Fotografía cedida por Alicia Kopf
Alicia Kopf, pseudónimo de Imma Ávalos (Girona, 1982) quiere hacer la entrevista sin fotógrafo, tiene poco tiempo y quiere ir al grano. Me encuentro con ella en el Coworking FavLab de Barcelona (calle Bailén, 11), un lugar ajetreado de la ciudad condal con decenas de cabezas pensantes que asoman por detrás de las pantallas de unos MacBooks blanco impoluto.
Kopf ha escrito un libro poco convencional, Germà de gel, una mezcla de géneros donde resulta complicado discernir entre la ficción y la realidad. Auto ficción pura y dura. Algo habrá hecho bien esta catalana, que con su primer libro ha ganado el prestigioso Premio Documenta 2015. A medio camino entre una tesis doctoral sobre la conquista del Ártico y su experiencia como veinteañera- treintañera engullida por el ritmo frenético de la capital catalana, Kopf consigue engullir al lector en un relato personal que se va hilando a partir de documentos históricos sobre las conquistas en los polos.
–Enhorabuena, has sido uno de los libros más vendidos en no ficción en catalán en el día de St Jordi. L’Altra Editorial me ha dicho que se habían terminado.
–Sí, no es que no te lo quisieran enviar, ¡se han quedado sin!
–Eso es una buena noticia, imagino. Hablemos del libro…Tengo que confesar que al principio, durante la lectura de los primeros capítulos, estuve un poco perdida.
–Algunos capítulos suponen un reto para el lector, son las partes más ensayísticas y académicas. Sin ellas, el lector no podría hacer las asociaciones metafóricas que hago entre la exploración y la vida. Hay que entrar en la dificultad de supervivencia de un explorador de principios del siglo XX para que el lector pueda hacer las asociaciones que yo quiero que haga. Es un proceso de preparación, aunque también admito que supone un reto.
– ¿Eres tú la protagonista del libro?
–Hablo de mi yo narrativo. Este proyecto nace a partir de un proyecto artístico: mi tesis doctoral en bellas artes. En bellas artes no se hacen tesis doctorales al uso, siempre son un proyecto artístico. Había una parte de investigación y ensayo.
Pronto me di cuenta de que tenía que convertir todo eso algo que me tocase, quería crear una obra de todo el proyecto, ya que hacer un trabajo académico no me interesaba. Decidí que prefería hacer una buena novela que una mala tesis académica, de esas que terminan muertas en un rincón.
–Lo consideras un libro de auto ficción. Sin embargo se deducen muchas parcelas de tu manera de ser y de tus vivencias.
–Todo es absolutamente relativo. Todos los libros de todos los escritores, aunque escriban ficción… por mucha tercera persona que empleen, todos son auto ficción. Si no has vivido nunca un desencanto amoroso, nunca podrás describirlo. Huelo desde lejos a aquellos autores que describen vivencias que no han vivido, son ventrílocuos que hablan de tópicos. Si no coges modelos de la vida real, harás muñecos, y a mí no me interesan los impostores y la gente que crea a partir de la nada, porque considero que todos nos debemos basar en algo.
– En algún tramo del libro hablas de la dificultad de encontrar la propia voz narrativa, ligado directamente con la dificultad de encontrar la propia identidad. ¿Cómo encuentras tú la tuya? ¿Cómo encuentras el equilibrio narrativo de manera que el lector no se acabe perdiendo en un mar de voces narrativas?
–Sí que es verdad que me sirvo de diferentes voces narrativas, por eso uso la tercera y la primera persona indistintamente.
–Pero te ha quedado un libro bien hilvanado y redondo, estable y con unidad.
