández Abajo, con voz desgarrada, narraba la secuencia de la jugada. «¡¡Cardeñosaa!!» [saca Amaral], «¡¡Leaal!!» [este segundo remate también tuvo la barrera del zaguero de la canarinha]. «¡Amigooos, qué ocasióoon¡». No hubo gol y España, conmocionada». Y es que el resultado ya lo saben. Empate a cero, España eliminada tras perder una ocasión de oro para batir al ogro brasileño. Una pifia en el peor de los momentos hizo que casi nadie recordara que el papel de El Flaco en Argentina fue muy destacado y reconocido, como demuestra que formó parte del equipo ideal de la primera fase.

«¿Qué se puede pensar en un momento como ese?. Figúrese. Tuve todo el tiempo para pensar. El problema surge porque el campo era nuevo, había llovido y cuando quise contactar con el interior del pie, el balón me bota y se me va tres o cuatro metros. Cuando levanto la cabeza, Amaral estaba debajo de la portería», comentó, ya en 2009, Cardeñosa en una entrevista. «El mundo se me cayó encima después de nuestro insuficiente triunfo contra Suecia [1-0, gol de Asensi] y el poco interés que se tomó Austria en voltear a Brasil [previsible derrota por 1-0] nos dejaron eliminados a las primeras de cambio. Y lo peor de todo es que hoy casi 35 años después me recuerdan la jugada en todo momento. Soy más famoso por no haber marcado ese gol que si lo hubiera metido», comentó uno de los centrocampistas más finos que tuvo el balompié español. De haber marcado contra Brasil tal vez se le hubiesen abierto las puertas de un grande.

El otro gran fallo que forma parte del imaginario popular lleva el nombre de Julio Salinas. Fue en los cuartos de final del Mundial de Estados Unidos de 1994, un 9 de julio, en el Foxboro Stadium de Boston, contra la Italia de Roberto y Dino , Baresi, Maldini, Pagliuca, Donadoni, Conte y un tal Tassotti.

A Estados Unidos se viajó gracias a dos goles de Julio Salinas en Dublín. La clasificación fue agónica.

A Estados Unidos se viajó gracias a dos goles de Julio Salinas en Dublín. La clasificación fue agónica.

Aquel equipo que entrenaba Javier Clemente superó tranquilamente la primera fase, siendo segundo de grupo detrás de Alemania, tras igualar a dos contra Corea del Sur, empatar con los germanos a un gol –con aquel tanto mítico del extremo del FC Barcelona Jon Andoni Goikoetxea– y vencer en el último partido a Bolivia por 3-1. Después, en octavos de final, la que entonces se conocía como Furia Roja barrió a Suiza (3-0) y se plantó en cuartos, donde le esperaba una selección de Italia entrenada por Arrigo Sacchi, un aspirante al título muy irregular, que apenas había podido superar la primera fase por diferencia de goles y que sufrió en octavos para vencer a Nigeria, de remontada y en la prórroga (2-1).

Ante Italia, pues, España tenía todo a favor para superar a un grande de Europa. Pero rápidamente todo empezó a torcerse. Los azzurri se adelantaron con gol de Dino Baggio en el minuto 25 de la primera parte, aunque José Luis Pérez Caminero, el mejor de los nuestros en ese Mundial, igualó a los 14 minutos del segundo tiempo. Entonces, la Furia se lanzó a por el partido y a cinco minutos del final llegaría el momento de la desgracia. Un magnífico balón largo desde la defensa de Miquel Àngel Nadal dejó al Salinas solo ante Gianluca Pagliuca, pero el ariete vasco falló de forma clamorosa. Al igual que Cardeñosa 16 años antes, un mínimo segundo de duda bastó para pasar a la historia de forma negativa. Y es que, instantes después Italia logró el 2-1 a través de Roberto Baggio y luego, el húngaro Sandor Puhl no quiso ver el tremendo codazo con el que Mauro Tassotti rompió la nariz a Luis Enrique.

Ese momento se sigue recordando y se recordará por siempre en España como el símbolo de la maldición de La Roja en los cuartos, antes de los éxitos de La Roja y el tiqui taca. Y es que el fallo de Salinas incluso inspiró un extraordinario cortometraje de Manuel Martínez Soler llamado ¡Julio, pícala!, en el que el protagonista de la historia muere de un paro cardiaco al ver por televisión cómo el delantero vasco remata al cuerpo de Pagliuca. A la pelota le pegó el todavía delantero del Barcelona calzando unas Kelme negras. No han pasado tantos años como desde el gol que nunca fue de Cardeñosa, pero aquellos días de USA’94 también eran otros tiempos.

«Aquel momento sigue pesando como una losa. Estuve muy jodido por como quedó el vestuario, que estaba muy unido con todo lo que nos estaban dando, por como me usaron a mi para darle hostias a Javi Clemente, y por mi familia, sobre todo mi madre que tuvieron que escuchar comentarios denigrantes sobre su hijo a todas horas», rememoró tiempo después el protagonista en una entrevista. A pesar de todo, este mocetón «de espaldas anchas», como él mismo se define, ha logrado hacer carrera en los medios de comunicación, aunque en ocasiones le siguen recordando aquel fatídico 9 de julio de 1994. Algo que seguro le sucederá a Gonzalo Higuaín toda su vida.

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