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Dialogados es un proyecto de periodismo tranquilo que quiere recuperar el tiempo para el diálogo. Son los testimonios personales los que muchas veces ayudan a entender un momento, un lugar, una obra, una generación. Son las emociones transmitidas las que pueden ayudarnos a comprender una utopía en un tiempo exacto.

Fotografía: Juan F. López

En 2011 Samar Yazbek (Jableh, Siria, 1970) fue detenida y expulsada de su tierra al ser considerada un peligro para el régimen de Bashar al-Asad por su defensa de la democracia. El único arma que empuñaba entonces, como ahora, era la palabra. Desde su exilio en París planeó su regreso clandestino en plena guerra. Aquello de lo que fue testigo lo describe en su libro La frontera. Memoria de mi destrozada Siria (editorial Stella Maris). Es un relato de supervivencia en un lugar donde, más allá de las súbitas pérdidas causadas por las bombas, «todo muere lentamente». La dureza con que le ha tratado la vida puede intuirse en su rostro, que conserva su belleza natural pero deja también espacio a posos de una tristeza que corre el riesgo de convertirse en crónica. Pegada siempre a su paquete de tabaco, parece continuamente nerviosa, no por la circunstancia de una entrevista, a las que está más que acostumbrada, ni porque tenga miedo de perder un tren. Mientras juega con su pelo rubio, habla con firmeza pero con una aceleración infundida quizá por la necesidad de vivir a la carrera, con miedo a no llegar a tiempo de poder contar todo lo que lleva dentro.

–¿Cuáles son las últimas noticias que tiene de su tierra?

–La situación ahora es más dramática. Los bombardeos de la aviación del régimen sirio continúan. Hay que añadirle también los ataques y los bombardeos de la aviación rusa. Hay mucha división entre la sociedad, mucha destrucción. Daesh está creciendo y las masacres contra civiles también van en aumento. Una gran parte de la población muere de hambre.

–La hostilidad con la que se encuentran los reporteros que acuden allí hace imposible el flujo de información veraz. ¿Sabemos realmente en occidente lo que está pasando?

–Generalmente no. Siempre se habla de Daesh y de Al-Asad, pero no es verdad, el problema es más grave que eso, porque hay otros grupos islamistas «normales» y otros grupos yihadistas. La visión que tenemos es simplemente que el régimen está en contra de Daesh pero la situación es mucho más complicada.

–Cuando salió de su casa por estar en el punto de mira pensó que lo haría para tres meses. Ya han pasado varios años. ¿De verdad creía que aquello tenía fácil solución?

–Yo al principio de la revolución, cuando salí, tenía la esperanza de que ésta triunfaría como en otros casos en el mundo árabe. De repente nos encontramos con otro enemigo al que no teníamos en cuenta. Las zonas que los revolucionarios sirios habían conquistado han caído en manos de los terroristas de Daesh.

–Al final ha regresado pero no para quedarse sino para denunciar lo que allí sucede.

–Simplemente quería volver. He vuelto pensando en la gente que vive sufriendo ataques y las calamidades de la guerra. Yo soy una más de mis paisanos. Soy escritora. Sentía que tenía un papel que hacer y un deber, el de contribuir a la reconstrucción de mi país, contar lo que sucede allí. Tengo la responsabilidad intelectual de formar parte de la transición del lugar en el que nací.

–¿Cuándo sintió miedo por primera vez?

–Mi vida nunca ha sido muy tranquila [sonríe]. Siempre he sido una mujer inquieta y activa. Al principio de las manifestaciones en 2011 sentí miedo porque vi como las fuerzas militares del régimen mataban a los manifestantes. No olvidaré la imagen de los francotiradores del régimen matando gente. ¡Era terrorífico! Fue al principio de la represión.

DSC_9304–¿Se acostumbra uno al miedo?

–Tristemente sí, después de tanto tiempo la violencia puede llegar a apoderarse de tu interior en una rutina.

–Ha aprendido a posponer la tristeza y guardar para sí la angustia. ¿Cuándo las podrá liberar?

–Cuando termine la guerra, por supuesto. Pero también [la tristeza]  está vinculada a mi visión propia sobre la vida. Las opciones que he tomado a lo largo mi vida para mí son difíciles tanto a nivel personal como profesional. Pero, seguramente, en el momento en el que finalice la guerra, lo primero que haré será deshacerme de esa tristeza, porque me impide llevar una vida normal y seguir también con mi desarrollo intelectual.

–En este conflicto el único vencedor es la muerte. ¿Quién liderará la salvación?

–El problema es que la gente de Siria no tiene en sus manos la decisión. Lo que sucede ahora en Siria es una pugna entre intereses de potencias internacionales. Esta no es la guerra de Siria, sino la de los intereses en Siria. Esto acabará cuando potencias como Rusia, Irán o Estados Unidos decidan que ha llegado el final. Lamentablemente, ahora, los sirios están fuera de su soberanía y no pueden tomar decisiones sobre su propio conflicto.

–En medio de tantos intereses externos Siria parece un gran laboratorio de experimentación.

–Efectivamente, hablamos del escenario de una guerra que tiene carácter internacional por la pugna de intereses que hemos comentado entre estas potencias.

