Me gusta creer que no caigo tan fácil en tendencias, sobre todo en lo que a libros se refiere, y tengo especial cuidado de no convertirme en víctima de la máquina publicitaria de la chick-lit y la clit-lit, pero he de admitir, por ejemplo, que en cuanto salió Not That Kind of Girl de Lena Dunham fui corriendo a leerlo, para arrepentirme. Luego de esa mala experiencia en octubre del año pasado creí que estaba curada y jamás pondría el ojo en libros del tipo #GIRLBOSS, Yes Please o Is Everyone Hanging Out Without Me? Pensé que estaba curada de una vez por todas y mis lecturas jamás volverían a desperdiciarse con libros sinsentido, fruto de una sola razón: explotar la fama de una persona poniendo su nombre como el de “autor” para vender copias al por mayor. Por supuesto, estaba equivocada.
How to Be Parisian Wherever You Are: Love, Style and Bad Habits estuvo castigado en mi lista ‘Guardar para más tarde’ de Amazon durante meses; iba y venía del carrito de compras. Estuvimos en ese estira y afloja por mucho tiempo, desde que estuvo disponible el 2 de septiembre del 2014, hasta que en un ataque de indulgencia lo pedí. “¿Qué tan malo puede ser?”, me dije. Estaba entre nueve y doce días de descubrirlo. Francia, específicamente París, es una fantasía para el resto del mundo desde hace más de un siglo, ya sea por las modas al vestir, el arte, la filosofía, la arquitectura, la literatura o el cine, la capital europea parece ser el destino favorito de turistas e intelectuales por igual, todos anhelan el consabido je ne sais quoi –con más o menos ingenuidad– que la ciudad tiene la fama de exudar e insuflar en quienes la habitan, al menos eso es lo que dice la leyenda. El aura de París es también su mayor atractivo turístico y es algo que se cultiva mediáticamente para continuar atrayendo a las palomillas de la luz hacia esta lumbrera.
Ni qué decir, por otro lado, que el legado cultural de Francia es innegable. Se trata de una ciudad mítica y ya bastante se ha escrito sobre ella en un sinfín de novelas, cuentos, poemas y cualquier género literario y no literario existente. Existe toda una narrativa en torno a París y tal vez eso es lo que ha terminado convirtiendo a sus habitantes en personajes para los ojos ajenos y anhelantes de algún encantamiento, desde Los misterios de París de Eugène Sue, publicada en 1842 la producción en torno a la ciudad no ha parado. Es probable que ninguna otra ciudad posea una representación tan amplia como la capital francesa, que parece regodearse en la saturación y la sobre exposición de la que es objeto.
Justificada o no, la infatuación por lo parisino existe, está patente y al menos en la cultura pop, ninguna otra ciudad ha logrado destronar a París como el lugar chic y romántico por excelencia. Temporada tras temporada y año tras año, las revistas de moda y las grandes casas editoriales publican guías sobre cómo imitar la manera en que se maquillan las mujeres francesas, cómo se visten, cómo se arreglan el cabello, cómo mantienen la línea, su actitud y, en general, cómo vive esa francesa prototípica. How to Be Parisian Wherever You Are: Love, Style, and Bad Habits es el último título sumado a desentrañar ese misterio que representa París y las costumbres de sus mujeres para el resto del mundo de la moda. Sus autoras son Anne Berest, Audrey Diwan, Caroline de Maigret y Sophie Mas, cuatro parisinas profesionales: madres, exitosas en sus carreras, atractivas físicamente, cultas y con excelente estilo personal, el grupo de amigas más cool de París, básicamente.
Voy a decirlo de una vez: Cuesta creer que hicieran falta cuatro mujeres exitosas -según se anuncia- para escribir los escasos textos que conforman How to Be Parisian, y que entre las cuatro se encuentren una novelista y una escritora de guiones podría hasta sonar escandaloso, pero si algo queda claro luego de ver el índice de cuatro páginas y leer las primeras entradas, es que no habría que escandalizarse de nada, puesto que no es un libro para tomar en serio, lo cual hice con bastante candidez. ¿Por qué? Porque tengo marcadas tendencias hacia la solemnidad.
