Cuando se habla de boxeo, el que no entienda, siempre lo asocia a valores machistas, a un mundillo lúgubre y a la brutalidad gratuita. Quien no entienda sólo verá a dos personas pegándose gratuita y salvajemente. Es lo mismo que ver en el fútbol a once personas corriendo detrás del balón o sólo ver lineas y escuchar ruído ante una obra de arte. Ni siquiera sabrán que las piernas, y tener un buen juego de piernas, es de lo más importante en el boxeo, aunque no se golpee directamente con ellas.
El boxeo también es técnica. No sólo utilizas tus brazos y tus puños, sino también tus piernas, tu cintura y todo tu cuerpo; pero sobre todo tu cabeza, para pensar en frío, medir al rival y saber qué tipo de combate te conviene para que no te golpeen y gestionar los recursos lo mejor posible. Ser boxeador conlleva dedicarle horas de trabajo al cuerpo y a la mente. Conlleva horas de concentración y preparación física, no sólo muscular, sino también cardiovascular. Una buena respiración es clave para cansarse menos y tener más aguante.
Es frívolo y de falta de perspectiva ver a dos hombres (o mujeres, que también hay muchas) pegándose gratuitamente hasta que uno caiga fulminado. El boxeo tiene reglas específicas. No siempre se vence por K.O. Uno puede vencer por puntos otorgados por los árbitros. Si un árbitro ve a uno de los dos púgiles en malas condiciones para seguir, interviene y para el combate. También hay un servicio médico constante que decide si el oponente puede seguir o no. También se gana por rendición cuando el equipo decide lanzar la toalla, porque no olvidemos que el que pelea es uno, pero detrás hay todo un equipo de profesionales, desde médicos hasta el entrenador personal, con el que se acaba formando un vínculo estrecho. Además de las reglas de combate, el boxeo tiene varias categoría dependiendo del peso de los púgiles.
Después del combate y de la adrenalina soltada, los púgiles se abrazan entre ellos. Abrazan al equipo rival y a su propio equipo. Después de haber estado golpeándose, se abrazan y se animan. Incluso muchos fuera del ring son muy buenos amigos, pese a que unos minutos antes deseasen arrancarle la cabeza… aunque ese pensamiento sólo sea una estrategia para elevar la tensión y dar lo mejor de uno mismo. Esta estrategia de elevar la tensión empieza a cocerse desde semanas antes del combate con declaraciones punzantes entre ambos rivales. Cuando llega el combate, sólo queda descargar esa tensión acumulada y fundirse al final en un abrazo fraternal.
Quizás el boxeo sea de los deportes donde menos se menosprecie al rival y más se le respete. Uno cuando sube al ring va acompañado por la incertidumbre de no saber si el oponente va a sacar un gancho que lo deje noqueado en el suelo. Siempre en estado de alerta. Siempre desde el respeto.
El mundillo del boxeo puede parecer turbio, pero ¿acaso el del fútbol no lo es? ¿Y el del arte? ¿Y el de la política? ¿Y la vida?