Este es uno de los libros más inquietantes que he leído en mi larga carrera de lectora. Y no porque los diez relatos que componen el volumen sean de terror o intriga, más bien son susceptibles de recibir la tan manida etiqueta de “realismo sucio”. Pero sucio o no, el realismo de estos cuentos alcanza una dimensión perturbadora en la mezcla de extrañeza y reconocimiento que despiertan en el lector. Las situaciones que se describen en ellos empiezan siendo cotidianas, casi anonidas, un poco gamberras en ocasiones y entrañables o sentimentales en otras. Este planteamiento sin embargo no tardará en derivar en una locura sutil, controlada, casi de andar por casa, que no llama la atención al principio pero que irá creciendo exponencialmente hasta acabar presentando una pesadilla que no siempre sabemos si tiene lugar en la realidad o en la propia cabeza del protagonista o del narrador.
En sus dos libros de relatos anteriores, Fernando González Nohra ya había demostrado que sabe contar cuentos y que no le importa demasiado escandalizar a la gente bienpensante con sus escritos. Pero este libro, mucho menos provocador que los anteriores, va sin embargo bastante más lejos con relatos de lectura adictiva que de manera insidiosa irán provocando curiosidad y rechazo, inquietud y empatía, hasta terminar dejando al lector plenamente angustiado ante la perspectiva de verse un día en la tesitura de reconocer en el taxista a un antiguo profesor o de que alguien le regale una pata de conejo. Léanse este libro si quieren saber lo que es bueno y sobre todo lo que es realmente El Mal.