–Mientras escribía el libro, no estaba muy segura de poder conseguirlo, lo que sí sabía era que la voz narrativa debía articularse marcando mucho la perspectiva. Si tú delimitas mucho el sitio desde el que hablas, y eso requiere un ejercicio de introspección y de búsqueda de la propia identidad, todo lo que digas desde esa posición, tendrá una unidad. Siempre. Si quieres jugar a cambiar de lugar, despistarás al lector. Una de las tareas ha sido el de delimitarme a mí misma y dejarlo muy claro.
–No se antoja una tarea fácil.
Lo que intento hacer es dejar visibles los mecanismos de construcción de la propia voz, por eso juego con el yo -ella -yo- ella. Siempre siendo muy honesta, desde mi posición como escritora y como persona. Yo siempre aviso: cuidado, esto es auto ficción. En el momento en que la novela ha necesitado ficción, porque la forma lo ha pedido, he ficcionado. Yo entiendo un lenguaje sometido a la forma y a la temporalidad, al papel. Hay que ser consciente del medio que se usa y mostrarlo al lector. Todos delimitamos. Por ejemplo, los periodistas, a la hora de hacer una crónica, delimitan muy bien el tema, bueno… [ríe], no todos. También es un ejercicio de sinceridad, porque estás mostrando al lector tus límites personales.
– ¿Mostrarse honesto con el lector?
–Exactamente. Y también para mostrarse honesto consigo mismo. La honestidad hacia uno mismo se traduce en honestidad hacia los demás. A mí me gusta leer a gente que es honesta, que crea esa sensación, al menos. Me gusta mucho Karl Ove Knausgård, lo leí cuando ya estaba en el último tramo de escritura de la novela, así que no me influenció de entrada, pero sí me aseguró que iba en la buena dirección. Él es mucho más autobiográfico que yo, no juega tanto con la forma.
–Tú rompes todas las barreras entre géneros…
–En el libro hay mucho juego con los géneros, es verdad, mucha mezcla, es un ejercicio de montaje importante. Ahí se nota la influencia de otros autores, como Fernández-Mallo. No me reconozco con Karl Ove Knausgård, pero sí me identifico con ese sentimiento de honestidad que él logra crear.
– ¿Cómo le explicas a tu entorno que todo lo que describes en tu libro no es real, que es una auto ficción?
–Yo siempre se lo digo. Lo último que querría hacer es hablar de los demás. Yo sólo hablo de mí, autoficcionado. No pretendo decir ni la verdad sobre mí misma. De los demás cojo partes, y creo una tercera persona. No hablo de ellos como personas. No hay nada que se corresponda con la realidad, tan sólo los cojo como modelos. Cambio nombres, profesiones y someto el personaje a la forma. Ellos quizás se puedan sentir identificados en una situación muy particular, pero saben que nadie los identificará. Nunca intento hacer personajes redondos y tampoco digo nunca la verdad sobre personas de mi entorno. Es lo último que me interesa. Lo que sí me interesa es la verdad universal, situaciones universales, esto me gustaría recalcarlo. Yo creo que la verdad universal y la realidad biográfica y narrativa son distintas. Hay que pactar con estas tres realidades. Siempre aconsejo a mis amigos y familiares que no intenten encontrar la verdad sobre ellos mismos en mis textos. Es más, eso nunca se lo preguntaríamos a Henry Miller, a Bukowski, a Anaís Nin. A los grandes narradores, consagrados, no se les haría esta pregunta. En los autores, la obra va más allá de la circunstancia biográfica. Si tuviese que pensar en mis padres cuando escribo, no haría nada. Nos tenemos que desligar del peso biográfico para escribir libremente. Uno se tiene que independizarse de los criterios familiares, esto me lo comentaba el otro día Eugenia Broggi, la editora de l’Altra Editorial: una de las razones por las que en Estados Unidos hay una gran narrativa, entre otros, es porque los autores son independientes. Y porque la población entiende la noción de perspectiva biográfica. Es una recreación. Si queremos tener buenos autores, tenemos que ser libres.
