Fotografías: Ismael Llopis (Momo-mag)
Son unas horas casi intempestivas para hacer una entrevista. Las ocho y media de la noche. “No te preocupes, el problema sería si sólo pudieses hacer la entrevista a las ocho de la mañana”, me comentan los de prensa de Roca Editorial. Chimo Bayo y Emma Zafón presentan su nuevo libro y tras arrasar en Madrid con quince entrevistas en dos días, han decidido aterrizar en la capital catalana en busca de guerra. Con un nuevo tema a sus espaldas, Chimo Bayo, exponente de la Ruta del Bakalao y dj español por excelencia, aún hace temblar fiestas de pueblo, festivales y salas de todo tipo con su mítico Hu-há y con letras tan pegadizas como: Vente y vente de bareta, con la tía Enriqueta, que va por Favareta, montada en bicicleta o el ecléctico Chiqui tan chiquititan tanban que tumban ban que tumban que te que te que bam bam bam que tumban que té.
Todo poesía.
En esta nueva aventura lo acompaña Emma Zafón, periodista valenciana y nostálgica de una ruta que nunca vivió. Han parido una «novela histórica de ficción», como le gusta remarcar a Chimo, en la que dos colgados inician una aventura llena de despropósitos para recuperar una de aquellas histriónicas noches. ¿El resultado? Momentos hilarantes y verosímiles llenos de flashbacks, alcohol, tripis y farlopa.
–Emma, ¿qué estabas haciendo cuando de repente se te ocurre llamar a Chimo Bayo para escribir una novela sobre la Ruta del Bakalao?
–Emma: Estábamos de charreta con unos colegas a altas horas de la madrugada y nos empezamos a preguntar por qué no había una bibliografía extensa sobre la Ruta del Bakalao. Ahí empezó todo. Nunca pensé que se iba a materializar en un libro, aunque tampoco se me ocurría ningún otro formato: yo soy periodista y sé escribir. Cuando ya tenía un esbozo, decidí contactar con Chimo y a partir de ahí todo fue muy sencillo. La gente igual piensa que somos un par de zumbados y que Dios los cría y ellos se juntan, pero sí, en realidad fue así. Y nos pusimos manos a la obra. La verdad es que desde el principio tuvimos feeling y siempre hemos trabajado muy bien juntos. Al poco tiempo se lo mandamos a Carol París, de Roca, se fijó en el proyecto y le interesó. Siempre tuvimos muy clara la estructura narrativa del libro y empezamos a incluir detalles en los que no habíamos pensado, como los flashbacks y anécdotas reales, que son las que han aportado Chimo y sus colegas.
–En vuestra novela dejáis muy claro que “todo parecido con la realidad es pura coincidencia”. Está muy bien que lo remarquéis.
–Chimo: Sí, he tenido conocidos que se han sentido identificados y me han preguntado si eran alguno de los personajes del libro [risas]. Cuando Emma contactó conmigo, lo tuve claro desde el principio: me apetecía hacer un libro sobre la Ruta. Yo soy una persona que siempre me involucro en las cosas y me pareció una buena idea. Si me hubiese propuesto hacer un documental, hubiese dicho que no. ¿Qué puedo explicar en una hora? Además, en ese tipo de documentales sobre la Ruta, siempre se suele decir lo mismo, eso no me interesa. Me interesó hacer una novela porque te puedes permitir unas licencias que otros formatos no aceptan. Tiene que quedar claro que esto no es una autobiografía, es una novela histórica de ficción. He tenido la suerte de congeniar muy bien con Emma y poder trabajar sin ningún tipo de presión. Desde el principio me metí a tope en el proyecto y la apoyé en todo. Cuando teníamos la novela a medias, empezamos a mandar mensajes a algunas editoriales, para ver cómo respondían. Dimos con Roca Editorial y p’alante. Sí es verdad que al principio todo estaba un poco borroso, manejábamos diferentes finales… Pero al final dimos con la fórmula y parimos una novela quijotesca de dos individuos, un Don Quijote y un Sancho Panza, que luchan contra molinos de vientos en una vorágine escandalosamente divertida en busca de la fiesta perfecta.
–Son interesantes los detalles de realidad que aportáis en el libro: describís situaciones y gente que sí existieron.
