Dedicado a Héctor Ortega, el hipster que me dijo que Errejón le recordaba a Efialtes de Tesalia
Évole: Has tardado cuatro años en quedar conmigo
Rajoy: Pero al final he venido, que es lo importante
Silencio sepulcral, o análisis a cada cual más superficial. Es todo lo que he encontrado esta semana tras varios días investigando al respecto de la fascinante entrevista de Jordi Évole al presidente Rajoy en Salvados.
Un silencio, o mero análisis esteta, quizás no sea tan inocente. Si valoramos que el linchamiento al presidente está siendo implacable, tenaz y mediáticamente global, quizás el paso de puntillas ante una entrevista tanto tiempo esperada no sea casual.
Mi teoría es la siguiente. Rajoy puso, primero a Evolé, y luego a España entera, ante el espejo, para que se vieran la viga en el propio ojo. Recordó, sin lugar a dudas, a esa mañana anual que dedica Putin a los medios de comunicación en la cual no deja de ironizar sobre los posibles intereses ocultos de cada empresa de comunicación que le inquiere. Ejemplo que luego siguieron Chávez y últimamente el producto más acabado de político que se atreve a contraatacar a los grandes grupos, el ecuatoriano Rafael Correa.
Bastante inolvidable, para el que no estaba mirando el programa pensando únicamente en cómo caricaturizar al presidente, el momento en el cual el anteriormente conocido como Follonero le comenta a Rajoy que no es una persona normal, que quizás en la soledad de La Moncloa se aísla de lo que ocurre en la realidad. A lo que Rajoy le responde: “Usted tampoco es una persona normal, no creo que la gente se explaye ante usted con naturalidad”.
O cuando, tras ponerle Jordi varios vídeos de políticos del PP posteriormente salpicados con casos de comisiones, el presidente le respondió, “y muchos más que encontrarás, no puedes desconfiar de la gente si no la conoces”.
La entrevista fue, en todo momento, muy en la línea de las consignas que suele tener el Manual de la CIA para los periodistas infiltrados en países colonizados o a colonizar. Sólo preguntas de política interior, para que la gente no pueda llegar a la raíz de las cosas, para que todo se dirima en guerras intestinas y divisiones absurdas internas que impidan llegar, como decía Jessica Fletcher, al móvil del crimen, el que gana más dinero con el asesinato.
El único momento en el cual tembló el misterio al respecto fue cuando Évole, tras su manido mantra de los últimos cinco años de “los-valencianos-que-corruptos-que-son” (a los catalanes no los toca, como buen enviado del pujolismo), le sacó el tema de los refugiados, ante lo cual, intentando adentrarse por su cuenta y riesgo en temas más generales, respondió a un, “lo importante no son los refugiados sino la Guerra de Siria misma”. Lógicamente, Jordi, corrió un tupido velo y siguió con su guión de provocador programado al dedillo, sin capacidad ni ganas de adentrarse en los peligrosos vericuetos de dejarse llevar por la conversación.
El tema sirio nos lleva a un asunto que no me gustaría pasar por alto y que es otro punto que nadie absolutamente ha destacado de la entrevista. Y es vital. Rajoy, así como ningunea a Rivera y desprecia a Sánchez, ambos perritos falderos de cualquier iniciativa europeísta hipócrita y fanfarrona antiyihadista, trata a Pablo Iglesias con simpatía, recordando desde sus problemas con Errejón hasta su visita a un centro de salud por un cólico nefrítico.
Se observa desde hace unos meses a esta parte, desde que ambos se posicionaron en contra de comulgar con las boutades francesas de bombardeos aleatorios a Siria y esas cosas de propaganda electoral francesa; un cierto respeto entre ambos, que no tienen hacia el resto de contrincantes políticos. Es cierto que Errejón, ese Efialtes de Tesalia disfrazado de caperucita morada, cual miembro del PSOE infiltrado, sólo se emplea contra Rajoy con estúpidas consignas de Primaria. Sin embargo, vemos cómo, a diferencia de Íñigo, el secretario general de Podemos únicamente dirige sus invectivas hacia Pedro Sánchez y Rivera.
