“Yo sí estuve en España’82”, recordó ayer Vahid Halilhodzic a Joachim Löw, después que el seleccionador alemán asegurara que los jugadores argelinos ya no recuerdan lo que sucedió en 1982. Podría ser así, ya que ninguno de ellos había nacido cuando se produjo el mayor amaño de la historia de los Mundiales. Aquel 25 de junio de 1982, al más veterano de la actual selección, Madjid Bougherra, le faltaban cuatro meses para nacer. Pero en el recuerdo colectivo de todo el país, la herida abierta por el pacto entre alemanes y austríacos aún sigue escociendo, se viviera o no en directo. Y si no, para eso está Halilhodzic. El seleccionador argelino disputó aquel campeonato defendiendo los colores de Yugoslavia, y 32 años después, el de Jablanica tiene claro que ni a él ni a ningún argelino se le pasa por alto la importancia simbólica del duelo de esta noche: “La historia se repite y nosotros no hemos olvidado de aquel partido de 1982, sino que hablamos todo el tiempo de él”.
El fútbol es cíclico y caprichoso. Solo así se explica que después de tres intentos fallidos, el primero de ellos por culpa del amaño en el Alemania Federal-Austria para apear a los africanos, el primer duelo argelino en unos octavos de final del Mundial sea precisamente contra el combinado germánico. Después de no lograr el pase ni en 1982, ni en 1986, ni tampoco en 2010, los argelinos salieron a la calle con el pitido final del Argelia-Rusia (1-1) hace unos días para festejar que por fin, su selección había pasado una fase de grupos. En pleno Ramadán, los zorros del desierto jugarán esta noche en Porto Alegre con el estómago vacío, pero con la ilusión por las nubes. “Una pregunta más sobre el Ramadán y me voy”, amenazó ayer el técnico bosnio en la rueda de prensa previa al encuentro, convencido que el hambre histórico podrá más.
Los Bougherra, Slimani o los conocidos en la liga española Feghouli, Brahimi, Lacen o Cadamuro se enfrentan a una de las claras aspirantes al título. Lo hacen tras una brillante primera fase, en la que los argelinos tutearon a Bélgica pese a la derrota final (2-1), golearon a Corea del Sur (4-2) y tuvieron suficiente con empatar ante Rusia (1-1) para acceder a octavos. Nada que ver con lo que pasó en el Mundial de 1982. Entonces, Salah Assad, Nourredine Kourichi, Ali Fergani, Lakhdar Belloumi, Rabah Madjer o Djamel Zidane, el tío del gran Zinedine, ganaron dos de los tres partidos que disputaron en Asturias, pero aún así se despidieron del campeonato a las primeras de cambio.
En el partido inaugural, los zorros se impusieron a Alemania Occidental en el Molinón por 2-1, en lo que la prensa española consideró “la gran sorpresa del Mundial” y un “ridículo histórico” de los germánicos. Madjer avanzó a los africanos en el 54′, y pese al gol del empate del mítico Rummenigge en el 67′, Belloumi un minuto más tarde puso de nuevo, y esta vez de forma definitiva, a Argelia por delante. Schumacher, Stielike, Breitner, Briegel, Littbarski y compañía caían ante un equipo a priori muy inferior al suyo, y se complicaban mucho su pase a la siguiente fase.
En paralelo a ese duelo, en el mismo grupo Austria debutó con triunfo por la mínima ante Chile (1-0). En la segunda jornada, africanos y austríacos se vieron las caras en el antiguo Tartiere. Fueron los europeos los que se impusieron (2-0) con goles de Schachnner y Hans Krankl, que había dejado el Barcelona un año antes. Alemania Federal no falló ante Chile, y mantuvo sus opciones hasta la última jornada gracias a la victoria por 4-1.
Así se llega al tramo final de la liguilla, que el propio Uli Stielike definió en una entrevista a Canal+ como “la peor organización que se ha visto en un Mundial”. El día de San Juan de 1982, Argelia y Austria se veían las caras en Oviedo. Al descanso, los argelinos ganaban por un contundente 3-0, goles de Assad por partida doble y Bensaoula. De haber mantenido la diferencia, los zorros hubiesen pasado, pero en la segunda parte los sudamericanos redujeron distancias con un tanto de Neira de penalti y otro de Letelier.
