Con uno de mis amigos suelo tener cada poco tiempo la misma conversación. Hablamos de dónde empieza la corrupción. Nos preguntamos cuál es el nivel más bajo que conoce el soborno. Lo que buscamos es separar al que regala algo en busca de un trato de favor del que se dedica a practicar lo que llamamos «economía social». Esto es: voy a comportarme bien con los demás para que los demás se comporten bien conmigo. Que nadie levante una ceja suspicaz y piense: «¿No habláis al final de lo mismo?» Entre el trato de favor interesado y la «economía social» hay una brecha clarísima: ser o no ser altruista. El trato de favor se dedica a regalar y agasajar al poderoso para sacar tajada, mientras que la «economía social» se contenta con repartir felicidad indiscriminadamente. Desde una sonrisa o un buenos días a ayudas más tangibles, pero siempre sin mirar el DNI ni esperar nada a cambio.
Al Periodismo se le presupone su bondad. Debería estar más cerca de la «economía social», sin duda, tanto para repartir buenas noticias como para dar garrotazos a los que se pasen tres pueblos y se olviden de la ética. Presume de ser libre tanto el medio de comunicación más grande como el periodista más chiquitito. Al Periodismo le gusta verse como contrapoder: un superhéroe que ajusta cuentas con los malos. Sin embargo, cuanto más presume de independiente, más esclavo suele ser. Preguntarse cómo se puede construir un Periodismo libre (y sostenible) da para otra charla kilométrica, pero las dudas se pueden empezar a calmar bien rápido. Basta con leerse el código deontológico y ver que un artículo nos recuerda que no podemos aceptar regalos.
Los 40 periodistas españoles que se han ido al Mundial de Brasil a gastos pagados por Iberdrola son bastante mayorcitos como para no saberse el código. Así que supongo que directamente se ponen el artículo anti-dádivas por montera o se lo pasan por sus partes nobles. Ninguno de los grandes medios ha recogido la noticia porque sería pegarse un tiro en el pie: todos tienen un representante en este grupo tan festivo. Que la compañía eléctrica que patrocina a la selección invite a un nutrido elenco de profesionales de la información a ver partidos de la selección española es casi una rutina. Ocurre desde hace años y hasta han creado una especie de ‘peña’ de periodistas-forofos. No falta nadie: se pintan la cara y fardan en sus cuentas de Twitter. Hay desde opinadores natos como Pepe Oneto a rostros ‘de consenso’ y con ‘talante’, como Olga Viza o Luis del Olmo. Han regalado su independencia, son la policía corrompida por la mafia. ¿Después de unas vacaciones pagadas quién pone a parir a Iberdrola cuando nos deje temblando con la subida de la luz?
A los futbolistas de España les llovieron palos antes de que les llovieran goles en el partido contra Holanda por no rechazar las primas que cobrarán a medida que avancen rondas en el Mundial. Ya que en en España hay miles de jugadores modestos que han sido estafados por clubes que desaparecieron sin pagarles sus sueldos, sería un acto de «economía social» que los 23 convocados por Del Bosque donasen sus primas a la Asociación de Futbolistas Españoles. No le vendría mal a la AFE: la Federación Española no es tan generosa con ella. Pero pedirle eso a los internacionales españoles es como pedirles que paguen en los restaurantes donde cenan (¿por qué les invitan siempre? ¡son millonarios!) o como pedirle a Kiko Rivera que escriba bien su nombre. Un imposible. O, por qué no decirlo, como sugerir a los 40 periodistas que se han ido al Mundial por cortesía de Iberdrola que embolsen el dinero de su estancia en Brasil a los colegas de profesión que ya ni recuerdan cuándo inscribieron sus nombres en la lista del paro. Pero no lo harán, igual que no se dignan a repartir sus sueldazos entre los compañeros mileuristas que producen los programas de televisión o radio que presentan. Es una lástima. Convertirían un trato de favor en un ejemplo mayúsculo de «economía social» y, de paso, nos darían la razón a mi amigo y a mí. Que horas de conversación y litros de saliva nos ha costado llegar a esa conclusión.
Pd: Y yo que me sentía mal cuando un concejal nos invitó a desayunar a los ‘juntaletras’ que cubrimos la primera rueda de prensa a la que fui como becario… Esos sí que eran otros tiempos. «Media con tomate y zumo de naranja», por favor. Ahora no nos dan ni los buenos días. Recortes.