Al borde de la madrugada,
con aura de flow en atril
venías con tu camada.
Sin la osadía de un albañil
sólo pude contemplarte
nervioso como un mandril
atónito, al acodarte,
sobre la barra:

Rizos, sólo de barril.

 

Y con ese porte,
tu nombre y tu arte
te tornas, pues, en mi catorce de abril.
El anhelo de conocerte
me destierra de lo cerril
y mi nuevo estandarte
tu flor, en llamas, sobre fondo añil.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información. ACEPTAR

Aviso de cookies