Parafraseando el inicio del artículo de Pablo Sierra del Sol [‘Recuerdos del Summer Soccer’] para mí, el fútbol y los mundiales empezaron de la mano. Sin embargo, en mi caso, al ser algo más mayor que mi compañero comenzaron bastante antes que la Copa del Mundo de Estados Unidos. Concretamente, doce años antes, con España’82, con Naranjito, con una selección nacional entrenada por Santamaría y liderada por los JuanitoZamoraSatrústeguiArconada, Saura o Periko Alonso. El fracaso deportivo en aquella cita de la selección española estuvo casi a la altura del hundimiento del Titanic.

Por ello, enseguida mi interés viró rapidamente hasta nuestro país vecino. Hacia esa selección francesa que jugaba un fútbol de toque, casi antecesor del tiquis taca, y que los galos, siempre muy suyos, bautizaron como fútbol champagne. El equipo estaba compuesto por algún jugador que era hijo de inmigrantes españoles, como Manuel Amorós. Eran tiempos de camiseta ajustada, que ahora llamaríamos Adidas Classic, de pantalones tipo short, de futbolistas que no parecían modelos y de una Francia que solamente tenía tres jugadores negros entre su bloque tipo, el centrocampista Jean Tigana y los defensas Marius Trésor y Gérard Janvion.

También he de reconocer que la selección de Michel Hidalgo, otro hispanofracnés, conquistó mi corazoncito porque en 1982 no era ni de lejos el bloque que ganó un Mundial y porque arrastró problemas extradeportivos de película como la infidelidad de la esposa de Michel Platini, la gran estrella del equipo, con otro jugador del combinado, el centrocampista Jean François Larios.

Los franceses llegaron a España tras su mala participación cuatro años antes en Argentina, donde no pasaron de una primera fase en la que se enfrentaron a los anfitriones, Italia y Hungría, pero con una generación de jóvenes que harían historia en el fútbol francés como Didier SixMaximme BossisPatrick Battiston y el mencionado Platini. Tras una primera fase fue bastante irregular, con única victoria, un empate y una derrota en un grupo que se disputó entre Valladolid y Bilbao y en el que estaban Inglaterra, Checoslovaquia y Kuwait, todo cambió un 28 de junio de 1982 en el Vicente Calderón. Los blues llegaron cabizbajos a disputar el primero de los partidos de la liguilla de cuartos de final frente a Austria, pero salieron reforzados deslumbrando a los espectadores con los primeros trazos de su burbujeante juego, que se generaba a raíz de un centro del campo formado por lo que ahora llamaríamos ‘jugones’. Con Platini, su gran estrella y capitán lesionado, el mundo descubrió aquel día los desbordes, las carreras, los desmarques y la capacidad para el pase interior de Tigana, un delgado centrocampista nacido en Bamako, la actual capital de Mali. Aún así, y a pesar de que Francia generó más de media docena de ocasiones claras ante el legendario meta austriaco Friedrich Koncilia, el encuentro sólo se decidió con un magistral lanzamiento de falta de Bernard Genghini.

Una semana después llegó la confirmación gala. El 4 de julio, frente a Irlanda del Norte y con Platini recuperado, los franceses vencieron por un contundente 4-1, con dos goles de Alain Giresse y otros dos del delantero Dominique Rocheteau. Aquella victoria encumbró al estilo ideado por Michel Hidalgo, inspirando en la Naranja Mecánica holandesa del Mundial de 1974: los centrocampistas como Tigana, Giresse, Platini y Genghini podían ser delanteros o defensas en todo momento. Y fue, sin duda el momento en el que se ganaron mi corazón para siempre.

De aquel partido en el Calderón salió lanzada una Francia que no temía a nada ni a nadie, aunque en las semifinales esperara la República Federal de Alemania. El partido que dio comienzo a las nueve de la noche de un 8 de julio de 1982 en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán ya se ha convertido en uno de los clásicos de la historia de los mundiales. Finalmente, la victoria cayó del lado de los germanos en los lanzamientos de penalti, tras acabar la prórroga con un resultado de empate a tres goles dejando lágrimas en unos y felicidad en otros.

Fußball-Weltmeisterschaft - Spanien 1982

El golpe de cadera de Schumacher a Battiston está en la retina de muchos aficionados al fútbol.

