La NCAA (National Collegiate Athletic Association) cerró su último curso baloncestístico con un final de película al más puro estiro yankee. Triple sobre la bocina de Kris Jenkins para que Vilanova alzara el título de campeón frente a North Carolina ante la atónita mirada de Michael Jordan, que en la grada veía cómo se le escapaba el entorchado a la universidad donde se formó. No le quedó otra al ‘23’ de los Bulls que exclamar un “great shoot” (gran tiro) tras el canastón de Jenkins.
Ahora bien, la duda surge en cuanto a si la semilla que planta la NCAA es, o no, envenenada en la NBA. Hay para todos los gustos, pero muchos son los casos que se pierden entre dos raíces que fagocitan lo que podría haber sido y no fue. ¿Por qué? Muchos de los jóvenes que optan por dar el salto a la mejor liga de baloncesto del mundo salen de guetos, con ambientes turbios, peores compañías y familias complicadas. La fama y, sobre todo, el hecho de firmar contratos multimillonarios hacen perder el oremus a aquellos que no tienen la cabeza con los muebles apropiados. También se dan casos opuestos, que deciden hacer carrera, ganar dinero y salir de la oscuridad de su barrio marginal para disfrutar de la vida de lujo que ofrece este deporte. Sin ir más lejos, North Carolina puede presumir de haber formado a ilustres como James Worthy, Bob McAdoo, Larry Brown o el dios Jordan. Luego hay autodidactas extraterrestres como Kobe Bryant al que no le hizo falta pasar por el campus universitario para triunfar.
Claros ejemplos de que tras cumplir el periplo universitario y ser número uno en el draft de la NBA no garantiza el éxito los hay a puñados. El nigeriano Mike Olowokandi logró un polémico primer puesto en 1998, ya que fue elegido por delante de jugadores como Vince Carter, Antawn Jamison, Dirk Nowitzki o Paul Pierce. Jugó en tres equipos (Los Angeles Clippers, con los que comenzó su carrera en la NBA, Minnesota y Boston Celtics). En todos ellos pasó sin pena ni gloria y sus números dejaron mucho que desear.
Greg Oden fue el más destacado de la promoción de 2007. Firmó por los Portland Trail Blazers y en cinco temporadas que estuvo en este equipo, tres se las pasó en blanco entre lesiones y problemas con sus entrenadores. Posteriormente se marcó como agente libre a Miami, pero su carrera en el campeonato americano tuvo los días contados. Ahora da sus últimos coletazos en China.
El canadiense Anthony Bennet fue drafteado en primera posición en el año 2013 y su paso por el certamen estelar estadounidense también está siendo testimonial. Tras comenzar su andadura en los Cavaliers, donde pasó desapercibido con unas pobres estadísticas, aterrizó en Minnesota para repetir un bagaje lamentable, al igual que hizo en Toronto, franquicia que lo cortó en septiembre del año pasado.
En realidad, ser número uno del draft no es sinónimo de gloria, ya sea como jugador universitario, ya por elección de la propia Liga. El caso más flagrante fue el del georgiano Nikoloz Tskitishvili, que salió en quinta posición y durante las ocho temporadas que estuvo en la NBA, sus guarismos fueron ridículos y en cada uno de los equipos en los que militó acabó recibiendo la carta de libertad. Denver, Golden State, Minessota o Phoenix Suns pueden dar fe de ello.
El máximo anotador de la final de la NCAA de 2015 entre Wisconsin y su equipo, Duke, Tyus Jones (anotó 23) , está teniendo una breve participación en los Timberwolves, donde Ricky Rubio le gana la partida en minutos jugados. Peor es el caso de Darrun Hilliard, la estrella de Vilanova del pasado ejercicio, quien apenas juega con los Detroit Pistons. Shabazz Napier, máximo encestador de la final universitaria de 2014 entre su equipo, Uconn y Kentucky (logró 22 tantos) tampoco cuenta en exceso para el entrenador de los Orlando Magic, Scott Skiles (once minutos de media por partido).
Para no aburrir al lector con más nombres, cabe concluir que de nada vale la excusa de ser novatos en la mejor liga de básquet del planeta. El talento bien gestionado llega a la cumbre a pesar de las piedras que pueda encontrar en el camino, mientras que el caso contrario se difumina y, como consecuencia, sale perdiendo el jugador y este deporte. Un consejo, si pueden, vean los highlights o mejores momentos del March Madness (marzo loco) de la NCAA. Ahí podrán comprobar que hay brillo e ingenio que, quizá, falte pulir para la exigente NBA.
Fotografías: Wikicommons