–Ch: Nos ha funcionado muy bien el tema de los flashbacks, no sólo nos interesaba describir a un par de cuarentones en busca de fiesta, sino saber qué hacían hace veinte años. Es ahí donde yo he aportado mis experiencias y algunos de mis recuerdos. Ha sido todo un trabajo de documentación.
–Los dos habláis de la Ruta del Bakalao como una revolución cultural. Es un nuevo enfoque, teniendo en cuenta lo denostada que siempre ha sido la Ruta, en comparación, por ejemplo, con la Movida Madrileña, reivindicada hasta el aburrimiento.
–E: Sí, por eso hemos querido incluir en la novela tema musicales, hemos hablado de música y de acontecimientos históricos para reforzar el discurso que reivindicamos. En la Ruta había unos dj’s que introdujeron en España música que en aquel momento era de vanguardia, música que venía de Alemania y del norte de Europa. Muchos de los temazos techno que conocemos sonaron por primera vez en Valencia. Es ahí donde yo considero la Ruta como una revolución porque, además, fue un movimiento seguido por miles de personas.
–Ch: En los ochenta hubo un cambio musical gigante. Yo empecé pinchando funky hasta que apareció el techno, el acid y el electronic body music con Front 242 como grupo estelar. La evolución de todo este tipo de música, en Valencia, se vivió en directo. Comprábamos los discos y los pinchábamos, sin esperar a que sonasen en ningún otro lado. Fuimos los primeros en pinchar canciones oscuras y que la gente las bailase, y las bailaba cualquiera: una abogada, un recolector de naranjas, un paleta, un estudiante, un diseñador… Nuestras fiestas eran una reunión de clases sociales, un frenesí hedonista lleno de placer. Eso sí fue diferente a otros movimientos culturales que sí separaban por clases. Echo de menos la empatía de esa época, el gozar todos juntos.
–E: Sí, además en esa época hubo un cambio de paradigma social. Los jóvenes de aquella época dejaron de trabajar de lunes a viernes para casarse, ahorrar y tener hijos y empezaron a disfrutar desfasando en las discotecas.
–Ch: La gente cambió el ajuar por el Hu Há.
–Chimo, ¿cómo llevaste el tema de las críticas a tu trabajo y todo lo que representaba?
–Ch: Si te tengo que ser sincero, nunca fui consciente de que nadie se molestase en el ámbito musical. Y a quien le molestase, pues dos faenas tiene: enfadarse y desenfadarse, porque nosotros nunca hicimos nada malo.
–¿Quién se encargó de desactivar la Ruta? Porque está claro que hubo una decisión de hacer desaparecer todo aquello.
–Ch: Sí, en el momento en que se quiso acabar con eso, se hicieron cuatro reportajes, se entrevistó a los más piraos del lugar y todo el mundo parecía pirao. Yo siempre he roto una lanza por todos los amigos de aquella época, no hicimos nada malo, tan sólo hacer divertirse a miles de personas, es de lo único que nos pueden acusar. Siempre he luchado porque la Ruta del Bakalo fuese cultura y que fuese reconocida por ello. Un movimiento cultural en el que la gente buscaba la diversión y la encontraba sin temas políticos ni sociales de por medio. La Ruta fue la diversión por la diversión.
–¿Qué papel jugabas tú en todo eso? Es evidente que no eras un dj al uso.
–Ch: Yo era un maestro de ceremonias. Invitaba a la gente a ser feliz, a disfrutar el momento. La discoteca es vuestra, hacedla vuestra. Hubo muy pocas peleas en la ruta, la gente se sentía unida. Siempre he hablado mucho por el micro, para crear comunión entre los asistentes. Era un ejercicio de motivación personal que la gente agradecía profundamente. Y además, siempre lo hacía desde el mismo nivel: de tú a tú. Por eso siempre me he llevado muy bien con la gente, porque siempre me he considerado uno de ellos.
–Esto es totalmente opuesto a la cultura electrónica de hoy en día. Llega el dj consagrado, pincha y se va.
–Ch: Yo me considero un acompañante en mis sesiones, por eso siempre hablo, a pesar de que nunca sé lo que voy a decir, ya que depende de la intensidad del momento. Es un descontrol controlado, lo mío. Desde el principio hasta el final de las sesiones, acompaño al público y cada frase importa. A mí me da igual lo que hagan los demás, yo siento que lo tengo que hacer y ya está.
