Hace algunos días le oí en la radio a Arcadi Espada una acepción, no sé si acuñada por él, que me gustó mucho. Aplicaba el anglicismo low cost a la política. Concretamente, al modo de afrontar los asuntos públicos que se va imponiendo en España de un tiempo a esta parte desde el surgimiento de plataformas alternativas al binomio PP-PSOE en los centros de poder autonómicos y nacionales. Decía Espada que vivimos en un tiempo de política low cost; yo hubiese añadido que vivimos en un tiempo barato en todos los órdenes de la vida. Esta forma vacua y ligera de hacer política induce a sus actores principales a comportarse ridículamente ante la opinión pública, soltando indiscriminadamente bombas de racimo dialécticas cuya resonancia intelectual es nula y que sólo sirven, en último término, para tratar al ciudadano como un gilipollas, menor de edad mental. Se refería con este neologismo Espada a la ocurrencia que ha copado esta semana gran parte de la agenda setting de los medios españoles: la frase de Albert Rivera sobre los nacidos en democracia, las mochilas de los viejos, y la aptitud para hacer política en la España contemporánea.
La frase, como digo, es una imbecilidad cuyo único recorrido retórico es el que hemos de hacer para subrayar esa condición que tiene de gilipollez. No obstante, durante tres o cuatro días, las tertulias radiofónica, las columnas de opinión y las charletas bajunas de programas como Al rojo vivo o Las mañanas de Cuatro, nos han dado matarile con ella hasta que, como el mono del dicho, hemos terminado hablando francés. No obstante, es sabido que el periodismo español tiene cierta tendencia incorregible a quedarse en lo accesorio, así que por ese lado, poco hay que decir. Con este texto pretendo ir un poco más allá: la boutade soltada por Rivera me sirve extraordinariamente bien para apuntar lo que a mi juicio son los dos grandes peligros que acechan a su partido, Ciudadanos. A saber: la pretensión de sus gerifaltes, particularmente de su Hombre-Marca, Rivera, de surfear también la ola retórica de payasadas y agitación en la que tan a gusto se encuentra la gente de Podemos o IU y a la que tan poco le cuesta subirse a los profesionales del despiporre verbal que militan en PSOE y PP; y la inmundicia política que se le está colando a C´s en sus candidaturas municipales.
Lo primero es una trampa: la del tiempo, como decía al principio. La política low cost, de la que debería huir Ciudadanos si quiere que se le tome en serio, tiene unos tentáculos larguísimos. Esta circunstancia es innegable. Pero, hablando estrictamente por mí, milito en la creencia de que la mejor respuesta a una tontería es el silencio. La ignominia, representada por la indiferencia: cuando la masa rugiente regurgita revolución y otras sandeces por el estilo, tan cercanas al bolchevismo de salón, lo único que se puede hacer es señalar la obvia ruindad de lo regurgitado y pasar adelante con otro tema. Tratar, en resumidas cuentas, al ciudadano como a un adulto, pues no en vano así se llama el partido: Ciudadanos, ¡digo yo que por algo se lo han puesto! El otro tema es más espinoso. Voy a ponerles un ejemplo. En mi pueblo, Chipiona, una pequeña localidad de la costa gaditana, se presenta por Ciudadanos un tipo que responde al perfil tipiquísimo del desecho de tienta político: un hombre que durante varias legislaturas fue concejal y teniente de alcalde por el PSOE; que huyó del socialismo al principio de los 2000 en circunstancias confusas, muy turbias, por querellas personales con la alcaldesa de quien era mano derecha; y que luego se presentó, dos años después, por el recién creado Partido Socialista Andaluz, una facción creada ex profeso por el sin par Pedro Pacheco, alcalde de Jerez por más de veinte años, actualmente en prisión por haberse creído que Jerez era él a la manera en que Luis XVI solía comentar que la France c’est moi. Ya ven ustedes el percal. Un hombre, en resumen, que ha intentado ser alcalde por lo civil o por lo criminal durante más de veinte años, presentándose por siglas tan dispares como las socialistas, las andalucistas y ahora, las de la socialdemocracia liberal de C´s. ¿Perciben algún vínculo entre estos tres movimientos ideológicos como para haberse presentado a alcalde por cada uno de ellos? Yo sí: el del oportunismo.
La recua de charlatanes ventajistas y rebotados de PP, PSOE y otros partidos, que se le ha colado a Ciudadanos a lo largo de su fugacísima expansión nacional (que se ha hecho en apenas 10 meses) lastrará, a la larga, el crecimiento de este partido, sobre todo de cara a las elecciones nacionales del mes de noviembre. Y esto, tan fácil de advertir a simple vista (seguro que ustedes conocen casos similares al que les he descrito), pesa más en el debe de Ciudadanos que las banalidades que pueda soltar Albert Rivera en éste o en aquél programa de Televisión, pues esta cuestión no es más que un síntoma trivial de algo tan soluble como la sobreexposición mediática. Lo que tiene un arreglo más complejo, y exige un trabajo arduo de desinfección interna, es la fragilidad de la primera línea política de Ciudadanos. Esa que, amparándose en la ternura de novato y en cierta actitud naïf de la cúpula nacional del partido, está conformando listas absurdas en municipios de toda España y que gangrenará el discurso del partido, y su crédito ante los ciudadanos, a medio plazo.