Una de las cosas clave que diferencia el judaísmo y el cristianismo del islam, es que en este Dios creó a una tercera raza: los genios (Yinn) El Corán habla de la creación de ángeles, yinns y humanos. Los genios fueron creados antes que los hombres  y fueron creados a partir del fuego sin humo. Los dos tienen la misma alma y las mismas obligaciones con Dios. También  comparten las virtudes y todos los defectos, pero los genios poseen poderes que los humanos no poseen. Dios les dijo que debían postrarse ante Adán y se postraron todos excepto Iblís, que era un genio que había adquirido la categoría de Ángel aunque en esencia fuese un genio. Los humanos y los genios poseían libre albedrío, pero los ángeles no: en su naturaleza no está permitido desobedecer a Dios. Iblís no quiso postrarse porque era mejor que él. Él fue creado del fuego mientras que Adán fue creado de barro. Es un genio que no quiere postrarse ante la mediocridad.

Cualquier musulmán de cualquier parte del mundo, sea conservador  o moderado, sea de la escisión del islam que sea, cree en los genios igual que cree en los hombres y en las mujeres. Los genios pueden ser  musulmanes o no serlo, se reproducen entre ellos como los humanos e incluso se enamoran de humanos y practican relaciones sexuales con ellos mientras estos duermen. Son los sueños eróticos, la “polución nocturna”. Los súcubos y los incubos. Los genios pueden usar cualquier forma. Pueden ser humanos, el abuelo que te encuentras pidiendo limosna, la niña que llora porque se ha perdido en el parque. Pueden ser un árbol, una cabra o el agua que baja por la ladera de un monte. Ser musulmán es vivir en un Sexto sentido constante. Es como los extraterrestres de Men in Black que viven en la tierra y que se hacen pasar por humanos.

La figura del genio siempre ha estado sometida al hombre. En la cultura popular muchos genios son encerrados en lámparas mágicas y usados para servir con sus poderes a los humanos y así, el ser de fuego es sometido al antojo del ser de arcilla. Es una buena alegoría.

Comparten mundo con nosotros, pero si nuestro mundo fuese en dos dimensiones, el de ellos es en cuatro; por eso nosotros no los vemos pero ellos a nosotros sí. Poseen a los hombres por diversión, por venganza, por maldad, por amor e incluso por compasión al verles tan limitados. Tienen poderes que nosotros ni imaginamos.

Yo sólo creo en los genios cuando voy a Marruecos y no sé explicar exactamente el porqué, supongo que es porque absolutamente todo el mundo cree y el creer se ha convertido en una realidad. Creo que funciona como la hipocondría, una hipocondría colectiva donde todo se somatiza y se transmuta. He visto allí cosas que aquí nunca he visto. He visto a hombres marroquíes negros, los Gnawa, danzar por la calle con los ojos en blanco mientras se cortan con cuchillos y beben agua hirviendo de una tetera.

Un Gnawa recreado por Josep Tapiró (Reus, 7 de febrero de 1836 - Tánger, 4 de octubre de 1913)

Un Gnawa recreado por Josep Tapiró (Reus, 7 de febrero de 1836 – Tánger, 4 de octubre de 1913)

 

bereber 13

Jovencita bereber.

He visto a amigos enloquecer de la noche a la mañana, literalmente. He visto a gente despertarse con la boca torcida un día y permanecer así toda su vida. Una vez vi a un loco escondido en el garaje de debajo de mi casa abrirse la pierna con un cuchillo y arrancarse los hierros que le pusieron tras ser atropellado por una furgoneta, como si se tratase de un Walking Dead. Ese hombre a los cuatro meses estaba corriendo otra vez. He visto a una vecina desplomarse en el salón de su casa, reír, cambiar la voz y hablar con su abuela en un bereber perfecto cuando ella no sabe hablar bereber. Su abuela hablaba con ella y ella (o lo que fuese) le dijo que buscaba a su hija y que no abandonaría el cuerpo hasta que no se la devolviesen, entonces su abuela se enfadó y empezó a decirle cosas que yo no entendía hasta que se marchó. En el norte de Marruecos estas creencias están más arraigadas, ya que los bereberes aún conservamos rituales y creencias paganas, así como brujería. Sé muy bien lo que vi. Soy un hombre escéptico, pero sé muy bien lo que vi. A mí me cuenta otra persona estas cosas y lo primero que le diría sería: “No bebas más”, pero tengo muy claro lo que vi. Cuando una sociedad está sometida a una presión y a un hastío brutal y el ambiente está cargado de depresión, pasan cosas muy extrañas.

 

 

Joven bereber

Joven bereber

Ser musulmán es algo que conlleva fe absoluta. Es duro pensar que el hombre que te ha pedido un vaso de agua no es humano o que tu perro no es un perro, o que el niño que te pide unas monedas en la calle tiene 745 años. Saber que un árbol te está observando en la oscuridad y que piensa qué hacer contigo asustaría a muchas personas; o que tu gato, que está entre tus piernas, está viendo a un genio enfrente de ti que te observa mientras le rascas la cabeza al felino.

Hay cosas que no se pueden explicar, como lo que le pasó a Frau Troffea en Estrasburgo en el año 1518: Un día se despertó y empezó a bailar incontroladamente sin motivo aparente por una calle de Estrasburgo. Al día siguiente le siguieron unos cuantos. Al día siguiente otros cuantos más y así hasta unas 400 personas que estuvieron bailando un mes sin parar hasta que murieron de inanición, derrames y fallos cardiovasculares.

Está, también, la historia de sidi Shamsharush (señor Shamsharush) que vive en las montañas del Atlas de Marruecos, bajo una roca. Dicen que por el día vive con la forma de perro y por la noche de anciano. Todos los días llegan peregrinos de todas partes para darle ofrendas. Marruecos es centro islámico del morabitismo, de rendir culto a santos, personas que fueron pías e incluso a genios. En otros países está prohibido o son menos frecuentes. En Marruecos rendir culto a seres que no son Allah es una práctica muy arraigada desde hace milenios.

Bajo esa roca vive sidi Shamharush

Bajo esa roca vive sidi Shamharush

Yo creo en los genios, sé que están aquí aunque no se dejen ver. Aunque algunos los hayan utilizado, sé que están aquí, entre nosotros, aunque nadie crea en ellos. La gente a la que admiro son genios, no me cabe la menor duda. La única forma de acabar con los genios es no creer en ellos y yo creo en ellos. Pueden ser mendigos o toros. Pueden ser escritores o árboles. Poetas o peces. Pueden ser pintores, escultores o delfines. Ladrones o músicos. Un pájaro azul o la mujer con la que sueño cada noche.

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