El otro día le comenté a una amiga que mi madre siempre ha sido independiente; a lo que ella me respondió: “Qué bien, eso es que está integrada”. Entonces me vino a la cabeza el Mercadona (mercado de la mujer en Catalán), los roles de la mujer occidental en la sociedad, en la familia y en el sexo. La mujer occidental cree que es independiente porque en el siglo XX consiguió el derecho a voto, el derecho a la propiedad privada; pero no consiguió deshacerse del patriarcado, de los roles asignados en la familia, en la sociedad o en el sexo.

El amor al propio género y el amor a la patria viene a ser lo mismo: Uno puede criticar a su patria y renegar de ella, pero si alguien extranjero habla mal de ella, a uno le duele como si le estuviesen criticando a él; como si fuese algo personal contra él; y reniega de su identidad propia sintiéndose ofendido cuando atacan a su identidad colectiva, que no es más que una idea romántica, ideal, platónica y algo enferma. Lo mismo ocurre cuando una mujer critica al género masculino y uno se lo toma como un ataque hacia su persona cuando lo que se está atacando son los roles establecidos. No se ataca a la persona con pene, se ataca a un “hombre” y a todo lo que conlleva ser un “hombre”. No se ataca a una persona con vagina. Se ataca a una “mujer” y a todo lo que conlleva ser “mujer”. La patria de uno es su género.

El hombre ha conquistado a la mujer como una patria conquista a otra. Cuando se conquista se clava la bandera en los territorios conquistados, se anexionan, se imponen las costumbres y la cultura de los vencedores; también se imponen aranceles, leyes, y se subyuga a los vencidos. En algún momento el hombre conquistó a la mujer y a día de hoy cuando un hombre quiere hacer suya a una mujer, se le denomina “conquistar”; incluso las mujeres lo denominan así: “Me conquistó”; sin pararse a pensar en qué consiste una conquista. Una conquista no es equivalente a una unión de coronas. Conquistar también lo usan las mujeres, por supuesto, pero es un símbolo agresivo del patriarcado que se ha adaptado como por ejemplo cuando una mujer dice  “Me la suda”, “me la pela” (sic). El verbo conquistar siempre ha estado vinculado al hombre. El que conquistaba tierras y el que batallaba siempre ha sido el hombre. Primero vinieron las conquistas de género y luego las de raza. Si un extraterrestre nos observase, se daría cuenta de que la mujer está subordinada y subyugada al hombre y que el hombre siempre la ha tratado como se trata a los territorios conquistados: no dejándole acceder al poder, no dejándole acceder a la educación, no dejándole decidir sobre las decisiones políticas, económicas, religiosas e incluso de su propio cuerpo. La trata como si fuese una conquista, o como si fuese un inmigrante indocumentado.

En la “primera ola” del feminismo se consiguieron algunos derechos, como el derecho a obrar, el sufragio universal, el derecho a la propiedad privada, a la educación, a la igualdad en el matrimonio, etcétera. Casi todos se consiguieron sobre el papel, de iure, pero no en la práctica -o de facto- ya que, por ejemplo, tenían derecho a la educación pero luego no ejercían pese a estar igual de capacitadas que los hombres. Hoy en día la mujer  tiene los mismos derechos que el hombre sobre el papel, pero no en la práctica, ya que cobran menos de lo que cobra un hombre por hacer el mismo trabajo. Hoy en día una mujer occidental puede conducir, pero en la práctica se le ve como un ser incapaz e incompetente para dicha actividad y así en absolutamente todos los ámbitos y derechos supuestamente conquistados y no sólo en trabajos físicos como puede ser la construcción, la carpintería, la minería, etcétera.  A la mujer se le ha otorgado la nacionalidad, pero sigue siendo una mujer de la misma manera que un extranjero siempre será extranjero por mucha nacionalidad que tenga. Se le llama paternalismo, pero es machismo y racismo.

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El fin del feminismo es la conquista de la igualdad entre géneros, pero la mayoría de las mujeres se han conformado con la igualdad sobre el papel, y no en la práctica; porque la mujer occidental es la única que se cree que está emancipada sin estarlo. Busca acabar con los roles impuestos a través del patriarcado sobre la mujer en la familia, en la sociedad y en el sexo. El patriarcado es el dominio del orden social por los hombres creando un estado de cosas que configura todos los aspectos de la existencia de las mujeres, pero sin contar con las mujeres, mediante la violencia simbólica y creencias que convierten la situación de subordinación en algo natural. La visión de la mujer occidental respecto a su situación es tan triste que lo único que hace es justificar dicha situación citando las barbaridades que se perpetran contra la mujer en otras partes del mundo y haciendo del refrán “mal de muchos, consuelo de tontos” una realidad. Esas imágenes también se las venden muy bien los hombres, igual que les cierran la boca con leyes de igualdad y paridad. Es como dar la autonomía a un territorio que está a punto de independizarse después de años de yugo y caso omiso a sus reivindicaciones; pero en ocasiones se llega tarde, como en Cuba. Soy partidario de que no haya paridad, sino de que otorgándoles las mismas oportunidades tanto a hombres como a mujeres, se elija al mejor para el cargo; sean todos hombres o todas mujeres. Esa es la verdadera igualdad.

