El 3 de diciembre de 1989 un servidor cursaba octavo de EGB, mientras el baloncesto le ganaba el pulso al fútbol entre mis aficiones. En España, Felipe González seguía al frente del Gobierno español gracias a su tercera mayoría parlamentaria y el Real Madrid presumía de liderato de la Primera División futbolística, con Hugo Sánchez como goleador. Pero ese día cualquier noticia quedó relegada a un segundo plano en los informativos de radios y televisiones (los de TVE, ya que aunque algunos canales autonómicos como Canal 9 empezaron a emitir ese mismo año, a Antena 3 y Telecinco y el Plus aún les quedaban unos meses en la incubadora antes de que arrancase la etapa de la tele privada en España). Fernando Martín, primer español que había osado saltar el Charco para jugar en la NBA, perdió la vida en un accidente de tráfico en la M-30 de Madrid. Esa fue la triste noticia del día.

Aunque cuando me iniciaba en el deporte de la canasta era más bien bajito y no tenía nada que ver con la posición de ‘4’ del madrileño, mi retina retuvo lo mejor y lo peor del mayor de los Martín: sus memorables duelos con Audie Norris, su incansable lucha por los rebotes a pesar de su estatura (2,05 metros), sus dotes de liderazgo y su furia bien entendida, fueron rasgos que me marcaron. No acababa de entender su relación amor-odio con la prensa; me posicioné del lado del español en su guerra abierta con Petrovic, que se llevaban como el perro y el gato a pesar de ser compañeros de equipo (es normal que el carácter de dos genios chocara constantemente). Fernando se había ganado a pulso esa admiración. Recuerdo disfrutar siendo un enano (tenía ocho años) al verle subir al podio del Forum de Los Angeles para colgarse la plata olímpica del 84 junto a Epi, Corbalán y compañía.

El ‘10’ del Real Madrid, de la selección española y los Portland Trail Blazers se convirtió en leyenda para todos los amantes del invento de Naismith. Yo no podía ser menos. Pau Gasol y él han sido y serán los dos únicos personajes públicos a los que idolatraré de por vida. La muerte del madrileño dejó huérfanos al básquet y al deporte patrio en general.  De los detalles y comentarios que originó la trágica desaparición de Fernando Martín huelga hablar porque está todo dicho o escrito. Mejor preguntarse cuánto hemos cambiado en estos años sin aquel pívot que se dejaba la piel cada fin de semana sobre el parqué.

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Cuando echas la vista atrás y vuelves a los ochenta te das cuenta de la velocidad supersónica a la que ha ido la vida en algunos aspectos (tecnología, música, cultura, medicina, investigación, valores de juventud) y el status quo en el que están inmersos otros ámbitos (política, economía –los pobres siguen siendo pobres y los ricos muy ricos–, corrupción –que bien podría ir unida a la política–, violencia, guerras –a pesar de que en aquel 1989 se dio por finalizada la guerra fría–). La evolución también llegó al deporte, que se aprovechó de la tecnología y de la medicina (en gran medida para el dopaje). La regresión en el tiempo nos muestra a un Fernando Martín jugando con calzones ‘marcapaquetes’ y camisetas de algodón. Hoy en día los pantalones y las camisetas de básquet bien podrían ser pijamas para gigantes de más de 2 metros que se enfundan niños de 1,60. Las zapatillas de aquel entonces eran modelos de Adidas o Nike con la suela dura y diseño retro, mientras que el mercado de ‘bambas’ actual tiene una amalgama de suelas, formas, colores y estructuras que podría llenar un escaparate del tamaño del Madison Square Garden.

No solo ha cambiado radicalmente la manera de vestir de los baloncestistas. Lo mismo sucede en el juego. Los sistemas de entrenamiento (tanto en pista como fuera de ella), la táctica, el factor psicológico, el scouting, el equipo técnico e incluso las aficiones, han variado de manera exponencial en el universo del balón naranja:

Vayamos por partes:

–Los sistemas de entrenamiento en pista ya no se basan en ejercicios típicos como el ‘11’, ‘la trenza’, los postes, ‘el 3 contra 2, ‘el 5 contra 3’ o los ejercicios de bote ciego a la carrera, pase y tiro… Ahora se practican rutinas más complejos como decisiones de pases o tiro en situaciones especiales, trabajo por posiciones, situaciones de partido con tiempo real…

–Fuera de la pista ha cambiado el trabajo físico. Los largos entrenamientos de fondo (una hora corriendo por los alrededores del pabellón, por ejemplo), las series interválicas con balones medicinales, los circuitos (que todavía se siguen haciendo), han dado paso a ese mismo trabajo en pista pero con balón, mucho más divertido y dinámico para el jugador; también se da mucha importancia a la propiocepción (ejercicios que combinan fuerza y equilibrio para prevenir lesiones típicas como esguinces de tobillo o de rodilla, las zonas más castigadas de los gigantes de la canasta).

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–El factor psicológico también ha experimentado un cambio, ya que en los años de Fernando Martín no se utilizaba el vídeo como componente emocional (ahora sí) y se apelaba al orgullo de cada jugador. En la actualidad se utilizan vídeos motivacionales para concienciar al deportista de que puede llegar a cumplir el objetivo que se le proponga. Internet está plagado de ellos.

–Otro aspecto novedoso respecto a los ochenta es el scouting o estudio del rival. Este factor, que importó Antonio Díaz-Miguel a nuestro baloncesto, tardaría en implantarse en España. Y fue a mediados de los años noventa cuando empezó a coger forma. Ahora, cada equipo ACB o europeo cuenta con la figura de un especialista en el análisis del rival. Jenaro Díaz, sin ir más lejos, es el más famoso, ya que ha estado durante muchos años haciendo el estudio del oponente que se enfrentaba a la selección española. En el básquet actual esta figura es fundamental para entender el juego del adversario.

–Por último, las afición al baloncesto también ha sufrido una importante variación. Y no positiva precisamente. Este deporte ha perdido mucha afluencia de espectadores a los pabellones por mor de la falta de atención de los medios de comunicación, en especial de la televisión, que lo han maltratado restándole la importancia que un día tuvo. El fútbol lo fagocita todo y los locos de la canasta quedan cada vez más en segundo plano. De lo que sí puede presumir el aficionado del juego de Naismith es de cultura del deporte. Las aficiones, por muy enemigas que sean, se respetan y evitan altercados como los que suceden en el balompié. Salvo contadas excepciones en Grecia y Turquía (países tradicionalmente conflictivos), en Europa y, sobre todo, en la NBA, la afición se suele comportar de manera cívica. Con el paso de los años también se ha instaurado la aparición de bandas de música que dan mayor ambiente y animación a las gradas, sobre todo en canchas nacionales. Vitoria, Málaga y Valencia sobresalen entre ellas. Solo hay que fijarse en el ambiente festivo de las fases finales de la Copa del Rey española para darse cuenta de que el básquet sigue conservado su mágica esencia.

Tras 26 años de la muerte de Fernando Martín y aunque quede mucho por vivir, me encantaría tener un deja vu y regresar a octavo de EGB. Volver a ver a los míos que ya se fueron y deleitarme con la lucha bajo los aros de este mito de madridismo. Que el recuerdo del ’10’ nos sirva para aprender en vida porque cualquier tiempo pasado fue anterior (léase con ironía).

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