Ya han pasado 20 años desde que PULP FICTION apareció en el mundo del celuloide como una bala. Alabada por público y crítica, se erigió rápidamente como una película de culto, tanto por los espectadores que se quedaron atrapados en ese mundo, como bien explica el título, Pulp de mafiosos de tercera, yonkis elegantes, boxeadores fracasados y adictos al arte del sablazo, sea por el noble arte de la espada o por la otra acepción del diccionario –obtención de dinero de alguien con habilidad e insistencia, y sin intención de devolverlo– como  por cinéfilos que veían toda una construcción cinematográfica sustentada sobre referencias del mundo del celuloide  y la cultura pop.

Durante años, lustros y décadas, los mayores fans han hecho un listado de las referencias que han ido encontrando, como si de Dónde está Wally se tratase, y las han ido colgando en la red y en los foros. Referencias al cine de Jean-Luc Godard, Don Siegel, Brian de Palma o John Woo. El personaje de Harvey Keitel está inspirado en Nikita (1990) de Luc Besson y en el personaje, también interpretado por Keitel, de la versión americana La Asesina (1993). El monólogo que recita Samuel L Jackson, encarnando a Jules, antes de ejecutar a sus víctimas se inspira en Sonny Chiba, actor de películas de artes marciales y de la serie televisiva Shadow Warriors (1980). El maletín resplandeciente, ejemplo de lo que Hitchcock llamó McGuffin, es una reseña de El Beso Mortal (1955) de Robert Aldrich. La escena de la inyección de adrenalina se basa en el documental American Boy (1978) de Martin Scorsese. El corte de pelo de Mia Wallace es un homenaje a la actriz muda Louise Brooks. La secuencia de la entrada al Jack Rabbit Slim es un guiño a la secuencia de entrada al Copacabana en Goodfellas de Martin Scorsese. La idea del baile en el Jack Rabbit Slim es un guiño a la secuencia del baile de la película Banda Aparte (1964) de Jean-Luc Godard. EL Jack Rabbit Slim en sí es todo un homenaje a la música y la cultura popular de los años 50, con un Steve Buscemi haciendo un cameo como camarero disfrazado de Buddy Holly

 

El argumento de Pulp Fiction no pasaría de un relato costumbrista sobre mafiosos de poca monta si no estuviese sustentado por escenas delirantes, humor negro y escenas que rozan el surrealismo: un jefe de la mafia violado por unos sadomasoquistas, entre ellos un policía. Un boxeador que tiene un reloj que un capitán del ejército llevó escondido en el culo para llevarlo hasta sus manos porque se lo prometió a su padre. Una escena de baile sacada de la nada. El personaje del señor Lobo con su ya mítica frase: «Estoy a 30 minutos de allí….llegaré en 10 (9 minutos y 37 segundos después…)». Un mafioso obsesionado con el versículo de «Ezequiel, 25-17» y una sobredosis de heroína contrarrestada con un agujazo de adrenalina directo al corazón, entre otras escenas desternillantes.

Tarantino es un auténtico cinéfilo, un devorador de cultura popular, que ha crecido como espectador respetando todo lo que le pasaba por sus ojos. Con toda esa información inmensa, esa cultura cinematográfica y popular que ha ido absorbiendo, ha sido capaz de recrear mundos en sus películas como si de un cuadro de Pollock se tratase. Tarantino no dice nada nuevo. Revisiona, homenajea y rescata del olvido, como a John Travolta, a actores, temáticas y música que acaba poniendo otra vez en la parrilla para todos los espectadores; básicamente como este texto, que no dice nada nuevo de lo que ya se ha dicho antes y que ahora expongo para conmemorar el 20 aniversario de una de las películas más transgresoras de su tiempo.

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