Nací en un antiguo edificio utilizado como hospital que, con el paso de los años, dejó de tener tal función y lo convirtieron en una comisaria de Policía Nacional. Me acuerdo que hará algunos años, por alguna discusión con los agentes del desorden, acabé en esa misma comisaria. Fue una experiencia única, casi mágica. Miraba por todas partes y en mi cabeza sólo cabía la idea de descubrir en qué parte de ese edificio mi madre me dio a luz. En qué lugar me asomé al mundo por primera vez. Empecé a recrear la escena de la llegada de mi madre al hospital, con un padre nervioso, y me emocioné; y al emocionarme, sonreí un poco por debajo de la nariz. Un policía me vio y me dijo con cierta inquina » A ver si te lo pasas tan bien y te ríes tanto en el calabozo». Me reí más fuerte y le respondí: «Si yo he nacido aquí, gilipollas». Hoy me he acordado de eso.
Mucha gente cree que referirse a los de «arriba» y a los de «abajo» es una falacia porque todos formamos parte de un todo y los que hoy están abajo en la sociedad, mañana estarán arriba porque todos tenemos las mismas oportunidades. Bien, eso es falso. Cuando yo nací, ya estaba todo el pescado vendido: los poderosos ya estaban ahí. Yo nací como un ratón pero los gatos ya estaban ahí. No pude elegir, fue una decisión del azar. Luego te das cuenta de que la mayoría de esos gatos ya nacieron como gatos y que sus padres eran gatos; y también sus abuelos. Te vas dando cuenta de que algún que otro ratón acaba convirtiéndose en gato pero que la mayoría, alelada, creen ser gatos y que todo el poder está en sus manos; y como creen que también son gatos o que algún día podrán serlo, votan a los gatos esperando a que éstos hagan leyes favorables para ellos, para lo que realmente son: ratones.
«Con todas las oportunidades que te da el sistema, si no llegas es que no vales. Es que no mereces estar ahí. Es que eres tonto» Este es el mensaje que los gatos hacen creer a los ratones, pero la realidad es otra. La realidad es que los gatos harán lo posible para mantener siempre sus privilegios. Harán lo posible para hacerles creer a los ratones que también son gatos y que deben votarles. Harán lo posible para perpetuarse en el poder porque siempre lo han hecho, como si fuesen una dinastía de vampiros, y continuarán intentándolo hacer. Está claro que lo que están haciendo en esta legislatura es invertir en su futuro para perpetuarse en el poder. Después de todos los recortes que han hecho, es fácil saber quienes serán los que estén en el poder las próximas generaciones: sus hijos. Ninguna de las medidas que han tomado les afectan ni a ellos ni a sus hijos. Volverán a nacer ratones y los gatos ya estarán ahí. Y los ratones volverán a votar a los gatos esperando una ley favorable para ellos.
Vivimos en un sistema creado por gatos, a imagen y semejanza de los gatos y favorable para los gatos. Es normal que los gatos triunfen, lo que no es normal es que lo hayan construido con el apoyo de los ratones. El gran triunfo de los gatos, repito, ha sido hacerles creer a los ratones que también eran gatos, o podrían serlo, y tener un bigote tan hermoso como el de ellos. Han sido muchos años de bonanza, de ratones sumisos, despreocupados, mirando hacia otro lado. Muchos años de ratones creyéndose gatos, creyéndose un ascenso en la cadena trófica. Ahora, desde hace años, a los ratones les ha llegado las 12 de la medianoche, como a la Cenicienta, y vuelven a ser lo mismo que han sido siempre: ratones de campo o ratas de cloaca. Algunos, ahora, se han dado cuenta del engaño y quieren echar a los gatos del poder. Otros aún creen ser gatos y legitiman el sistema gatuno. Legitiman la represión de los gatos contra los ratones rebeldes; e incluso siguen votándoles creyendo que también maúllan.
Ahora los felinos, en Barcelona, han demolido el edificio donde estaba el Centro Social Autogestionado Can Vies. Da igual cómo era el edificio, lo que importa es qué fue antes de su demolición, qué aportaba al barrio y lo que significaba para todos. Era un edificio autogestionado por ratones, del barrio de Sants, donde hacían diversas actividades, tanto políticas como lúdicas, así como alternativas varias en una ciudad que se va quedando sin espacios donde realizarlas; ya que los gatos no quieren focos rebeldes de ratones buscando una alternativa al sistema y circuitos establecidos. Lo que importa es qué se hacía en ese edifico, quién lo hacía, para qué y para quién. Ese edificio rebosaba vida y lo han destruído. Han destruído cultura alternativa. Han destruido aquello que no controlan, que no depende de ellos. Aquello que ven como una amenaza. Lo han demolido como a un castillo de naipes y, los ratones, conscientes de su condición, se han levantado en pie de guerra contra los gatos, aunque siempre quedan esos ratones que, creyéndose gatos, ven a los demás roedores como salvajes, ladrones, vándalos y amorales. Nunca verán cómo los gatos demolieron un edificio que rebosaba vida. Nunca verán la violencia extrema de los gatos sobre los ratones; e incluso la harán legítima, tan padecedores del síndrome de estocolmo.
Donde yo nací ahora es una comisaria de la policía nacional, pero eso no importa. Sólo importa lo que signfican esas paredes para mí. Can Vies lo han demolido para hacerlo desaparecer de la memoria colectiva, pero espero que ese espírito, el de Can Vies, el de la alternativa, el de los ratones conscientes de serlo, conquiste otro edificio. Otras mentes. Otros corazones.