Fue un partido sencillamente inolvidable. En el minuto 17 de la primera parte una internada de Paul Breitner, el único superviviente de la Alemania campeona de 1974, terminó en un disparo de Klaus Fischer, que tras ser repelido por el guardameta galo Jean-Luc Ettori, llegó al genial extremo Pierre Littbarsky que introdujo el balón en la portería francesa. 1-0. Sin embargo, Francia no se da por vencida. Unidos por la fuerza de sus centrales Trésor y Janvion, ambos con las medias bajadas, y por el talento de su medio del campo comenzaron a dominar el choque hasta que un sutil pase con la cabeza de Platini al centro del área terminó con un agarrón del capitán germano Manfred Kaltz a Genghini, que el colegiado holandés Corver decretó como penalti. El actual presidente de la UEFA besó el balón antes de ponerlo en el punto blanco, caminó hacia atrás y con su pie derecho batió al cancerbero alemán Harald Schumacher. 1-1 en el minuto 26.

La batalla continuó y los alemanes entrenados por Josef Derwall llevaron el partido a su terreno. Faltas, golpes y malos modos por doquier que acabarían desencadenando en una de las agresiones más brutales de la historia del fútbol. Minuto 11 de la segunda mitad. Bossis roba un balón, juega con Tigana, este con Platini, que cede a su vez a Battistón quien, a pesar de llegar antes al balón, es embestido violentamente con la cadera por un tren llamado Schumacher. El defensa galo con el cuatro a la espalda cae inconsciente sobre el césped del estadio sevillano. Tras unos minutos de angustia donde se temió lo peor, es evacuado del terreno de juego con una conmoción cerebral, una vértebra rota y dos dientes menos. Y mientras el guardameta del Colonia, impasible, con las manos en jarras, jugaba con el balón y ni siquiera fue amonestado.

El juego prosiguió y a pesar de los intentos de unos y otros el partido se fue a la prorroga. En el tercer minuto del tiempo extra el pequeño Giresse envió un gran balón al área para que Trésor pusiera por delante a los suyos. 2-1. Aún así, los de Hidalgo siguieron atacando con su juego de toque y tan sólo seis minutos después, su gran capitán, un Platini tocado por la magia, cede a la izquierda para Six, que combinó con Giresse para que con suavidad alojase el balón en la red de Schumacher. 3-1: Francia ya acariciaba la gloria.

Sin embargo, un alemán nunca se da por vencido. Karl-Heinz Rummenigge, la gran estrella teutona que había salido en el segundo tiempo recorta distancias en el minuto 102. 2-3 y el miedo llega a la cara de les bleus. Un miedo que se convierte en pesadilla cuando en el 108 un magnífico centro de Littbarski acaba con una chilena imposible de Fischer, que se introdujo de forma irremediable en la meta de Ettori.

No hubo más cambios en el marcador y se llegó al drama de los penaltis. Giresse, Kaltz, Amorós, Breitner y Rocheteau, anotaron. Uli Stielike falló y el francés Six, también. Luego Littbarski, Platini y Rummenigge marcaron. Llegó el momento del defensa galo Maxime Bossis, el mejor amigo de Platini, puesto que los dos habían hecho su servicio militar juntos. Golpeó fuerte la pelota al lado derecho pero Schumacher voló y consiguió detenerlo. El último en patear fue el pesado Horst Hrubesch, apodado La Bestia. Disparó raso y duro y no falló.

Fin a un partido mítico, un choque entre dos escuelas que interpretaban el fútbol de forma diferente. El gusto por jugar el balón de Francia contra el bloque, sólido, aguerrido, compacto y determinado de los alemanes. Ese día cayó del lado teutón, pero no desanimó al equipo de Hidalgo. Tras lamerse las heridas, con un grupo más maduro, ganó dos años después la Eurocopa de 1984 frente a España con aquel célebre fallo de Arconada. Pero esa es otra historia. Eso sí, Francia no ha vuelto a tener una selección tan delicada y tan fina con la pelota. Conquistó su Mundial en 1998 y la Eurocopa de 2000, pero hay más lugar en la memoria para la belleza de aquella selección de Estpaña’82 que para la eficacia de la escuadra que capitaneó Deschamps. Me quedo con la primera. Fue mi primer contacto con un mundial. ¡Pero qué contacto!

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