Mi tesis es la siguiente, y se basa en un seguimiento de la realidad del antiguo espacio soviético tras el concienzudo desmantelamiento al que lo llevaron el poli bueno Gorbachov y el poli malo Yeltsin. Cuando llegó Putin al poder, títere de los oligarcas que llevaban en volandas a Yeltsin, el Partido Comunista de Zyuganov era un furibundo antiputinista irracional. Con el tiempo, la situación se recolocó: mientras Putin iba limpiando el Gobierno de los miembros más decididamente al servicio de EE UU; el anciano e indestructible PCUS fue virando su posición hacia una belicosidad salvaje interna contra Putin, y, al mismo tiempo, un apoyo inquebrantable a Putin en todos los asuntos nacionales contra el acoso exterior.
Esto nos recuerda cómo Rajoy ha limpiado al PP de todo el aznarismo anterior, Pedro Jota incluido, no sin dificultades. Conmovía verlo preparando el programa con esos juveniles pijillos peperos 2.0 tan aficionados al golf, sin rastro alguno de aquellos 40 ladrones noventeros.
Dado el nivel de estupidización de nuestra sociedad no cuesta mucho imaginarse, de no haber irrumpido en escena el pontevedrés, a un Gallardón o un Rato gobernando, desmantelando a troche y moche Sanidad a los niveles de la Generalitat de Catalunya, esos pioneros del amor al dinero.
Así pues, tenemos a ese heredero hispano y bizarro del PCUS, Podemos, que parece que comienza a sentirse inmerso en ese periodo de mutación que tuvo su partido análogo ruso. Irónicamente, Errejón, el más joven, es el que pertenece al viejo mundo decadente gorbachoviano, mientras que Iglesias, más curtidito, es el vanguardista de los dos; el que entiende que la lucha de clases, sin dialéctica nacional, no se sostiene ni se sostendrá nunca únicamente a golpe de utopía.
Si triunfa el errejonismo, será un partido menor o absorbido sea física o ideológicamente por el PSOE. Si el errejonismo es arrinconado, habrá opciones de que tenga la suerte el PCUS, un crecimiento exponencial, y una presencia latente al lado de Putin, a la espera de que las propias contradicciones acaben autodestruyendo al bueno del Vladimir.
El símil entre Rajoy y Pablo Iglesias, con Putin y Ziuganov. Sin embargo, con un componente mucho más heroico por parte de nuestros españolitos, dado que, al ser práctica y políticamente España casi un estado norteamericano (con nuestras bases militares estadounidenses crecientes) el nivel de represión y prudencia de nuestros políticos tiene que ser mucho más brutal que el de la ligeramente más poderosa Rusia; acoso mediático mediante, por ejemplo.
Acoso mediático, sí. Empresas que sirven olímpicamente a los intereses nacionales de países que quieren pulverizarnos y esclavizarnos. Deberíamos, como hace años que hacen los rusos o los venezolanos, a aprender a descifrar en código inverso. Yo me lo tomo a rajatabla. Se empeñan en que aprenda inglés, pues he empezado a olvidarlo, no vaya a ser que mi cerebro acabe fugándose al servicio de malignas potencias extranjeras.
En este punto es imprescindible reparar en qué políticos ensalzan y cuáles crucifican. Cómo se ensalza tanto a Felipe González como a José María Aznar, en la mayoría de los medios del momento. Mientras tanto cargan las tintas contra Monedero e Iglesias y no paran de alabar la moderación y talento del posmoderno Errejón. Y lo más sangrante, Pedro Sánchez, el político con la retórica más torpe nunca visto, auténtica carne de cañón de la parodia, sin embargo es intocable. Como si les hubieran dado un toque de corneta
Sin embargo, Mariano Rajoy está siendo masacrado sin piedad, hoy mismo hasta Botín Jr (recordemos que se quería llevar un Picasso a Suiza y Rajoy no le ha dejado) se atrevió a pedir su cabeza. En una línea muy similar a la de su antecesor Zapatero, con el que guarda buena sintonía, y no por casualidad.
Y creo que Évole se empezó a oler la tostada en la entrevista, en los últimos quince minutos, cuando, finalmente, Rajoy le hizo sentir Narciso mirándose en el lago.