–La Ruta del Bakalao nos trajo las raves en descampados. Parece que existe una conexión directa entre los parkings de las discotecas valencianas de la Ruta y el movimiento rave que surgió más adelante, ¿no?
–Ch: El parking jodió bastante la imagen de la Ruta, porque desde fuera se veía todo. Eso estuvo mal hecho por una gente que no pensó en las consecuencias.
–¿Los dj’s de la Ruta funcionabáis como una piña?
–Ch: Yo siempre digo lo mismo: si la gente respeta a los djs de aquella época es un por tema de autenticidad. Nosotros éramos gente que pinchaba a través de las emociones. Piensa que por el año 86 u 87, nos juntábamos todos los dj’s y pinchábamos en la misma discoteca, a modo de colaboración, gratis. Luego ellos venían a tu sesión, también de manera altruista. Y la gente lo gozaba. El que se llevaba la pasta era el dueño de la sala, pero a nosotros eso no nos importaba. Era autenticidad. Siempre he tenido mucho respeto por los dj’s de mi época y por los actuales.
–¿Qué opinan los valencianos de la Ruta, 25 años después?
–Ch: Quieren inventar una máquina del tiempo para revivir todo aquello. Por mucho que se cuente, la Ruta hay que vivirla.
–E: La imagen que existe en Valencia sobre la Ruta no es la misma que la que tenéis en el exterior. Mis amigos ruteros siempre destacan la empatía del movimiento y minimizan el tema del consumo de drogas, que, por cierto, también se dio en la Movida Madrileña. Yo no conozco a nadie que se haya quedado pillado ni puedo poner ningún ejemplo de todo este copetín que habitualmente se asocia a la Ruta y los ruteros. Nosotros, o al menos la generación actual de jóvenes, no lo asocia con nada negativo, a pesar del peso que tuvieron las drogas en esas noches de locura infinita.
–Hay un punto interesante en el libro donde uno de los protagonistas comenta que no sabe en qué punto se empieza a asociar la Ruta del Bakalao con la banderita rojigualda en unos pantalones de chándal Adidas.
–Ch: Yo creo que eso ocurrió más en el extrarradio de Barcelona, por ejemplo, que en Valencia, y después del 91, que es cuando, para mí, finaliza la Ruta. En aquel momento yo pinchaba más fuera de Valencia. A partir del 1991 ó 1992, la Ruta se masificó y perdió su esencia. Después de todos aquellos reportajes en televisión que la denostaban, algunos dueños de salas no exigieron a los dj’s que bajásemos el ritmo de la música y que suavizásemos los temas, que pusiésemos algo más cantadito y melódico. Allí se perdió el alma de la Ruta. Sin embargo, todo el hardcore de Pont Aeri, Area, Escorpia no sale de Valencia. En ese momento se aceleró mucho la música y yo decidí dejar de pinchar y me puse a hacer un programa en la tele valenciana. Desde 1992 hasta 2007 me aparté de la música, volví por petición popular. La primera actuación que hice después del parón fue en el FEA, Festival Electrónico Alternativo, en Barcelona, y desde entonces no he parado. A mí me pasó que cuando me hice tan popular, hubo gente a la que dejé de gustar. Pasa con todo lo undergound: cuando salta a las masas, hay una porción de gente que lo empieza a odiar.
–¿Cómo viviste ese retorno a los platos?
–Ch: Con mucha alegría, sobre todo cuando vi que había gente joven a la que le gustaba. Me di cuenta de que todo evoluciona y que simplemente, hay momentos en la vida en los que hay que esperar. Hay momentos en los que la mejor decisión es decir que no. Yo estoy aquí porque paré ese tiempo y no me quemé. Conseguí continuar siendo auténtico sin engañarme.
–E: Eso es uno de los rasgos de tu personaje, Chimo. Al menos, desde fuera, se ve que siempre te has mantenido fiel a tu estilo.
–¿Dirías que tu música es universal?
–Ch: Pues no lo sé, lo que sí veo es que pincho en fiestas populares donde hay niños de ocho años encima de sus padres bailando como posesos La Tía Enriqueta. Siempre actualizándome, pero siempre fiel a mi estilo. Hay dj’s que son muy técnicos, yo no lo soy tanto, soy más bestia. El problema surge cuando intentas hacer algo que guste a todo el mundo, es ahí cuando fracasas. En ese sentido, yo lo tengo muy claro. Prefiero ser fiel a mí mismo.
