«Y si los elementos de una pareja se consideran “iguales”, la oposición entre ellos surgiría de su propia coexistencia».

Don Quijote, espejo de la nación españolaGustavo Bueno.

No hay dos sin tres

«¿Se burla Cervantes? ¿y de qué se burla? Lejos, sola en la abierta llanada manchega, la larga figura de Don Quijote se encorva como un signo de interrogación: y es como un guardián del secreto español, del equívoco de la cultura española. ¿De qué se burlaba aquel pobre caballero desde el fondo de una cárcel?»[1].

Si se me permite, intentaré dar con una respuesta convincente. Cervantes, monárquico hasta la beligerancia, se ríe del lector acrático. ¿No es acaso don Quijote un lector sin juicio (crítico)? ¿Cómo esperar de este personaje que se insubordine? Para Quijano, que es solo un buen hombre, leer es creer, y creer, escriturar, inscribir y cabalgar un destino. En esto, nada lo corrige; si algo no aparece en el guión tendrá que hacerlo. Es el mundo (de este) contrahecho, es el hecho como motivo, ocasión y evento. Delirante. Quijano, desprovisto de capacidad reflexiva, no es obstáculo. A lo lejos, Dulcinea, genio maligno, refracta el mundo como espejismo, hogar de don Quijote. No hay lección que le valga, solo la enfermedad y el agotamiento agotan la impostura; y entonces, se oye. Tarde. Nadie le escucha.

El Caballero de la Triste Figura encarnará la ironía cervantina si Sancho Panza, epígono de la sombra orteguiana, personifica la crueldad del autor. No hay otra. Malo, malo, manco. Cervantes, ayer y hoy, se ríe del lector que se «desvive» leyendo, como también del español que acepta, porque defiende con la propia sangre, las promesas de un Imperio fantasmagórico y decadente.

Con todo, ¿quién no lo pasa estupendamente hojeando esta obra maestra? ¿A qué tipo de acierto se debe que lo sea? Los valores estéticos y literarios de la obra están ahí, y quizá por estos pueda considerarse «universal». Pero, oiga, regocijarse con su lectura es otra cosa, y no todos la asimilan de tan buen grado. Admitamos que es un parteaguas, un hito que divide y dividirá con su lectura. En este país, interpretar la obra cervantina (extra)literariamente, esto es, histórica y políticamente, ha significado señalarse como español, y de esto también se ríe descarnadamente Cervantes, no crean. La coral polifónica de los cervantistas e intelectuales tampoco es ajena a la «broma infinita» del caballero andante, seducidos uno a uno por arte de encantamiento libresco. No obstante llegará el día en que alguien plantee con seriedad suficiente el hecho de que solo se trata de —sus eruditas señorías me lo permitan— un libro. De esto a la exégesis racial e identitaria, al advenimiento de las esencias, a la gloria por el hispanismo, etcétera y no sigo, media la ingesta masiva de droga o una importante amenaza exterior, es decir, algo más drogado y «encantado» de conocernos. Sea como fuere, ahí están los hechos, y hemos de contar con ellos, pues otros ya lo hicieron, especialmente en contextos históricos poco favorables a la realidad española. Un poco más y acabamos, gente.

Reparemos en el reinado de Alfonso XIII para hacer unos jocosos ejercicios comparativos. Está el rey, diez veces caballero, y tenemos al Quijote; está Dulcinea, y como la reina no cuenta, esta «encarnará» a España; y están, según se desarrollen los propios acontecimientos: el pueblo/el parlamento/la nación[2]/un dictador/un superdictador: sanchos todos, asisten y participan del cortejo y la defensa de la dama España, de manera servil, contractual, o sobrepasando los excesos del caballero andante[3]; así, los habrá que terminen amándola, por encima de Alonso Quijano. En esencia lo tenemos todo, descontando a la reina y al pueblo, que no cuentan hasta que sangran.

 

Caballeros Escuderos Ideal Medios
No hay dos sin tres
Quijote Sancho Dulcinea Viejas armas / valores tradicionales
Alfonso XIII Iglesia/Parlamento España/Reformismo Valores tracicionales
Primo de Rivera Ejército/Rey España/Renovación Represivos
Manuel Azaña Nación española Europa/libertad Pedagógicos
Franco Ejército España/Unidad Represivos

 

Aquí, a cuenta de la esencias, obviamos la tríada católica, que encajaría en esta clasificación (Padre / Hijo / Espíritu Santo). Azaña, y antes otros, denunciaron pero minusvaloraron su poder y ejercicio.

Alfonso

Alfonso XIII, Rey de España.

Nuestra historia, como la trama cervantina, emerge y se explica desde la triple componenda, aun cuando sean dos elementos los que manifiestamente entran en juego. Podríamos traer un sinfín de documentos probatorios, pero esto excedería vuestra paciencia y lo sensato. No obstante, hay uno cuyo valor es el de formar lectores juiciosos, ciudadanos-soberanos; la burla cervantina concluye aquí. Lean, escuchen.

Quijote negratinta

Alonso Quijano.

[1]José Ortega y Gasset 2004 (ed.), p. 790, en Meditaciones del Quijote, Obras Completas, vol. 1.º, editado por Fundación José Ortega y Gasset / Centro de Estudios Orteguianos – Santillana Ediciones. Madrid: Taurus.

[2]Puede hacerse, y se hará, una analogía entre estos tres componentes y las armas viejas con las que el Quijote acomete sus hazañas. Se da por hecho que resultan ineficaces, por anticuadas, para solucionar las múltiples crisis que devastan el país. En la defensa del honor y la pretendida Gloria, Primo de Rivera, Azaña y el mismo Franco ofrecerán las nuevas herramientas con las que acometer las hazañas necesarias.

[3]Véase: http://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/edicion/parte2/cap74/cap74_02.htm

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