El francotirador (American Sniper), premios a la Mejor edición de sonido en la reciente gala de los Oscars, es la película de ambientación belicosa con mejor taquilla de la historia en Estados Unidos. Un homenaje, basado en la vida del tirador de alta precisión Chris Kyle, del patriotismo yanqui, que se pretente inculcar en las mentes de los espectadores a través de implacables balazos.
Clint Eastwood –catalogado como uno de los mejores directores de los últimos 30 años, con títulos en su filmografía reciente como Million Dolar Baby, Gran Torino o Invictus– se propuso reescribir la historia trágica de Iraq, uno de tantos anhelos imperialistas de Estados Unidos. Con la interpretación de Bradley Cooper, probablemente una de las mejores del año, se da vida a un personaje real, el mencionado Kyle. Este norteamericano, natural de Texas (curiosamente, nacido en una localidad de resonancias soviéticas, Odessa, más aún tras pasar Crimea a manos rusas), fue un francotirador letal partícipe en la invasión de Iraq en 2003. Kyle llegó a participar en cuatro tours bélicos como parte de los Navy Seal, los celebérrimos marines estadounidenses.
Aunque el interés es de sobras conocido, no es superfluo remarcar por qué Estados Unidos toma parte en la situación política iraquí desde los años 80. Iraq, situado en Oriente Medio, es uno de los países con mayores reservas probadas de petróleo. Una pieza fundamental en el puzle de Estados Unidos. Tener reservas de petróleo, además del bien material que conlleva, convierte al país del suroeste asiático en un lugar de especial interés geopolítico. Así, Iraq ha sido para Washington un peón con el que jugar –en contra de la URSS, cuando fue necesario– y al que derribar y someter si el despotismo de sus dirigentes comenzaba a actuar por libre.
En los primeros minutos de American Sniper observamos al protagonista en lo alto de un edificio, listo para entrar en acción. Son los primeros fotogramas los que muestran a un militar indeciso, que duda entre el deber y las convicciones morales. Matar a alguien no debe ser tarea fácil, parecen decirnos. El mismo Kyle reconoce en su libro que “la primera vez, ni siquiera estás seguro de que puedas hacerlo [matar]”. “Pero yo no estaba allí –profundiza– mirando a esas personas como personas. No me preguntaba si tenían familia. Solo estaba tratando de mantener a mi gente a salvo”.
En ese momento de incertidumbre, el film de Eastwood nos devuelve al pasado para que sepamos de dónde ha salido este personaje. ¿Quién es Chris Kyle? ¿Por qué llegó a formar parte de cuatro expediciones diferentes en Iraq? En su pasado, y sobre todo en su infancia, encontramos la edificación ética, los cimientos que darán lugar al adulto que los espectadores conocemos a través de la gran pantalla. El marine, con una vida personal en declive, decide dar un giro inesperado a su biografía y otorgar sentido a su existencia poco antes de conocer a su segunda esposa, interpretada por Sienna Miller.
El filósofo más peligroso de Occidente, polémico como ninguno, Slavoj Zizek, nos ilumina en el campo del séptimo arte afirmando que en la ficción del cine hay más verdad que en la realidad misma. El cine es una ventana al mundo real. ¿Cuál es el fin de Clint Eastwood con esta película?
Los americanos, inmersos en un mar de culpabilidad, intentan sentirse mejor con películas como American Sniper. Pretenden hacernos sentir en nuestras carnes lo difícil que es para los soldados americanos salir de su país para luchar por la paz y por la seguridad nacional; lo espantoso que es para las familias, que se quedan en territorio estadounidense a la espera del ser querido, siempre en vilo del tan ansiado regreso del marido, padre o hermano.
Ese afán por hacer al espectador partícipe del dolor estadounidense se puede señalar como un acto manipulador. Ya nadie se cree la versión que Estados Unidos y sus aliados (entre ellos, la España de Aznar) dieron de la última Guerra de Iraq, que ha dejado xxx muertos en el país desde 2003. Por eso, a más de uno le costará identificarse con el personaje que encarna Bradley Cooper. ¿Es possible sentir pena, lástima y mucho menos piedad por la insignificante vida de Kyle?