–Hay muchas referencias en el libro a la corrupución made in Valencia. ¿Tiene algo que ver el éxito de la Ruta a esos años de vacas gordas en Valencia?
–Ch: [Risas] ¡Va a llegar, así que todos a gritar!
–E: Creo que no. La Ruta se produce básicamente en los ochenta y las vacas gordas empiezan a dar sus frutos a mediados de los noventa, cuando la Ruta ya está casi desactivada. Yo creo que la Ruta tiene que ver con esa personalidad valenciana de prenderse fuego: trabajamos durante un año en las Fallas para luego quemarlas y la Ruta era exactamente lo mismo: trabajar toda la semana a tope para luego prenderte fuego durante el fin de semana en cualquier discoteca. En Valencia tenemos ese tipo de subidas llenas de esplendor seguidas de unas caídas en picado, una manera vertiginosa de entender la vida, la cultura, el dinero. Las referencias en el libro a la situación económica son puro contexto: los personajes sufren unas calamidades económicas como las sufre el resto de la población. Ahí sí se puede ver un punto de partida, sin embargo. Ya que a partir del contexto que viven, los personajes quieren recuperar un momento de esplendor del pasado.
–Ch: Sí, los ochenta fueron definitivamente mejores. Éramos más ricos, más guapos y teníamos más pelo.
–¿Cómo está la escena electrónica valenciana del momento?
–Ch: Valencia es un desierto. Hay un par de salas que funcionan, pero ya no estamos hablando de las macrodiscotecas de antaño. Es otro rollo. Ya no viene Simple Minds a actuar o Ultravox. Además estas salas están en las ciudades, no en los polígonos, y eso es importante, porque ya no necesitas coger el coche. Las salas en la periferia lo tienen complicado.
–E: Con el tema de los controles el tipo de fiesta ha cambiado en toda España, no sólo en Valencia. ¡Ojo!, nosotros no decimos que no sean necesarios, pero sí es cierto que eso ha obligado a cambiar nuestros patrones de ocio.
–Habladme de Toni y Paco, los protagonistas de vuestro libro.
–Ch: Los personajes de nuestro libro toman drogas y están llevados al límite, a la caricatura. El libro no hubiese funcionado con unos personajes más blandos o suaves. Son personajes histriónicos, y por eso funciona la novela. Aunque yo nunca he aconsejado a nadie tomar nada para divertirse, nuestros personajes viven la fiesta a través de las drogas y eso también les hace vulnerables. Si alguien se siente identificado o no, eso ya es cosa de cada uno. Toni y Paco están llenos de energía y buscan la felicidad a toda costa, y eso es lo bonito de los personajes.
–Sin embargo, también tienen otra dimensión: Paco regenta un puticlub y va de farlopa hasta las cejas pero lo concilia con una vida familiar apacible. Toni es un histriónico perdido por los tripis pero tiene una constante preocupación con quedar bien delante de las mujeres, siempre pendiente de lo que vayan a pensar los demás de él.
–E: Sí, el libro va del resurgir personal también, de tomar fuerzas para poner en marcha un proyecto y nacer de las propias cenizas. Creo que es una lectura muy bonita esa, aunque haya gente a la que se pase por alto y sólo se quede en la anécdota.
–Ch: La novela tiene un mensaje claro: si estos pirados han conseguido montar lo que se proponían, cualquiera puede, con esfuerzo, conseguir sus objetivos. ¡Es un canto a la vida! [risas].
–¿Qué pasa con los personajes femeninos? En el libro son los únicos con dos dedos de frente. ¿Qué pasa con las mujeres? ¿No desfasaban en la Ruta del Bakalao?
–E: Había muchísimas mujeres en la Ruta del Bakalao pero también es verdad que en aquel momento no gozaban de la misma libertad que los hombres. Estamos hablando de los ochenta.
–Ch: yo debo decir que en la Ruta conocí a mujeres con muchísimo carácter. Más te diré: solían ser ellas las que cortaban el bakalao, nunca mejor dicho, en los grupos, las que tomaban las decisiones. En la novela pasa lo mismo: los personajes femeninos son medio madres, medio amigas y son las que intentan poner un poco de cordura en todo ese desfase. ¿Tú ves en la novela una posible película, un guión?
–Sí, ¿no? Mira, Torrente.