Un hombre armado le quita la gorra. Olfatea su cabello intentando descifrar. Perro viejo, conoce el olor de lo que no es lo que parece. Le arranca la camiseta para descubrir lo que sospecha. Envueltas al torso, unas vendas ocultan su pecho. El atacante la manosea frente a los inmigrantes que acaban de ser asaltados. La sube a la fuerza a la camioneta en la que desaparecerá para siempre sumándose a las 6.4 mujeres borradas del mapa de México cada día, cuyo asesinato queda impune en un 95% de acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas. Ella es Sara, una de las protagonistas de La jaula de oro. Antes, el amor en disputa entre Juan y Chauk, dos adolescentes que se encontraron de camino al norte; después, una desgracia que deben dejar atrás para seguir con los ojos puestos en el futuro. La jaula de oro (2013), de Diego Quemada, es un antes y un después. Antes, la expresión del deseo de tres personajes que, con motivos que no necesitan ser explicados, emprenden el mismo camino que se han propuesto generaciones de mexicanos desde las dos primeras décadas del siglo XX.

Antes

En el inicio de las cosas está el deseo, la ilusión de lo esperado, el motor de lo que, al persistir en la imaginación, provoca el arrojo. Entre el punto de partida y el de llegada, la vida. Los personajes del filme encuentran en el camino otro deseo tan profundo como cotidiano: el amor. Un amor adolescente que se vive en el contexto crudo de la Bestia, ese ferrocarril al que se han trepado miles de buscadores de futuro. Su travesía se alimenta de miradas, silencios, intenciones. Desde compartir la poca comida y vestirse de payasos en un espectáculo improvisado para conseguir dinero, hasta emborracharse una noche de baile. Aunque los personajes avanzan en un tren que no se detiene, el presente es el tiempo que los rige. El antes mantiene viva la imagen del deseo.

Después

De que me sirve el dinero

si estoy como prisionero

dentro de esta gran prisión

cuando me acuerdo hasta lloro

y aunque la jaula sea de oro

no deja de ser prisión.

‘La jaula de oro’ – Los Tigres del Norte

El después es una fuerza que empuja adelante aunque se tenga que dejar atrás y se vuelva imposible dimensionar la realidad de lo deseado. Después de la pérdida de Sara, los dos protagonistas crean un lazo de amistad que concluye en el último giro afianzando el realismo de una historia alejada del melodrama. El futuro que le queda al único personaje que consigue la meta es tan crudo como la conciencia de su desamparo: recoger los restos de carne de un local. El final lanza una pregunta cargada de certeza: el después, el fin de todas las cosas, ese por el que peleamos todos los días menospreciando las vicisitudes cotidianas, es una ilusión que se desvanece tan pronto como llega. Lo que importa es el camino. El antes se convierte en añoranza.

La jaula de oro_2

Antes

En el antes, el motor del deseo. Antes de que surgiera la historia de la película que lleva el título de la canción de la agrupación norteña Los Tigres del Norte, está la experiencia que provoca el deseo de contarla. Quemada siente atracción por la migración cuando filmando un documental en Mazatlán conoce las primeras historias viviendo en la casa de un taxista a orillas de las vías de un ferrocarril. A las primeras impresiones se suma la recopilación de seiscientos testimonios de inmigrantes. Pero esa sobredosis de información en busca de la realidad no cae en el vacío. Muy probablemente el esfuerzo por encontrar la historia que quería contar, entre tantas, lo lleva a sumar a Gibrán Portela y Lucía Carreras, los otros dos guionistas de la película. Vendrían entonces las muchas versiones hasta concluir el guión con la convicción de haber llegado a la esencia. Luego arrojarse, guión en mano, a la búsqueda de financiamiento, convencer a unos y otros, no desistir ante el desinterés y volver a buscar. Empezar otra vez hasta que llega el día que alguien se sube en el tren. Pero no todo deseo ocurrido en el antes llega a su fin. Muchos se quedan atrapados en el estimulante deseo de que sucedan las cosas. Otros no se plantean ninguna opción: deben arrojarse a la Bestia.

Después

Después, la película. El casting, la búsqueda de la verdad en los actores, la realización, la persecución de la realidad a través de un rodaje cronológico, con mayoría de locaciones reales, haciendo que el equipo de filmación viva el viaje al tiempo que lo registra. Después de la película, los dieciocho premios y siete nominaciones; el estreno comercial, la crítica. El fin que sólo recuerda que lo que importa es el camino. El antes. Volver a colocarse en el punto de partida porque es ahí donde, descubriendo una manera de mirar y acercarse a los temas que no es otra cosa que la investigación previa a la escritura de un guión, surgen las historias que se distinguen de aquellas archivadas en toneladas de periódicos. Una verdadera. El espectador lo sabe. Huele lo verdadero como aquel perro viejo olfateando en el cabello de la protagonista terriblemente desaparecida.

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