Decía mi abuelo que el que sabe que no es muy listo y va con cuidado no suele tener problemas.
El tonto de verdad es el que se cree más listo de lo que es. Fijaos en eso. La mayoría de la gente que se cree muy lista acaba metiendo la pata en algún hoyo muy profundo. Es como el que se cree que conduce muy bien y acelera demasiado en las curvas. Incluso aunque sea cierto que conduce muy bien. Cuando tienen un accidente suele ser grave, y casi siempre acaban por tenerlo, porque no sólo depende del que conduce. Hay factores externos. Como en la vida. Siempre acabas por toparte con alguien más listo, o más fuerte, o con un tarado.
Con Lara caí en un infierno muy profundo, y lo hice con la fuerza del que se cree a salvo. Como un peso muerto. Me creía muy inteligente y calculador. Era tan arrogante que estaba convencido de que mis conocimientos sobre la naturaleza humana me eximían de cometer, al menos, los errores más comunes. Sabía más que la mayoría de personas de mi edad, y me sentía invulnerable. Por eso mi caída fue tan terrible. Lara se había criado en un ambiente hostil. Había conocido infiernos horribles y había sobrevivido. No necesitaba ser sabia, porque su instinto era afilado como el de un reptil. No necesitaba leer libros para entender la naturaleza humana. La entendía mejor que la mayoría de los autores, porque había tenido que sobrevivir a ella. No sólo hizo conmigo lo que quiso, también fue cruel por pura diversión. No pudo evitarlo, había sufrido mucho. Con la perspectiva del tiempo entiendes esas cosas.
Yo ya había estado con chicas. No muchas, claro. No había sido nada del otro mundo, todo bastante corriente. Pero no estaba preparado para Lara, para su fuerza y para la agresividad con la que se enfrentaba a la vida. Hacía la vertical y me colocaba el pubis en la cara, y me daba besitos con sus labios vaginales bien adiestrados. No sólo podía tocar el clarinete con ellos, también podía inflar un globo o recoger cosas de suelo. Hasta susurrar cosas. hablaba como los laringotomizados. Eran los números que hacía en el circo de sus padres. Y cuando me acostaba con ella era como follar con un demonio inclemente. Me murmuraba cosas en la oreja que me ponían la piel de gallina, y se reía. Tenía unas piernas perfectas, de acróbata. Unos músculos perfectos. Yo quería morirme dentro de ella. O ser su esclavo, sin con eso me hubiera garantizado que no me dejaría nunca.
Ella conocía el fondo de las personas, como un cazador que debe sobrevivir conociendo a sus presas. Me volvió loco, literalmente. Sólo pensaba en estar con ella, en hacerla mía. Yo sabía que me engañaba, que iba con otros. Le di todo lo que tenía. Hasta robé para ella. Y por las noches lloraba y me mordía los puños para que mi tía no se enterara. Pero al final se enteró, claro. Acabé confesándole aquel desastre, entre lágrimas, y ella me acariciaba la cabeza como a un perro que se estuviera muriendo.
Ése mismo fin de semana nos invitó a cenar. Lara se puso muy guapa. Estaba muy intrigada con mi tía, por lo que yo le había contado de ella. Calculaba las posibilidades que tenía de acabar siendo la dueña de su casa y de todo lo que había en ella. Se maquilló como una perra ansiosa, y estaba tensa e impaciente. Mi tía nos recibió vestida con un traje de novia antiguo, como una señorita Havisham loca y vulnerable. Londa nos sirvió un refrigerio en la terraza, y nos lo tomamos mientras escuchábamos a los pájaros. Mi tía creó un contexto decrépito, de declive patente. El viejo truco de investirse de vulnerabilidad mientras resultas apetecible. Y después nos invitó a fumar sus cigarrillos ingleses untados con esencias. Y cuando ya estábamos todos colocados, mi tía Inés, con su voz susurrante, embistió a Lara y la desnudó de los disfraces con los que camuflaba su ambición ordinaria y previsible. Y Lara lloró como una niña de cuatro años por todo lo que había vivido, y por los abusos que había sufrido. La culpa es el sentimiento más terrible. Cuando estéis a punto de morir os arrepentiréis de los que le habéis hecho a los inocentes. Sobre todo si estáis drogados. Yo estaba como en otro mundo. Me di cuenta enseguida que lo que habíamos fumado no era lo de siempre. Lo percibía todo, y lo entendía. Pero no me afectaba emocionalmente. Y mi tía se levantó de su butaca como una diosa e intentó abrazar a Lara. Pero Lara huyó y se abrazó a uno de los árboles del jardín, y luego me abrazó a mí, disculpándose y llorando, y yo era muy feliz. En ese momento quise que el tiempo se detuviera. Pero mi tía se acercó por detrás y le clavó una chincheta detrás de la oreja. ¿Conocéis el curare? Juan de la Cosa, el piloto de la Santa María, la nave insignia de Cristóbal Colón, murió a causa de un dardo impregnado de curare que le clavaron en el cuello. Es un veneno terrible, una mezcla de sustancias extraídas de raíces de plantas. Bloquea el impulso nervioso que el cerebro le envía a los músculos. Se paralizan todos. Normalmente mueres de asfixia, porque los músculos del tórax se quedan rígidos y no puedes inhalar aire. Lara se me quedó mirando, incapaz de moverse. Soltó dos lagrimones enormes, quieta en el suelo como si le hubieran roto la médula espinal. Mi tía hizo sonar una campanilla y apareció Londa con una silla de ruedas. Levantó a Lara a peso, la colocó encima de la silla y se la llevó. Y mi tía me acariciaba la cabeza para aliviarme mientras yo oía la sierra mecánica de Londa en la cocina, muy lejos.
Hacedme caso; sólo le debéis lealtad a los vuestros. Haced las paces con el mamífero territorial que vive en lo más hondo de vuestro cerebro. Todo lo demás es muy secundario.
Una estupenda receta de Ossobuco (que en italiano, literalmente, significa «hueso con hueco») El Ossobuco es el muslo cortado en rodajas. El músculo más apetecible. El primero que se comen los tigres devoradores de hombres. Y ellos son los que saben. La web es muy recomendable, por cierto.
http://www.recetasdecocinadesergio.com/2013/11/osobuco-receta-casera-original-facil.html