–Toda guerra civil, y de eso tenemos memoria en España, acaba enfrentando a vecinos e incluso hermanos. Usted es alauita, al igual que el dictador Bashar al-Asad, contra el que ha luchado. Por esto se la considera doblemente una traidora.

–En primer lugar mi pertenencia es siria. Considero que el régimen Al-Asad, toda la dinastía, tanto el padre como el hijo ahora, han querido acercar al pueblo a la secta alouita. Pero, al margen de eso, sin pararnos en la cuestión religiosa, ellos les han arrebatado la revolución a los ciudadanos. Asad masacró a su pueblo y, cuando Irán puso su zarpa sobre Siria, la revolución pacífica se convirtió en una guerra religiosa. Hemos entrado en un conflicto bélico y los aluitas somos también víctimas del mismo.

–Uno de los preceptos del Islam por los que se rige el Alauismo es el de la Justicia Divina. ¿Quién pagará por esto?

–De una parte, podemos hablar de un régimen que ha asesinado a su pueblo y ha hecho una división sectaria entre las facciones de su país con el apoyo de otras naciones. De la otra parte, está la sinrazón de Daesh, con toda su carga de culpa. La Justicia Divina recaerá en los principales responsables de ambos bandos que han cometido tantísimos crímenes. Por ejemplo, el régimen tiene que responder como responsable de los ataques con armas químicas en 2013 y los crímenes brutales que están cometiendo Daesh y otros yihadistas no pueden quedar impunes. El castigo debe alcanzar a cualquier responsable de estos crímenes de guerra.

–Las revueltas en torno a la primavera árabe se vivieron desde este lado como un soplo de esperanza, pero ustedes sabían que sin apoyo exterior aquello era imposible. ¿Se sienten defraudados?

–Yo estaba en contra de cualquier tipo de acción externa pero, lamentablemente, la única intervención que tuvo lugar en Siria fue a favor del régimen y no del movimiento promovido por el pueblo. Es muy triste.

–Muchos de los que como usted empezaron con protestas pacíficas en la primavera árabe acabaron empuñando las armas.

–Muchos. Conozco a mucha gente que lo ha hecho, como conozco también a mucha gente que ha sido detenida, torturada y asesinada.

–Imposible pensar en la vida diaria sin que aparezca la violencia y la muerte.DSC_9189

–Es desesperante. Los sirios no somos terroristas, somos gente de paz. Lo único que queremos es vivir en democracia.

–Hace meses muchos países usaron hasta la saciedad la palabra solidaridad. De tanto ponerlo en pancartas el «Welcome refugees» empezó a sonar a frase hecha. Después ha venido la desconfianza, el levantar barreras. ¿Está Europa a la altura de las circunstancias?

–Estoy en contra de los que dicen que occidente no está respondiendo ante la crisis migratoria pero veo que no hay una política clara por parte de la Unión Europea para integrar a estas personas que llevan la dureza de sus vidas a sus espaldas.

–Usted es un referente en el movimiento femenino árabe. ¿Cómo es posible que a día de hoy el Estado Islámico pueda seguir convenciendo a mujeres para que se unan a sus filas donde serán simplemente objetos para cocinar o engendrar hijos? En España han sido varias las mujeres detenidas en estos últimos meses cuando estaban a punto de partir hacia Siria para unirse a la causa radical. 

–Mucha gente, desde el desconocimiento, no tiene una visión clara de la realidad. Para ellas es como una aventura. Incluso perciben en ello cierto morbo. Muchas europeas, no solo en España, también en Alemania y otros países, han caído en estas redes. Se han creado una especie de imaginario hollywoodense en el que se idealiza a los terroristas como personas buenas luchando contra el mal y reciben promesas de ser protagonistas en la consecución de un nuevo mundo ideal. Todo es fruto de la más profunda ignorancia. A algunas, especialmente adolescentes, también les atrae la imagen proyectada de un ritmo de vida frenético y de un tono de violencia desmesurada, y creen que van a poder ser protagonistas allí de grandes aventuras, cuando lo que van es a perder su su identidad cuando no su propia vida. El que medio mundo ponga el foco informativo sobre Daesh es al final beneficioso para ellos.

–La sociedad siria vivió en los últimos años un proceso de liberación femenina. ¿Fue quizá mal entendido?

–Podemos hablar de dos ritmos o de realidades distintas. En las ciudades sí hubo mucha apertura pero en las zonas rurales no se dio tal. Aun así, en general la mujer siria tenía un gran protagonismo productivo y contaba con una presencia muy importante en la sociedad, algo que choca con lo que quieren imponer ahora. Daesh dicta normas para la mujer siria que son la antítesis del ideal alcanzado hace tiempo.

–Usted tiene una hija de 22 años. ¿Cómo se ve este drama desde los ojos de alguien de su generación a quien le han robado su juventud?

–La mayoría de los jóvenes que han salido de Siria hacia Europa lo han hecho con la idea de estabilizarse aquí y no volver. Reina una cierta confusión e incertidumbre para esta generación. Viven todo con mucha intensidad, de acuerdo con su edad, y han experimentado cosas muy fuertes. ¿Qué les deparará el futuro?

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