Molesta este día, incomoda nuestra voz, no nos oyen, es genético cuentan los “expertos”: para el hombre la voz de una mujer pasa desapercibida, si ella habla tiene que hacerlo bien fuerte para que la escuchen, sucede con el llanto de un bebé, la mujer reacciona y se despierta, el hombre tardará más en escucharlo, siglos y siglos de comportamiento desigual que se clava en los genes. Ocurre lo mismo si eres hombre y pobre o tu piel es oscura. Y eres pobre.
La basura agrede a las mujeres cada segundo en las calles y nadie la recoge, medios de comunicación con párrafos/despojos convertidos en gestos de menosprecio, las ganas de tratarnos como a menores de edad, esa violencia de las miradas sobre nuestros cuerpos, la aberrante capacidad del macho condescendiente para lograr que nos sintamos mal, la culpa o esa incapacidad para celebrar un triunfo, sin obviar la disculpa, el agradecimiento exagerado cuando premian a una mujer, el gesto inconsciente de agachar la cabeza o buscar la voz en algún lugar de las entrañas.
Días antes de este 8 de marzo, la escritora Luna Miguel vio cómo le bloqueaban su cuenta en Facebook por una portada, casi naïf, en la que se intuye a una mujer masturbándose, o tal vez una sonrisa con un dedo que busca de nuevo que no nos silencien. La portada de un libro escrito por ella. Y no pasa nada.
Una señora concejal tratada como delincuente en un juicio por haber entrado en una capilla a protestar. No pasa nada. Sin embargo, tantas violaciones a niños y niñas por representantes de la iglesia y no hay consecuencias ni apenas condena.
Una diputada señalada por otros dedos no censurados: daba el pecho a su bebé en el Congreso, símbolo de libertad y democracia. ¿Qué diría la loba Luperca (vaya, no es humana) que amamantó a Rómulo y Remo, oh, fundadores de Roma?
Muertes diarias de mujeres en manos de asesinos en occidente, sí, occidente, violaciones en todo el mundo y ablaciones de clítoris. Despidos, sueldos bajos, amenazas por reducir jornada, paro, cargas familiares, cuidar de los hijos y después hacerse cargo de los padres, así hasta el agotamiento.
Sí, también me canso de ser hombre y soy mujer, me canso de publicar artículos con señoras compositoras, pintoras o que escribieron un libro extraordinario, pero urge la necesidad de reivindicarnos. Hoy escribo por las mujeres que no dibujaron nada, pero pintan en la historia, ésas que se quedaron en casa y fregaron los platos, y los pagaron, y los rompieron. Ellas construyeron ciudades y conciencias, parieron esta tierra, mientras se secaban las manos.