Hoy se anunciaba en algún medio de prensa nacional (eldiario.es) la publicación de un nuevo libro sobre educación llamado La Inutilidad de PISA para las escuelas. Como interesado en el tema decidí leer el artículo y también comprar el libro. Pero bueno, la historia no es esa. La historia es, para variar, el hilo de comentarios surgidos a raíz de la noticia. Los había de todo tipo, como es habitual: gente que comentaba con conocimiento de causa, gente que no, estos los más, más moderados, más radicales, etcétera. En fin, todo un abanico de opiniones diversas al respecto que, desde mi punto de vista se caracterizaban por un factor común a todos los demás: la mayoría habla sin tener ni puta idea.
El tema se las trae, y más en los últimos tiempos donde parece que la sociedad de este país ha despertado un poco y comienza a opinar y leer sobre más temas, con lo que, como consecuencia directa, comienza a opinar sobre ellos. El problema reside, obviamente, en que la educación es un arma política que, además, despierta un sorprendente interés en nuestra sociedad. Ahí estaban algunos periodistas que jamás habrán pisado un aula escribiendo en los grandes diarios alegatos a favor de no se sabe muy bien qué, sin saber ni siquiera distinguir entre dos modelos de pedagogía. Pero, ahí estaban, opinando que hay que recuperar la autoridad en el aula, o que no se puede cambiar cada cuatro años de ley educativa, que si esto, que si lo otro y que si lo de más allá. Cállense de una vez, dejen de sacar a la palestra el tema y dejen trabajar en paz a los profesionales de la educación.
Volviendo a PISA y a la noticia en cuestión me llamó la atención la polarización de opiniones que existía: desde personas que denostaban completamente al informe y a las informaciones que se extraen de él y que, por ende, criticaban el uso retorcido que de los datos y estadísticas ha hecho el Gobierno actual, elemento por otra parte profundamente criticable; y por otro lado los implacables distribuidores de la culpa, en el sentido más católico del término, que no dudaban en culpabilizar ya no sólo a los propios alumnos, sino también, cómo no, a los profesores. Cada vez que se habla de educación en este bendito país la conversación se convierte en una guerra, otra de las que tenemos pendiente los españoles por librar o firmar su paz. Los comentarios son, generalmente, desinformados, y en su mayoría falaces. Están los que ven en la prueba PISA un resultado catastrófico, y piensan que los profesores dentro del aula no conocen lo que el propio informe ya señala; y están también los que no guardan aliento cuando hay que criticar a la prueba, a la OCDE, al Gobierno de turno, al Ministro o a quien sea.
La prueba PISA es simplemente una herramienta, una entre tantas, que debemos utilizar los docentes para ser capaces de encontrar problemas y mejorarlos, problemas entre los que estamos los propios docentes, amén de un amalgama de circunstancias y contextos que condicionan el hecho educativo: nivel socioeconómico, modelo educativo, falta de coherencia total en la evaluación etc. Ni todo es tan catastrófico como lo pintan algunos ni es el cielo en la tierra como nos quieren hacer creer otros. Les digo que no se crean nada en materia de educación, o que se lo crean todo, pero que, por favor, no dejen hablar a los que no tienen ni puta idea.