Siguiendo la formula del PP, Ana Mato tampoco cumplió ninguna de sus promesas: No ha implantado la receta electrónica ni la historia digital ni ha logrado poner de acuerdo a todas las comunidades para una compra de medicamentos común. Tampoco ha presentado una nueva cartera de servicios, pero sí que dejó en los huesos la Ley de Dependencia, aparte de los tijeretazos en recortes y el copago.

Ana Mato, aprovechando, también, que la sociedad española no sabe cómo se financia la sanidad, dejó a los inmigrantes irregulares sin sanidad; recordemos al subsahariano que murió en Mallorca, en la calle, porque ningún hospital quiso hacerse cargo de él. Recordemos a la mujer que se fue a su casa con la cabeza abierta al darle el alta al ver que era irregular. La ministra decía que los inmigrantes eran un gasto para las arcas públicas y que abusaban de la sanidad, pero lo crean o no, son los que menos van al médico y ellos también pagan la sanidad. La sanidad no sólo se financia con el IRPF, sino también con el IVA que pagan al comprar casi cualquier producto y con los impuestos especiales como pueden tener la gasolina, el tabaco y el alcohol. Les dejó sin sanidad por racismo, no porque fueran un gasto; en cambio mucha gente de otros países de la Europa Occidental sí que venían a hacer turismo sanitario, sin pagar ningún tipo de impuesto, cuyas facturas se acababan perdiendo entre la burocracia. Europeos, sí. Africanos, no.

Ana Mato también quiso que los pensionistas de este país copagasen su medicamento en función a su renta; también en medicamentos hospitalarios como pueden ser los tratamientos oncológicos (cáncer) y retrovirales (SIDA). No quitó, como acabo de decir, la tarjeta sanitaria sólo a los inmigrantes, sino también a los españoles que trabajaban en el extranjero: ya no sólo te obligan a irte, sino que a la vuelta la sanidad de tu país no se hace cargo de ti. Quiso excluir del sistema público de reproducción asistida a lesbianas y mujeres solteras. Nos trajo el ébola a casa sin ningún tipo de garantía, confundiendo buen hacer con chapuza, y cuando apareció el contagio de la enfermera no supo gestionar en absoluto la crisis; lo único que supo hacer es esconderse y esperar a que pasase el temporal; estrategia que tanto usa su propio líder. Ana Mato ha desmantelado la sanidad pública universal española, que era una de las cosas por las que debíamos estar realmente orgullosos (y no por el deporte) y de las que casi todo el mundo miraba con envidia.

Pese a todo esto, no dimite por su ineptitud, ni por ser un peligro real para la salud de seres humanos, sino por el caso Gürtel; aunque en verdad debería estar procesada por negligencia grave y por vender la salud de los más desfavorecidos a cambio de reafirmarse en su ideología.

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