Existen pactos de sangre y pactos de amigos, pactos de caballeros pero también de ladrones. Pactos de amor y pactos de separaciones. Pactos legales y pactos ilegales. El Pacto Bíblico contra el Pacto Fáustico. Pactos entre hombres y dioses, entre pecadores y diablos. Hay pactos políticos, prepactos y postpactos, incluso pactos preelectorales y postelectorales. Pactos puntuales, así como globales. Pactos de derechas y pactos de izquierdas. Pactos alcanzados al igual que pactos incumplidos. No olvidemos los pactos repudiados y negados, los pactos deseados y envidiados. Pro-pactos y anti-pactos. Pactos entre minorías –para algunos, pacto de perdedores– y pacto entre mayorías y traidores. Pactos legítimos frente a los ilegítimos. Desde siempre, los pactos históricos y los nuevos pactos. Hay pactos previsibles y pactos insospechables. Pactos rotos o recompuestos. Pactos vengadores y pactos reconciliadores. Pactos rescatadores y pactos entre rescatados. Pactos de Estado y pactos de Estados y Autonomías.
Y luego existen todos esos pactos a los que yo llamo “pacto por la…” o “…por el…”, repetidos diariamente hasta diluirse en sus propios discursos. Pacto por la… democracia, por la paz, por la Sanidad pública, por la Educación, por la igualdad, por el deporte, por el empleo, por el libre comercio… Generalmente, pactos incumplidos o inalcanzados.
El equilibrista se mueve bien en los pactos, el bueno, claro. Aquel que sabe que un mal movimiento o un exceso de movimiento lo coloca fuera de eje y del punto de gravedad, en el desequilibrio. La habilidad en la negociación no solo posibilita el pacto, sobre todo lo define. Dar y recibir, trueque de concesiones. Condiciones maleablemente interesadas.
¿Le importa al pueblo que se consiga que otro partido político celebre primarias internas? ¿Los problemas reales de la gente serán resueltos obligando a la democratización interna del otro? No, porque no tiene ninguna relación directa con ningún problema social, real y padecido por muchos conciudadanos. ¿Importa, quizá, que no se negocie pacto alguno mientras se trabaje desde Corporaciones Públicas con entidades bancarias que ejecuten desahucios? Sí importa, porque sí tiene que ver con una realidad concreta sufrida por la ciudadanía. Aunque no todos los Ciudadano’s piensan así. Después de todo, los banqueros también son Ciudadano’s.
Existen pactos que se sellan abriendo la piel para que la sangre se mezcle en el apretón del saludo. Otros tan solo se firman con un escupitajo en la palma de la mano.