A Celia Villalobos le pillaron con las manos en la tablet. ¿¿Cómo??, ¿robando a espuertas?, ¿desviando fondos a una isla paradisiaca?, ¿mandando whatsapps a Bárcenas? No hombre no, esas cosas no ocurren en España. Le grabaron jugando al famoso ‘Candy Crush’ con su tablet mientras Rajoy hablaba en el debate del Estado de la Nación. Pero bueno amiga Celia, estando en la pomada de la Política desde hace décadas, ¿cómo te dejas ‘cazar’ en la sesión parlamentaria más importante y mediática del año? Todo el mundo sabe que ese día el Congreso tiene más cámaras que el Gran Hermano. Y más cuando estás -como ella estaba-, de presidenta del Congreso en funciones, es decir, como tercera autoridad del Estado. No, no parece creíble que estuviera con las bolitas de colores pa’rriba y pa’bajo, ni que su puesto le parezca un coñazo. Una mujer de la altura de Estado como ella, una auténtica prócer de nuestra Democracia, no parece creíble que emulase a santa Teresa, jugando sin jugar en sí al ‘Candy Crush’, mientras se discutía la devastadora situación de nuestro país. ¿Un político tomándose a broma nuestros problemas? Por Dios, a quién se le ocurriría semejante calumnia, sería tanto como decir que Ana Botella es tonta. No. Tiene que haberle sobrevenido una fuerza mayor porque Celia parecía más bien sentirse abatida, cansada, hasta las gónadas de todo.
Valoremos hipótesis.
La primera es que Celia intentaba seguir al presidente del Gobierno como dicta la costumbre en el Partido Popular: desde una pantalla de plasma. Sin embargo, en este caso le tenía en frente; entonces, cojamos la siguiente. La segunda es que la malagueña estuviera viviendo un día horribilis, de esos de querer echarse el edredón encima y no salir de la cama. Causas, muchas. A lo mejor, ese día nada más tomar una ducha con su marido, Pedro Arriola, el sociólogo de cabecera del PP que le aconseja a Rajoy hacerse siempre el muerto, le recomendó actualizar su perfil en Infojobs a la vista de que todas las encuestas confirman que a los populares no les queda más de media bolsa de alpiste que dar a su gaviota.
Otra posibilidad de su mal día, podría ser que a Celia se le pegaron las sábanas, y claro, corriendo y poniéndose los tacones por el pasillo, al final tuvo que cabrearse y meter prisa a bolsazo limpio a su chófer Manolo, el mismo que le dijo que “no es más tonto porque no se entrena” en el parking del Hemiciclo. Podría ser, pero no; busquemos otra. Posiblemente, se sintiera indispuesta. Eso es. Seguramente, la noche anterior su cocinera le preparó una sopita de caldo con un buen hueso guardado de los tiempos de las ‘vacas locas’. Receta que aprendió de su señora Celia cuando era ministra de Sanidad con Aznar y, claro, su estómago se resintió al primer regusto. O, puede también que su desidia fuese producto de la añoranza a los días de vinos y rosas como alcaldesa de Málaga. ¡Ah, qué tiempos aquellos! de adrenalina y emoción a base de ordenanzas a golpazo municipal, sus ‘porque yo lo valgo’ con la oposición, y su melena urbanística al viento a la hora de, por ejemplo, derribar el histórico barrio de La Coracha, el mayor crimen patrimonial que ha sufrido Málaga. Qué buenos tiempos aquellos, pensaría, cobrando el triple en Madrid pero echando de menos la brisa del mar…
Todas estas razones podrían explicar el extraño estado de tedio de doña Celia, si no fuera porque en otras ocasiones ha llegado a abroncar, gritar, malhablar, apercibir, cortar, y censurar a los oradores de la oposición con el fin de dar candela y matar a su aburrimiento. Hay que entenderla, ella es de esa generación de grandes estadistas que se han forjado sin dar nunca explicaciones a nadie, ni siquiera a sí mismos; de la vieja escuela. Aunque en su caso también tuviera mucho que ver esa gracieja paleta tan suya de portera entrometida para lograr entrar por la puerta grande de la política nacional (asín semos). Qué se lo digan a Pilar Rahola, que la llamó “cerda y ruin”, en uno de los momentos de más altura intelectual de nuestra telecracia. Gracieja, por otra parte, no siempre bien comprendida; José Bono le llegó a afear una vez el haberse dirigido a los discapacitados como “el asunto de los tontitos”, a la hora de ser contratados en la Cámara. Esta Celia… qué cosas tiene.
Puede que Celia Villalobos no haya sido buena alcaldesa, ni buena ministra, ni una excelente parlamentaria, pero lo más seguro es que con todo el tiempo invertido en el Congreso de los Diputados ahora sea una jugadora imbatible en el ‘Candy Crush’, posiblemente incluso la número 1 en España, y al final lo que importa en nuestra Democracia es contar siempre con los mejores, ¿verdad? Pues todo nuestro respeto.