– Germà de gel era un proyecto arriesgado. ¿Alguna vez pensaste que iba a tener tanto éxito? En tu libro hay listas, diarios de viajes, noticias, capítulos de ensayo puro y duro, novela etc.
–Para empezar, yo no escribo para los demás, yo escribo para mí misma. Yo quiero escribir lo que yo leería. Además, creo que los demás no son tan diferentes a mí, y eso es lo bueno de libro. Se tiene que tener respeto por el lector, hay que confiar en él, es inteligente, aunque haya una parte de la industria editorial de este país que no quiera darse cuenta. Hay veces que se le dan cosas con un nivel muy bajo, si diésemos contenidos que requiriesen más esfuerzo, serían perfectamente asimilables. A raíz de la publicación del libro, por ejemplo, he recibido algunos mensajes de familias con miembros autistas, personas que según el target editorial, nunca leerían mi libro. Se les ofrecería un producto clásico, un best seller. Y se han leído esta novela en una noche.
–Quizás también sea un tema de acceso.
–Obviamente, va a haber gente a la que no le guste mi libro, o la experimentación de géneros, pero se trata de tener acceso a estas cosas diferentes. Haciendo autocrítica, tengo que decir que a veces, los que experimentamos con la forma, no damos tanta importancia al contenido emocional. Eso es algo que yo intento que vaya de la mano: si hay una innovación formal, debe deberse a una necesidad del contenido emocional que tú quieres transmitir. La innovación de la forma porque sí, a mí no me interesa, a pesar de que soy una gran lectora de innovadores de la forma. Siempre intento estar al día de lo que se está haciendo en el mundo de la poesía y el arte contemporáneo, que son los laboratorios del arte. A veces, me voy a casa con un poco de frustración emocional porque pienso: vale, qué interesante este nuevo formato, pero me falta la emoción. En el cine se puede jugar mejor con estos dos factores. Esta es mi ambición artística: tener un pie en cada sitio.
–El libro tenía un peligro, en mi opinión… Y es que acabase siendo una recopilación ensayística sobre el descubrimiento del Ártico. Imagino que has tenido que luchar para no quedar sepultada-engullida bajo toneladas de documentación. ¿Cómo has encontrado el equilibrio?
–En este libro hay un año y medio de documentación intensiva y sí, corrí ese peligro. Pero mientras aprendía, me di cuenta de que estas historias habían sido muy bien explicadas por sus protagonistas, no necesitaban a nadie que las explicase de nuevo. El mundo anglosajón y nórdico está lleno de recopilaciones de historias de exploradores. Además, ¿qué iba a decir yo? Yo no lo he vivido y no formo parte de ese mundo, no puedo decir nada nuevo. Me di cuenta de que lo que yo podía aportar a todo esto era mi perspectiva absolutamente opuesta: una mujer que mira el discurso nacionalista, colonialista, masculino a partir de una mujer de la Barcelona del siglo XXI. Vi que me podía apropiar del discurso y que podía ser interesante explicar la historia de una chica con dificultades familiares y económicas que intenta sobrevivir en un una ciudad en época de crisis.
– ¿Proyectos en el horizonte?
–Ahora estoy recibiendo ofertas para escribir, y esto me hace mucha ilusión. Al final es lo que quiero hacer. Sí, tengo algo en mente, pero hasta que no esté más maduro el proyecto, no lo explicaré. Ahora estoy traduciéndome al español, saldrá el libro con Alpha Decay en octubre. Me lo estoy pasando muy bien, ya que estoy haciendo una traducción recreativa.
– ¿Estás editando el libro?
–Será una versión enriquecida, pero no estoy quitando nada, más bien añadiendo, ya que he tomado distancia del libro. Me he propuesto no quitar nada. No quiero hacerlo. Al revés.
– ¿Qué ha significado recibir el Premio Documenta?
–Ahora recibo más atención y tengo más visibilidad, me está abriendo puertas. Ha sido una entrada de lujo en el mundo de la narrativa y me siento muy afortunada.