Llevo una semana contemplando bananas. Un racimo sobre mi estantería me intenta decir algo. Me encantan las bananas, son una fruta muy divertida: tienen un nombre estúpido, una forma fálica apetitosa y la capacidad de causar cómicos resbalones con sus pieles. Puedes usarlas como un bumerán contra tus enemigos, o cogerlas como si fueran una pistola. Benditas bananas. Debían ser la fruta preferida de Satoru Iwata, por eso la contemplaba pensativamente. Todos deberíamos aprender de él: la contemplación de la banana es una experiencia mística.
Si quisiera hacer una lista de los méritos del señor Satoru Iwata quizá no terminaría el artículo hasta el siglo que viene, pero para aquellos que no sepan de su vida y milagros, quizá sea oportuno un breve resumen: Iwata fue el presidente de Nintendo de 2002 hasta la semana pasada, y el primero en llevar esta compañía fuera de la familia Yamauchi desde su fundación en 1889. Imaginad uno de esos comedores con mesas largas de las pelis de yakuzas, con una serie de ancianos japoneses vestidos con kimono, el clan de los Yamauchi, que saben más de naipes que de videojuegos. Todos están muy serios, una puerta enorme se abre, y entra Iwata-san armado con una katana, lanza un racimo de bananas y las corta todas en pequeñas rodajas antes de que toquen el suelo. “Conmigo Nintendo será diferente”, dice, y los ancianos severos se echan a reír por primera vez en años. La realidad fue algo así, pero mucho más aburrida.
Pero lo cierto es que Nintendo no hubiera llegado muy lejos sin él. En el año 2002 se habían convertido en la tercera rueda de la industria, y la falta de innovación se traducía en pérdidas millonarias. Los Yamauchi decidieron que su compañía no sería llevada por otro empresario, sino por un programador que había demostrado ser un mago de la ingeniería y un apasionado de los juegos. Fue capaz de programar el motor entero de Earthbound en un mes para evitar la cancelación de un juego en el que creía, y debo recordaros que es una de las [ “https://www.youtube.com/watch?v=hvs9Ar3fdNA” obras más extrañas que ha dado Nintendo]. A partir de ahí la historia os suena: si habéis jugado alguna vez con una Nintendo DS o una Wii- y estadísticamente eso es muy probable- habéis sido partícipes de la inspiración del contemplador de bananas.
Lo que diferencia a Iwata de todos los grandes presidentes de la industria es que él sí sabía en qué consiste hacer videojuegos. Nunca fue un mero gerente, distribuyendo numeritos para ver subir las líneas de los gráficos. Y aunque las líneas sí subieron, fue porque Iwata sabía entender la diversión en su forma más pura. La forma de hacer juegos ha cambiado mucho desde que empezó, pero mientras que la mayoría han intentado hacer que los videojuegos sean relevantes y artísticos a base de convertirlos en oscuras fantasías con filtros marrones, Nintendo ha seguido deleitándonos con sus colorines y sus melodías insoportablemente alegres. Por más que me guste la tragedia, a veces está bien alzar un racimo de bananas y decir solemnemente, “alas, poor Yorick! I knew him well”.
Su muerte ha dejado un vacío enorme, y no hay suficientes amiibos para llenarlo. Espero que el siguiente Papá Nintendo haya aprendido de su antecesor; porque en el peor de los casos la empresa caerá en manos de un traidor que llevará a nuestros personajes más queridos por la senda de la imitación, la explotación y el mercado de móviles. En el Apocalispsis, Nintendo se convertirá en Konami (que les jodan, por cierto). La muerte de Satoru Iwata podría significar el final de una forma de ver los videojuegos… pero todo esto es puro catastrofismo: sostengamos bananas en su honor, contemplemos esta fruta deliciosa rica en fósforo, y recemos al dios de los gorilas y las palmeras. Se nos ha ido un hombre de infinito ingenio y extraordinaria fantasía, alas, poor Satoru.