Si el feminismo es una causa tan noble y justa ¿Por qué está tan mal visto y despierta pensamientos reaccionarios? Lo único que falla en el “feminismo” es el propio nombre en sí: feminismo. Es parecido a lo que pasa con el idioma catalán y los territorios de fuera de Catalunya donde se habla. El problema que puedan tener los habitantes de esos lugares con el catalán es el nombre en sí. Si el catalán se llamase balear o valenciano, no habría ningún problema; pero llamado catalán, parece que Catalunya sea la que subyuga a los demás territorios. Se cree que lo que busca el feminismo es darle la vuelta a la tortilla y, es cierto que hay vertientes que buscan la separación de los sexos e incluso el exterminio de los hombres, pero la mayoría busca la igualdad y el fin del patriarcado; aunque por mucho que frotes, siempre saldrán brotes. Hay muchos prejuicios respecto al feminismo; si yo dijese que soy feminista, lo primero que pensaría la gran mayoría es que me gusta ponerme tutú. Por otra parte, muchas feministas no quieren que hombres luchen por la causa, porque les ven condescendientes y paternalistas; igual que Malcolm X no quiso la ayuda de hombres blancos  al principio de su causa.

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El patriarcado está tan instalado en el subconsciente de la sociedad, que muchas mujeres han querido arroparse en él; pese a saber de qué se trata. Siempre da la impresión de que hacen la vista gorda, de que realmente no se rebelan por comodidad bajo la discriminación positiva, por facilidad, porque ya está hecho y no requiere el esfuerzo de pensar; simplemente hay que aceptarlo. Esas mujeres, por comodidad o por ceguera, deslegitiman a las que luchan contra el patriarcado.

Otras mujeres se rebelan contra el patriarcado personificado en cualquier hombre, sin darse cuenta de que ese hombre ni siquiera sabe de qué le están hablando. Es como si el hombre fuese el heredero de algún genocida que le ha dejado una gran herencia y que nunca le ha dado por preguntarse de dónde le viene y, de pronto, apareciese una mujer y le prendiese fuego a sus bienes sin explicarle el porqué. Todo el mundo pensaría que está loca y nadie le haría caso y, además, el heredero tomaría medidas ya que vería atacado sus derechos de sangre.

En definitiva, ¿realmente cree la mujer occidental que es libre e independiente? Sí, se lo cree; además de ser paternalista con las demás. Si el mayor truco del diablo es hacer creer al hombre que no existe, el mayor truco del hombre es hacerle creer a la mujer que es libre. Algunas creen que han alcanzado la libertad por alcanzar el libertinaje y tan esclava es una mujer tapada en verano sin su consentimiento mientras el hombre va en manga corta, como otra mujer que va con escote y en minifalda mientras el hombre lleva un abrigo en invierno.

En Marruecos, la mujer posee casi todos los derechos que posee la mujer occidental, pero se trata de una sociedad muy machista; eso sí, hay mujeres independientes, feministas, revolucionarias, activistas, etcétera, tengan velo o no, porque una mujer musulmana también puede ser feminista e independiente ya que el Corán es el único de los tres libros religiosos que otorga explícitamente  igualdad entre ambos géneros. El Corán es el único que lucha contra el patriarcado, pero éste lo manipuló hasta hacer  del único texto igualitario, una religión machista; y ésta es otra conquista.

En el Corán la mujer no está subordinada al hombre, porque no nació de la costilla del hombre, ni tuvo la culpa del “pecado original”, ni abrió la caja de Pandora y dejó salir al mal y al vicio. En el Corán las mujeres y los hombres son complementarios: Se dice que “la mujer es la mitad gemela del hombre”. Otorga roles, pero ninguno está por encima del otro. No sólo permite la educación a la mujer, sino que tanto la educación como la búsqueda del conocimiento es obligatorio para a ambos. La mujer puede realizar cualquier transacción sin pedirle permiso a nadie, puede trabajar y se le otorga herencia. Ambos son castigados de la misma manera y recompensados por igual. En el Corán el velo no es un símbolo de sumisión hacia al hombre, es una advertencia hacia los hombres de que esa mujer es devota y que se debe a su Dios. La mujer musulmana se pone el velo y se tapa para que no le juzguen por su cuerpo, sino por sus actos, su alma y su inteligencia. Sólo se lo pondrán las creyentes y nadie está obligada a creer. Ambos poseen las mismas obligaciones morales y un hombre no puede abandonar el lecho si su mujer no ha llegado al orgasmo. En definitiva, podría poner miles de citas, pero, pese a quien le pese, el Corán no es un libro de frases lapidarias. Ha de leerse el conjunto y no podemos sacar frases de contexto sin tener en cuenta no sólo el contexto  extratextual (historia, sociología etc), sino también intratextual, ya que es como un castillo de naipes: Si falta uno, se cae. Luego, para aplicarlo, se ha de acoplar a una realidad concreta. El islam machista y retrógrado no se basa en el Corán. Se basa en interpretaciones (hadices posteriores a Mahoma) que el patriarcado ha hecho del libro. Por mucho que estos machistas y los islamófobos se empeñen, éstos no son musulmanes, por muchos que sean. Por mucho que se hagan llamar así. Por mucho que se hayan hecho con el poder gracias a potencias extranjeras. Está tan lejos lo uno de lo otro como “El manifiesto comunista” lo está de Corea del Norte.

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