Vaya si la saltó. La pasó volando en un avión procedente de Sierra Leona. El salto lo pagamos todos con nuestros impuestos. Sin alambres, sin espino y sin Guardia Civil disparando para detenerlo. No fueron los africanos, no fueron los “moros”. Fue un español que salió de Guatemala para meterse en Guatepeor. Trasladado a un país donde el centro para tratamientos de enfermedades potencialmente más peligrosas fue recortado hasta prácticamente desaparecer del mapa. Fue enviado en un acto de marcar paquete, de demostrar ante Europa que tenemos medios más que suficientes para cuidar de los súbditos del reino. No seré yo el que haga demagogia barata diciendo que si no hubiese sido un religioso, le habrían dejado pudrirse ahí. No, aquel hombre, en su labor social (era médico también) que llevaba a cabo en el país africano, tenía el mismo derecho o más que cualquier otro de ser repatriado y atendido. El problema es que lo enviaron a España a sabiendas de que iba a morir, no era un joven con un metabolismo de hierro, era un señor de 70 años. Ahora han/hemos quedado como unos verdaderos imbéciles ante el panorama internacional. Como bien dice el refrán: no se le pueden pedir peras al olmo.
Ahora la Unión Europea pedirá explicaciones, ahora habrá que depurar responsabilidades. Ahora querrán echarle el muerto al protocolo. Un protocolo de un país donde cada vez la Sanidad Pública se parece más a la de Ruanda. Este es el momento en que comenzará una disputa de patio de colegio donde nadie querrá cargar con el muerto, igual que no han querido cargar con los muertos de la valla de Melilla o de las pateras. Todo lo que venga del continente africano nos es ajeno y extraño. Un “marronazo” de los de toda la vida.
Al final el pato lo paga la que menos culpa tiene, una auxiliar de enfermería que, recordemos, se estaba jugando el pellejo cuidando a Miguel García Viejo, el segundo padre infectado. Esta señora tiene un 40% de posibilidades de fallecer. La misma mujer que llevaba avisando desde el día 30 que tenía fiebre. Mientras tanto, la ministra Mato sigue sin dar explicaciones, acojonada porque ahora que tiene que ejercer es donde se ven las carencias de un equipo de gobierno de chichinabo, de pandereta y de rezos a las vírgenes. Ya tenemos otro capítulo más para nuestra archiconocida Leyenda Negra.