Argelia acababa la fase de grupos con cuatro puntos, ya que entonces cada victoria se premiaba con dos puntos y no con tres como ahora. A diferencia de lo que sucedería a partir de entonces, el otro partido de la liguilla no se jugó de forma simultánea, sino que fue el día siguiente, y sabiendo el marcador del otro partido. Una victoria por la mínima de los alemanes clasificaba a ambos equipos para la segunda fase de grupos. Y así fue.
En los primeros minutos, no hubo ni un solo síntoma de amaño. Los germánicos salieron en tromba y pasaron por encima de los austríacos. Pero a partir de la diana de Horst Hrubesch a los diez minutos de partido, y a medida que el reloj avanzaba, los dos combinados protagonizaron cada vez de forma menos disimulada el mayor esperpento de la historia mundialista. Aquel 25 de junio, el fútbol sintió vergüenza ajena por dos equipos que en pleno Mundial, decidieron firmar un pacto de no agresión que indignó al mundo entero. Ni una ocasión clara. Ni la más mínima intención de atacar la portería rival. Nada.
Los locutores de la televisión austríaca pidieron a la audiencia que apagara la televisión ante la apatía y la desidia de sus futbolistas. Algún comentarista radiofónico alemán se negó a seguir narrando aquel ridículo. “Schumacher me dijo que el partido estaba amañado”, asegura aún hoy Rabah Madjer, una de las estrellas argelinas del momento y el tercer máximo goleador de la historia de su selección. El público de El Molinón, indignado con el espectáculo dantesco que estaba viendo, respondió a gritos de “fuera, fuera”, “Sporting, Sporting” o el más recordado de todos: el “que se besen, que se besen”.
El día después, el diario gijonés El Comercio decidió incluir la crónica del encuentro en la sección de sucesos en vez de la de deportes, como sería habitual. “Unas cuarenta mil personas presuntamente estafadas en el Molinón por 26 súbditos alemanes y austríacos”, rezaba el titular. Carlos García, periodista del rotativo asturiano, justificaba así la decisión de incluir el Austria-Alemania fuera de su sección: “Aquel día no hubo sucesos de gran envergadura. Solo le habían robado 120.000 pesetas a un periodista griego que se despistó, pero el resto eran sucesos menores. La noticia en Gijón era aquella, y como no era una noticia deportiva, abrimos la sección de sucesos con el partido, lo que no deja de ser una innovación”.
Tras el encuentro, los jugadores de ambas selecciones fueron abucheados a la salida del estadio y también a las puertas de sus respectivos hoteles. Argelia pidió a la FIFA anular aquella farsa de encuentro, sin conseguir rectificación alguna más que la lógica decisión que a partir de entonces, los últimos partidos de la fase de grupos debían jugarse a la vez. Y los argelinos se fueron para casa indignados, mientras Austria caía en la siguiente fase al perder ante Francia (1-0) y empatar ante Irlanda del Norte (1-1), y Alemania llegaba hasta la final. Los germánicos acabaron primeros el triangular ante Inglaterra y España, y en semifinales, apearon a Francia con polémica. Tras el 1-1 final, los galos se avanzaron por dos veces en el Pizjuán, pero Alemania Federal remontó aquel 3-1 y a su portero, Schumacher, ni siquiera señalaron falta por una escalofriante entrada a Battiston en el momento decisivo del encuentro. Al final, los alemanes pasaron en la tanda de penaltis, pero perdieron la final disputada en el Bernabéu ante la Italia de Paolo Rossi (3-1).
Tres décadas después, Alemania llega a la cita en el estadio de Beira-Rio con el cartel de favorito. Desde aquel lejano 1982, los germánicos han estado en tres finales más, ganando la de Italia’90. Mientras tanto, en Argelia han tenido que esperar 32 años para que otra generación como la de la década de los 80 vuelva a ilusionar el país. Para que la injusticia que supuso su eliminación en el Mundial de Naranjito sea subsanada. Y además, caprichos del fútbol, esta noche tienen en sus manos la oportunidad de vengarse del bochornoso papel alemán en 1982, y cerrar, por fin, la herida abierta aquella tarde del mes de junio en El Molinón.