El pasado 25 de mayo la irrupción de un nuevo partido político que, de la noche a la mañana, ha sido capaz de alcanzar cinco escaños en el Parlamento Europeo y cosechar más de 1.200.000 votos, ha dejado noqueados a gran parte de los medios, tertulianos y expertos de nuestro país. Pero no hay nada de que sorprenderse: del mismo modo que desde el establishment no supieron prever la llegada y el éxito del movimiento 15-M en las calles, ahora tampoco han sabido prever la llegada de esta ola ciudadana de cambio a la política.
Algunos dijeron que el 15-M había muerto porque ya no ocupaba plazas y no convocaba grandes manifestaciones, pero la repolitización y toma de conciencia que había operado en una parte sustancial de la sociedad no tenía vuelta atrás: en realidad sus valores, propuestas y formas organizativas seguían ahí, comenzando lenta y silenciosamente a extenderse en todos los ámbitos de la sociedad y a servir como abono de nuevas iniciativas a nivel social, económico y, por supuesto, político.
Evidentemente, no ha surgido un ‘Partido 15-M’ (como muchos demandaban) porque la explosión del 2011 no podía ser encerrada en unas solas siglas. Pero sí han ido apareciendo nuevas fuerzas políticas que beben de sus principios y propuestas de forma directa. Apertura, participación ciudadana, trabajo en red, transparencia, inclusividad, rechazo al dogmatismo… Estos valores son progresivamente asumidas por partidos como Equo, Partido X, Democracia Participativa… y también por Podemos.
El partido de Pablo Iglesias recoge en efecto varias de las quejas y propuestas básicas de los indignados, centrando su discurso en la necesidad de mayor democracia, en la lucha contra las injusticias económicas más sangrantes (desahucios, recortes de servicios públicos, ayudas a bancos…) y en la lucha contra la corrupción. También utiliza el nuevo lenguaje del 15M, mucho más cercano, emocional e inclusivo, evitando caer en los símbolos y tópicos partidistas de la tradición de la izquierda. Y por último, asume su discurso organizativo, evitando recurrir al típico carné de afiliado y estructurándose en torno a la participación en círculos ciudadanos abiertos y flexibles en todos los barrios y localidades. Todos estos rasgos hacen que este partido, aún debiendo mucho a la tradición de la izquierda, sea también fácilmente identificable con el espíritu 15M.
¿Pero qué es lo que explica su triunfo arrollador frente a otras iniciativas similares? La ciudadanía estaba deseosa de optar por nuevas opciones políticas con aire cercano, fresco y regenerador, alejadas de una casta política cada vez más desconectada de la gente de a pie. Pero a causa del bloqueo mediático y de la dispersión de opciones era difícil que una alternativa acabase configurándose como la opción preferida por todos. Finalmente, la clave la dio la brillante estrategia de marketing de Podemos, que sabiamente utilizó la fuerte presencia mediática de Pablo Iglesias para complementar el trabajo en redes sociales, círculos y asambleas.
Algunos dirán que este personalismo es incompatible con el espíritu del 15M, pero desde mi punto de vista, creo que uno de los problemas de este movimiento fue su excesiva alergia a las caras reconocibles.
Producto de un país con poca tradición democrática en el que siempre se ha confundido líder con dictador o cacique, solemos olvidamos de que es importante contar con personas inspiradoras y con empuje que, respetando la participación democrática y los procesos colectivos, sepan impulsar las organizaciones y visibilizar los proyectos. Los ciudadanos quieren participar, pero también quieren personas preparadas, valientes, coherentes y honestas capaces de dar la cara. Por eso hay que apoyar y fomentar que aquellas personas válidas quieran dar pasos al frente y poner su granito de arena para cambiar su país, siempre desde el respeto a las decisiones que tomen los colectivos, y siempre que sus actuaciones se sometan a la vigilancia y monitorización constante por parte del resto de los ciudadanos. En definitiva, creo que un liderazgo democrático puede ser, como se ha demostrado con Podemos, muy positivo.
Por eso, creo que al margen del carácter más personalista que ha tenido estos meses, Podemos está haciendo los deberes para crear una estructura ciudadana fuerte y descentralizada con un gran recorrido, evitando volver a caer en los errores de organización de las asambleas del 15-M. Si a esta continua búsqueda de apoyo ciudadano unimos la posibilidad de una convergencia con otros partidos liderada por Podemos en torno a valores de regeneración democrática, justicia económica e inicio de un proceso constituyente, creo que Podemos puede tener mucho que decir a partir de ahora en cuanto al futuro de nuestro país.