Trajimos el ébola a España. Podría haber venido de la mano de cualquier persona de África que viaja a cualquier aeropuerto europeo (como ya está pasando), pero no, como siempre nuestra élite política –altamente cualificada– pensó en el interés general, que no fue otra cosa que hacernos los guays ante el mundo montando un dispositivo de rescate al estilo del Equipo A –con aviones Hércules y militares vestidos con escafandras espaciales–, para dar una lección de modernidad, eficiencia y alta gestión sanitaria que, finalmente, nos ha devuelto a la realidad como un «¡zas! en toda la boca». Como siempre, pensando en corto y en ganar votos.No estábamos preparados. España no lo estaba. ¿Cómo lo íbamos a estar con un hospital referente de enfermedades tropicales desmantelado en un geriátrico, personal sanitario sin formación ni materiales adecuados y una ministra de Sanidad que no sabe ni los coches que duermen en su garaje? Puede que este caso de ébola no se extienda –ya que la pobre enfermera ha dado síntomas hace poco, que es cuando realmente tiene riesgo de contagio–, pero lo que está claro es que la ineptitud del Gobierno de Rajoy es el ébola mismo que lleva arrasando España desde el 2011. Por lo tanto, lo que nos queda preguntarnos es si todavía tienen margen para cagarla más con cualquier tipo de crisis que se tercie hasta la celebración de nuevas elecciones.
Hasta entonces, puede que incluso el ébola sea la menor de nuestras preocupaciones.
Un dato comparativo de enfermedades tropicales muy interesante: Ébola: 2014, 3.330 muertos. Malaria: 2014, 627.000 muertos.

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