En la introducción se habla acerca del “arte de ser mujer” que las cuatro autoras están a punto de despuntar y, desde este momento, la lectora aguzada siente ligeros cosquilleos en la nariz. “¿Por qué continúan perpetuándose estos manuales sobre cómo ejercer la feminidad?” Toda la premisa de How to Be Parisian va de desmitificar a la mujer parisina y que el resto de nosotras aceptemos la belleza que radica en la imperfección, según rezan las primeras palabras de la introducción: “The truth is out: Parisiennes aren’t privy to a secret “skinny” gene, they aren’t always easy to be with, and aren’t all perfect mothers. In fact, they are very imperfect, vague, unreliable, and full of paradoxes”.[1] Así que esa es la verdad, nuestras sospechas se han confirmado. Las mujeres alrededor del mundo podemos respirar por fin. ¿O no? Si estas primeras frases sirven como alivio para la mujer no-parisina que vivía creyendo que las mujeres francesas son un espécimen raro y mejorado de las mujeres ordinarias, las páginas siguientes están por regresarla a la angustia y la desesperación.
¿De verdad pensaron que estábamos por presenciar el derrumbe de uno de los estereotipos más lucrativos dentro de la industria de la moda y la belleza? La labor de How to Be Parisian y de Caroline de Maigret específicamente, no olvidemos que entre las autoras, ella es la que mayor presencia mediática tiene (ella es, a fin de cuentas, embajadora de Chanel y de Lancôme, ex-modelo y musa en general), es la de actualizar el estereotipo, darle un aire de frescura para las nuevas generaciones. Porque alguien tiene que hacerlo y ponerlo sobre papel. El libro es un híbrido de listas –demasiadas listas–, aforismos, pequeñas piezas de ficción, reflexiones, recetas de cocina, fotografías, direcciones de cafés y museos, ilustraciones y hasta pantoneras de París. Visualmente es agradable pasar las páginas y ver botellas de perfume, flores y actrices como Charlotte Rampling, pero ni las chispas de humor ni la colección bonita de imágenes termina por explicarme la existencia física de How to Be Parisian, bien podría ser solamente una página web, un blog o una cuenta de Instagram. Sin embargo es un libro impreso disponible en tapa dura y blanda, traducido a más de ocho lenguas (hasta la fecha se puede aprender a ser parisina en ruso, portugués, español, inglés, italiano, japonés, polaco, finlandés, lituano y chino) por si quedaba alguna duda de que las mujeres alrededor del mundo estaban sedientas de identidad, supongo que esto es lo que lo ha convertido en todo un best-seller. En la página web Goodreads el 81% de las personas que lo leyó lo disfrutó, entonces ¿qué es lo que yo me perdí? ¿Nadie más encontró contradictoria la idea de que un manual de estilo de vida es equivalente a ser tú misma?
El manual presume de ser irónico e irreverente y de burlarse de los convencionalismos, la mayoría de las reseñas en revistas de moda y las reseñas positivas en Goodreads utilizan algún sinónimo de “divertido” para describirlo, hay quienes dicen haberse quebrado de la risa, pero ya entrada la lectura, yo comencé a cuestionarse en qué página del tomo quedó el sentido del humor. ¿Acaso en ‘What You Won’t Find In Her Closet’? Donde advierten sobre las imitaciones de bolsos de diseñador y las botas UGG, ¿No hemos escuchado todo esto mil veces antes? ¿O tal vez en el capítulo ‘Faux Pas’? Una hoja contundente sobre qué no hacer jamás que incluye: tener una foto de tu boda en la estancia, combinar tu bolso con tu outfit, decir “buen provecho” antes de comenzar a comer, esforzarte demasiado en lo que respecta a tu apariencia o llevar más de dos colores en tu cabello. ¿Quizás en ‘The ABC’s of Cheating’? La guía práctica de cómo ser infiel y seguir jugando a la monogamia. Porque ciertamente no hay ni una pizca de ironía en la sección de recetas de cocina, cómo poner la mesa, decorar la casa, en la advertencia de jamás enseñar las encías al reír o en la guía de lugares que visitar cuando estás en París.