El cine, como arte, es a su vez una forma de propaganda. American Sniper es una expresión chauvinista y legitimadora de la política exterior de Bush. Promueve y pretende normalizar la islamofobia. De esta forma el mundo se conmociona cuando resuenan los disparos en el interior de la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo, considerado como un ataque terrorista (y que obviamente cualquier demócrata condena), y, en cambio, por culpa de los medios de descomunicación ese mismo mundo solidario y liberal apenas se hace eco del ataque a tres estudiantes musulmanes en Estados Unidos. Ese acto homicida no es un ataque terrorista; simplemente se trata de un hecho aislado. La vida de los musulmanes no importa, aunque mueran en el Primer Mundo.
En la cinta de Eastwood en numerosas ocasiones escuchamos a Chris Kyle referirse a los iraquíes como “despreciables salvajes”, ofreciendo un claro racismo hacia los civiles y militares musulmanes, enemigos por antonomasia. Así se consigue que no nos demos cuenta de que son defensores de su tierra sometidos a una invasión yanqui. La Leyenda, apodo que recibió Kyle por la cantidad de personas que mató, es representado de forma titánica durante su estancia en territorio hostil, incluso llegando a ser idealizado. Kyle, a ojos del espectador es un héroe. Todo un patriota y un excelente francotirador. Capaz de poner su vida en riesgo a cambio de cumplir con el deber nacional: servir al país.
Una vez acaba su aventura, su misión en Iraq, el marine aparece en una escena donde charla con un psicólogo debido al aparente shock postraumático que sufre y que le impide socializar y llevar una vida normal. La reflexión subyacente e inherente a cualquier guerra es la posterior visión del conflicto y el precio del mismo. ¿Existe realmente un ganador, o todos en mayor o menor medida salen perdiendo? La guerra, o cualquier tipo de experiencia de tal magnitud, marca y cambia sustancialmente la percepción vital. Deja unas secuelas que aislan y desconectan a la persona del mundo. Sus supervivientes están en constante conflicto. Alerta ante la vida.
Chris Kyle llegó a confirmar que no solo no se sintió arrepentido por lo que hizo sino que su pena radicaba en, como dice en su libro, “no haber matado a más a iraquíes”. El soldado se muestra encantado con sus actos: incluso admitió que fue divertido, el mejor momento de su vida. ¿Es realmente este el prototipo de héroe americano? No son pocos los que piensan que la política exterior de Estados Unidos ha mermado su reputación en el mundo a base de agresiones injustificadas. Estos hechos han marcado la decadencia imperante de un pueblo con delirios de grandeza, el fin de su prestigio universal. Una buena vara de medir hasta qué punto estamos sumisos en la decadente cultura occidental es comprobar si somos capaces de ver en la figura de Chris a un héroe. Visión que se puede complementar, por cierto, con la repudia que algunos pueden sentir hacia Mustafá (francotirador oponente). ¿Por qué no se considera también como un héroe al soldado iraquí? ¿Acaso no es un acto de valentía y de patriotismo resistir una invasión en su tierra natal, luchar por su pueblo?
A Noam Chomsky no le tiembla la voz al indicar que EE UU es el estado terrorista número uno: “Estados Unidos gobernará el mundo con la fuerza y, si considera que existe un desafío a su dominación o una amenaza percibida en la distancia, una amenaza inventada, imaginada o lo que sea, entonces tiene el derecho de destruir esa amenaza antes de que se transforme en un peligro mayor”. Es lo que denominamos como preemptive war, la guerra preventiva. Y lo peor de todo es que buena parte de la sociedad yanqui está orgullosa de este tipo de actos.
Lo siento Estados Unidos, pero como diría Risto Mejide: “No te compro”. Nadie se cree esta pantomima de liberador de los pueblos, de lucha infatigable contra el terrorismo para promover la paz mundial, la seguridad nacional y asentar democracias aquí y allá. No. Básicamente porque se creen superiores, los amos del mundo, dueños y señores con capacidad de decidir en territorios ajenos a su país. Cuba. Nicaragua. Corea. Vietnam. Iraq. Siria. Numerosos ejemplos de la misma política. No obstante, según los datos recogidos por WIN/Gallup International’s annual global End of Year Survey (2013) se constata que el gobierno de los States representa, para la mayoría de los habitantes encuestados, la mayor amenaza a la paz que existen en el mundo.
La historia se repite siempre dos veces, primero como tragedia y, después, como farsa. ¿La tragedia fue Iraq y la farsa es Siria? ¿O todas las conquistas imperialistas son tragedias y comedias al mismo tiempo?