Los movimientos políticos que sacuden las grandes capitales son muy vistosos, pero una revolución sólo triunfa si lo hace en provincias. Sí, la AcampadaSol fue muy fotogénica, pero el cambio en este país no será real hasta que Podemos saque un diputado en Soria o Lugo. Entonces sí que estaremos hablando del fin del Bipartidismo. Créanme, se lo digo yo que vivo en provincias y, más en concreto, en un municipio con 23.000 habitantes censados. Es en lugares como estos, donde hacer política que se aparte del bipartidismo es algo heroico, donde se está jugando el futuro.

Hay amplias zonas, comarcas enteras, que no han cambiado de color político en cuatro décadas. Diputaciones que no han conocido otro partido político que el partido del Poder, el partido de quien manda. Lugares pequeños donde las redes clientelares están tan asentadas y son tan sólidas, que intentar luchar contra este status quo es como pegarse cabezazos contra la pared. Sitios donde toda actividad económica pasa por el Partido o, lo que es lo mismo, por sus extensiones administrativas, el Ayuntamiento o la Diputación. Sitios donde todo el mundo se conoce, donde el mundo sabe qué piensa cada uno y de dónde vienes; sitios, en definitiva, donde una hoja no se desprende de una rama sin pedir permiso al Partido, y donde desobedecer al Partido es, principalmente, complicarse la vida.

Imaginen, por ejemplo, a un partido que intenta romper esta hegemonía. Este partido contacta con algún empresario o algún profesional para incorporarlos a una lista municipal. Todos hacen que sí con la cabeza, te dicen que el pueblo está fatal, que los que mandan son unos chorizos, que el Partido cada vez lo hace peor… pero evitan implicarse ni dar la cara. El albañil por cuenta propia te dice que si se posiciona políticamente, el Ayuntamiento dejará de contratarle cuando haya que tapiar alguna grieta. El profesional por cuenta ajena te confiesa que no quiere tener fama de ‘conflictivo’ o que le dejen de llamar. El propietario de un comercio te dice que si se posiciona, los clientes del Partido dejarán de comprarle e irán a la tienda de al lado. El campesino te dirá lo mismo, que si se posiciona, los restaurantes propiedad de los empresarios del Partido dejarán de comprarle la mercancía. Si quieres meter a un músico en la lista, te dirá que lo dejarán de contratar cuando lleguen las Fiestas Patronales. El chaval que sobrevive de trabajillos te dirá que si se posiciona, la Diputación dejará de contratarle cuando haya que limpiar las jardineras de la carretera. ¿Prosigo?

¿Para qué complicarse la vida? Se vive mucho mejor cobijado bajo la sombra del Partido. Por ejemplo… tenemos un restaurante y queremos ampliar la terracita, o queremos hacer unas reformillas en una casa de veraneo y hemos llegado a la conclusión de que pedir una licencia es un peñazo, o queremos construir en unos terrenillos rústicos de la familia, o nos gustaría enviar a nuestro hijo a la guardería municipal pero sin necesidad de apuntarnos a la lista de espera, o aspiramos a un puesto de bedel en la Diputación, o en verano alquilamos nuestra vivienda a turistas y preferimos hacerlo sin papeles y sin los permisos pertinentes, que son caros y dan mucho dolor de cabeza… Todo esto es más fácil de conseguir si se está a buenas con los que mandan. Con la fidelidad al Partido, uno compra protección y seguridad. Los del Partido, sin duda, son Hombres de Honor.

Este Partido, que todo lo puede y todo lo mueve, que garantiza tranquilidad a los suyos, y que puede hacer de tu vida un infierno si le molestas, tiene diversos nombres. En algunos lugares se llama PP. En otros –principalmente en Andalucía– se llama PSOE. Hace cien años tenían otros nombres: eran el Partido Conservador y el Partido Liberal. Ellos marcaban la línea de los que están dentro y de los que están fuera. Deciden quien progresa y a quien le toca sufrir.

Sí, llenar la Puerta del Sol es muy vistoso pero una revolución donde triunfa es en provincias. Ahí está el combate. Ahí veremos si el cambio ha llegado en serio. Como dijo Mao, desde el campo se conquista la ciudad. Olvidaos de Sol y de la política glamurosa. La revolución llegará manchada de barro y en autobús de línea.

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