Vivo a diez minutos andando del club de natación más importante del país. De aquí a dos años, el Natació Sabadell cumplirá 100 años de historia. Lo hará tocado económicamente, pero manteniendo la excelencia deportiva que lo ha caracterizado. Su presupuesto se cuenta en millones de euros y su cifra de socios supera los 30.000. Los éxitos deportivos dentro de la piscina han sido una constante durante décadas. Pero aún así, nunca he tenido la sensación de que el waterpolo sea el deporte rey de la ciudad, aunque por deportistas y por resultados ha hecho méritos para serlo. No quiero ni imaginarme, pues, la sensación de desconocimiento que debe tener alguien de Ciudad Real, León o Badajoz cuando se le pregunte por waterpolo.
En cambio, una de las cosas que más me impactó cuando estuve de ruta por los Balcanes hace dos años fue la presencia del waterpolo en el día a día de esa región. Pongo dos ejemplos. A unos pocos kilómetros de Dubrovnik, en Croacia, se encuentra la ciudad de Cavtat. Su tranquilo puerto no solo cuenta con embarcaciones, sino también con una piscina de waterpolo en medio del mar, donde es habitual ver a los jóvenes jugar como aquí lo seria ver a los chavales con un balón de fútbol en cualquier plaza del país. Prácticamente tocando con la frontera montenegrina está Popovici. Este pueblo cuenta con una bonita playa entre acantilados a la que no se puede llegar en coche. Cual fue mi sorpresa cuando al bajar las decenas de escalones que dan acceso a esta pequeña cala encontré un par de porterías y boyas para que los bañistas que lo deseen puedan improvisar un partido de waterpolo. Impensable aquí.
Y todo esto, repito, viviendo en Catalunya, la comunidad que más licencias de waterpolo tiene, doblando a la segunda. Hasta ahora hablaba de impresiones y anécdotas personales. Hagámoslo de cifras. En España hay un total de 11.000 licencias de este deporte, incluyendo masculinas y femeninas, por las casi 750.000 expedidas por la Federación Española de Fútbol, sin contar el fútbol sala. Si nos centramos en las profesionales y dejamos de lado a veteranos, universitarios y base, solo 2.000 deportistas tienen ficha de waterpolo. Una cifra irrisoria comparada, no solo con Croacia, sino con otros países de referencia del waterpolo europeo y mundial como Serbia o Hungría.
Todos estos antecedentes son necesarios para entender por qué la palabra que mejor define los éxitos recientes del waterpolo de nuestro país es milagro. Un año después de celebrar su centenario, el Atlètic-Barceloneta conquistó el sábado en las piscinas Bernat Picornell de Barcelona su primera Copa de Europa. Los marineros, que en la final vencieron al Radnicki serbio por 7-6, se suman así a Barcelona y Catalunya, que reinaron en el viejo continente en 1982 y 1995, respectivamente.
Los Jesús Rollán, Jordi Sans, Chava Gómez, Dani Ballart y compañía recogieron en los Juegos de Barcelona’92 y, especialmente, en Atlanta’96 lo que habían sembrado una década antes Joan Jané, Manel Estiarte, Miquel Chillida o Antoni Aguilar entre otros, artífices de la primera Copa de Europa del waterpolo español. Y ahora son los López-Pinedo, Balász Sziranyi, Albert Español, Felipe Perrone, Rubén De Lera, Marc Minguell o Alberto Munárriz los que, después de muchos intentos, dan un golpe sobre la mesa.
El mérito de este Atlètic-Barceloneta es enorme, ya que ha tocado la gloria europea enfrentándose a equipos con presupuestos muy superiores al suyo. Pero aún más difícil es el ciclo –que de momento parece no tener fin– del Natació Sabadell en el waterpolo femenino. El conjunto entrenado por Nani Guiu ha cerrado el año ganando los seis títulos que podía ganar, incluida la Champions y la Supercopa de Europa. Las vallesanas acumulan tres Copas de Europa en los últimos cuatro años y a nivel nacional no hay quien les haga sombra.
La base de la selección española femenina se cimienta precisamente en la plantilla sabadellense, con jugadoras como Maica García, Mati Ortiz, Jennifer Pareja, Laura Ester, Anni Espar o Pili Peña. Ahora están en China, donde disputarán la Liga Mundial antes de afrontar el Europeo de Budapest. En Londres 2012 fueron plata en la primera experiencia olímpica de la historia del equipo femenino español, y un año después, las mismas piscinas Picornell fueron el escenario donde el combinado estatal ganó el Mundial con una clara superioridad. Dirigidas desde el banquillo por otro referente de esta especialidad, Miki Oca, las españolas reinan en todo el mundo. Y lo hacen apenas llegando a las 600 licencias profesionales femeninas en toda España.
Solo el tesón explica los éxitos de Barceloneta, Sabadell y la selección. Pese a ser pocos, el nivel formativo del waterpolo, especialmente el catalán, es muy alto. Los amantes de este deporte en España han sabido trasladar su sabiduría y experiencia a las nuevas generaciones. Por ejemplo, algunos de los integrantes de la selección campeona olímpica en Atlanta se dediquen ahora a formar los waterpolistas del futuro. Dani Ballart, en su caso, ha sido el director deportivo del Sabadell las últimas temporadas y por el banquillo del primer equipo masculino han pasado Gabi Hernández, primero –ahora seleccionador masculino– y el Chava Gómez, después. Calidad y experiencia para contrarrestar la falta de cantidad.
Vidas paralelas tienen el Atlètic-Barceloneta y el Natació Sabadell. En el primer caso, desde 2005 no se les escapa ninguna liga. En el segundo, las sabadellenses han ganado 12 de las últimas 15 competiciones ligueras. Se pasean en los torneos estatales y, pese a echar en falta el punto de tensión competitiva en el día a día, salen a jugar a Europa y vuelven con títulos en el equipaje. En el caso de las chicas del Sabadell, la escuadra incluso tiene que jugar amistosos contra equipos masculinos para estar a la altura. Pero aún así, ahora mismo, los campeones de Europa masculino y femenino de waterpolo viven en un país que solo se acuerda de ellos cada cuatro años, cuando se acercan unos nuevos Juegos Olímpicos. Son el milagro del waterpolo español.