Había comenzado a leer el libro con entusiasmo, diciéndome que iba a ser una lectura desenfadada y ligera para despejar la cabeza, sólo para encontrarme de inmediato cuestionando qué tipo de libro era éste y qué hacía yo con él. Me dejé llevar por la figura de Caroline de Maigret y el video ‘10 Ways To Be Parisian’ que hiciera con la revista i-D (que es mejor y más gracioso que el libro) y por todo el aparato publicitario. Ahí estaba, con el librito entre las manos y deseando mi dinero de vuelta. Hay en todo el asunto una impostación, nunca he visto un libro que lleve el título de Cómo ser veneciana (Inserte grandes tópicos aquí) o Las suecas no engordan, pero sin duda cada país ejerce su mercadotecnia cultural como mejor le conviene. Al pensar en la larga lista de libros que anteceden a How to Be Parisian, en la gran cantidad de páginas dedicadas en revistas a París y a sus mujeres-mito, pienso en lo lucrativo que es vender lo intangible: la idea de estilo, del estilo francés, el allure, la identidad parisina; vender lo invendible. Al entrar en la página web del libro lo primero que se lee en letras rojas es: Your passport to authentic parisian chic, sí, de eso se trata todo el asunto, me digo, de la ansiedad colectiva de pertenecer a una élite ficticia de blusas de seda en colores neutros, botas de motociclista y cabello despeinado, de tener la posibilidad de comprar una guía para ser auténtico.
Con su encanto y todo, How to Be Parisian no deja de ser un manual de comportamiento para las mujeres (refinado, con fotos y actualizado) que repite los mismos clichés. Existen al menos otros dos libros anteriores que llevan el mismo nombre. Contiene tips de belleza, recetas de cocina, modales, qué películas ver: Los amantes regulares, Dos días en París, Canciones de amor; qué libros leer:
El extranjero, Albert Camus
Las partículas elementales, Michael Houellebecq
Madame Bovary, Gustave Flaubert
Lolita, Vladimir Nabokov
Las flores del mal, Charles Baudelaire
En busca del tiempo perdido (al que con sabiduría recomiendan llamar simplemente La recherche en su lista de esnobismos), Marcel Proust
Viaje al fin de la noche, Louis-Ferdinand Céline
Por si alguien estaba interesado o no sabía qué títulos añadir a su biblioteca personal.
Uno se pregunta por qué necesita tapas duras un libro como éste y también dónde acomodarlo tras la “lectura”, ¿entre los libros de cocina, de superación personal, entre las guías de viaje, las revistas de moda, en el baño o junto con los diccionarios? Yo dejé el mío con algunos de sus compatriotas, Classy: Excepctional Advice for the Extremely Modern Lady de Derek Blasberg, Skinny Bitch de Kim Barnouin, Las francesas no engordan: Los secretos para comer con placer y estar delgada toda la vida de Mireille Guiliano y otros que prefiero no mencionar, en la esquina inferior de un librero, todos acostados y escondidos mientras decido qué hacer con ellos, aunque sospecho que solamente voy a seguir alimentando esa columna de la vergüenza.
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[1]La verdad salió a la luz: las parisinas no cuentan con un gen para ser flacas, no siempre es fácil estar con ellas y no son madres perfectas. De hecho, son bastante imperfectas, vagas, no confiables y llenas de paradojas. Traducción del autor.
Fotografías: Wikicommons