Los rumanos contemplan el trueque como un elemento prácticamente identitario de su cultura. La palabra spaga es una de las más populares en el país.

La Palma de Oro en el Festival de Cannes a la mejor película en 2007 -aparte de media docena de reconocimientos más, entre premios y nominaciones- fue lo que obtuvo sólo ese año, el de su estreno, el largometraje 4 meses, 3 semanas y 2 días. En ese mismo año, 2007, Rumanía ingresó en la UE.

La cinta se englobaba dentro del ambicioso proyecto Historias de la edad de oro, y es la primera entrega de una serie de seis más que intentan visualizar otras tantas leyendas urbanas que corrieron durante la última etapa de la dictadura de Ceaucescu: años de manifestaciones y fuertes represiones que el aparato del régimen, paradójicamente, vendió al exterior como una supuesta etapa gloriosa.

Dirigida por Cristian Mungiu, 4 meses, 3 semanas y 2 días está ambientada en la fase final de la dictadura comunista, un drama en el que los universitarios Otilia y Gabita se ven obligados a visitar a un tal Señor Bebe para que se deshaga del feto que Gabita lleva en su vientre. Mungiu retrata con precisión y soltura la cuestión de la spaga y un tema tan delicado como es el del aborto ilegal.

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Con un tono que flirtea con la tragicomedia y no sin ciertas dosis de humor negro, Historias de la edad de oro se propone, por un lado, aportar testimonios de unos años muy difíciles para el pueblo rumano y, al mismo tiempo, intenta bajar los calzones a un líder que empezaba a zozobrar, para terminar desbordado en diciembre de 1989.
Pero ¿qué es la spaga? Los más alarmistas la traducen de forma literal como soborno. Los habituados a ella la interpretan como trueque o intercambio.

Intercambio, eso sí, de favores. Pocas cosas no se arreglan con dinero en Rumanía. Si lo tienes, puedes conseguir prácticamente lo que te propongas (de manos del que tiene el poder).

¿Necesitas una plaza en la escuela para tu hijo? Le das veinte lei a quien corresponda y todo arreglado. ¿Quieres un sitio fijo para aparcar el coche? Metes treinta lei en el bolsillo del alcalde y lo consigues.

Cito estas cantidades con la única intención de situar, porque las cifras en realidad no están establecidas; son propinas estimadas en función del favor que te presta el funcionario de turno. El regalo es directamente proporcional al apuro del que te saque. Pero claro, en relación a si vas a volver a necesitar sus favores en un futuro, más o menos detallista habrás de ser con él. Tenerlo contento, al fin y al cabo. Llevarnos bien, que diría el funcionario.

En temas de sanidad sucede lo mismo. Es pública, aunque es mejor intimar con el personal sanitario. Spaga va, spaga viene. Se guía el neófito por una progresión geométrica: a un camillero tanto, a un enfermero tanto, a un médico tanto, a un cirujano tanto… A más responsabilidad, mayor ha de ser la propina con la que se le premia.

Los rumanos han sabido vivir en armonía con este asunto. Hablan incluso en los bares del tema, de cuánto se han gastado ese día en spagas, por ejemplo. No es tabú, no lo ven mal. Lo toman casi por una inversión. Tanto es así que muchas familias llevan incluso un diario de spagas que les sirva de aval cuando necesiten algún tipo de atención por parte de alguien. Un funcionario, por supuesto…señor Funcionario, mejor dicho, por si acaso.

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