Hay una Catalunya que quiere ser independiente total o parcialmente de España, deseo que respeto y apoyo, aunque no comparta su visión más radical. Para mí lo ideal sería que pudieran votar solo los catalanes con normalidad si quieren estado propio, prefieren un modelo federal con más autogobierno para lo bueno y para lo malo (la decisión que más me gusta, aunque totalmente inaplicable en este escenario de trincheras) o se contentan con seguir viviendo en la situación actual.
Ver a los catalanes yendo a las urnas para votar en ese referéndum sería lo normal en un país democrático. Quien se tire de los pelos al leer esta frase puede pedir más información sobre el asunto en Escocia. En un mes votan para decidir si siguen siendo una pieza en el puzzle del Reino Unido.
El problema es que dentro de esa Catalunya que quiere ser independiente hay un buen porcentaje de catalanes que no tienen ni idea de cómo es el país en el que viven. O no se enteran o no lo quieren ver. No hablemos de expolio fiscal, hablemos de honradez a la hora de gobernar. Hay un perfil de independentista catalán que está harto de España porque es “corrupta” y está gobernada “por unas élites” ancladas al pasado. Es esa clase de individuo que se piensa que Catalunya sería un paraíso económico si se independizara porque allí nace la gente más rica de mente y espíritu, los más emprendedores y los más honrados. La crème de la crème. Esa visión de “España mala, Catalunya buena” lleva a muchos a creer que todo lo que suene a castellano “es facha” y, en cambio, lo que suene en catalán “de izquierdas y demócrata”.
Que no nos engañen. CiU es tan de derechas como el PP. No tiene una dictadura que justificar, pero sí un colaboracionismo con Franco bien claro. La alta burguesía convergent no estuvo precisamente en la cárcel como Jordi Pujol. No pedían democracia en las calles, esperaron que llegara con la muerte del tirano. CiU, encima, tiene tan poca democracia interna como el PP porque a Mas también lo eligió el dedo sagrado del gran líder. Y, para colmo, CiU recorta lo mismo o más que el PP, que tiesa ha dejado a la Sanidad y a la Educación catalanas. CiU mantiene y crea peajes en las carreteras, igual que ha mantenido con sus votos gobiernos del PSOE y PP en Madrid. CiU, además, es tan corrupta como el PP. El caso de la saga Pujol, de la apropiación de Catalunya para sus bienes personales da fe de ello. De CiU salen personajes como Duran i Lleida, que llama vagos a los andaluces cada dos por tres con el mismo morro con el que visita la Feria de Abril de Barcelona en busca de votos cuando abandona la comodidad de la suite madrileña del Palace en la que vive. O elementos como Fèlix Millet, que se llevó más de 3 millones de euros públicos de otro palacio, el de la Música, para vivir lujosamente. Exconsellers de Pujol, colaboradores de Duran en Unió, alcaldes como el de Blanes, presidentes de cajas de ahorros que cobran una millonada después de haber hundido sus entidades…
Si CiU no tiene más corruptos es porque solo se presenta en Catalunya. Si el PP no tiene casos de corrupción en Catalunya es porque nunca ha tenido poder allí. No puede competir contra su clon.
La alternativa de Convergència i Unió fue tradicionalmente el PSC, ahora un barco tocado y hundido por la falta de ideas, la poca lealtad para defender el pobre programa que presentaban y, como no, los casos de corrupción que han convertido todo el cinturón rojo de Barcelona en un mapa de la prevaricación y el cohecho. Con todo esto, el gran beneficiado es sin duda Esquerra Republicana, un partido que de momento no está manchado por la corrupción, pero que prefiere esconder el escándalo de los Pujol para que no perjudique al proceso soberanista. La independencia está por encima de la decencia para ERC. Ya lo dijo David Fernàndez, de las CUP, en el último debate de investidura de Mas. Está muy bien hablar de independencia y ojalá se consiga, pero hablemos primero de recortes, hipotecas, fraude fiscal, pobreza y exclusión social. Para algunos, aún se trata de construir un país nuevo, no de cambiar la etiqueta. La independencia va más allá del nacionalismo.
No, Catalunya no es el parque temático del ladrón como la Comunitat Valenciana, pero hace un siglo que dejó de ser el paraíso de la honradez en el que sueñan vivir los nacionalistas más exagerados. Quizás no solamente falte dinero en la caja porque Madrid haga un reparto injusto. Quizás el que ondea la bandera sea quien se está comiendo el pastel. Podrían preguntárselo y harían un favor a su patria mucho mayor que acudiendo a cadenas humanas o colgando la estelada en el balcón. No estaría mal recordarles qué le pasa al burro, animal muy catalán por otra parte, que sigue a la zanahoria hasta el borde del precipicio.